‘Y se les abrieron los ojos, y lo reconocieron’
Las lecturas de esta semana están llenas de recordatorios de lo que nos ha traído la resurrección de Jesús. Alegría, gloria, alabanza, esperanza y fe se entretejen en cada lectura, invitándonos a compartir nuevamente la celebración del Tiempo Pascual. En la Primera Lectura, Pedro recuerda a la multitud que, a pesar de la terrible injusticia cometida contra Jesús, Dios ha mostrado victoria sobre la muerte y resucitado a Jesús a la gloria. Con esto viene el poder del Espíritu Santo, ahora derramado por todos nosotros.
El salmista se regocija en el Dios que está a nuestro lado y nos protege de todos los peligros, y es Quien nos mostrará el camino hacia la felicidad eterna.
En la Segunda Lectura escuchamos a Pedro nuevamente, hablando de cómo Jesús dio su vida como “rescate” por nuestros pecados. Por eso, todo aquel que cree puede tener fe y esperanza en Dios.
Nos unimos a dos de los discípulos de Jesús en el Evangelio en su viaje a Emaús, ciegos a la identidad del Señor resucitado mientras camina con ellos. Cuando Jesús se les revela al partir el pan, finalmente lo reconocen, justo cuando desaparece de su vista. A diferencia de los discípulos, nunca hemos visto al mismo Jesús, pero debido a la fe que se nos ha dado, podemos verlo y reconocerlo en las personas y situaciones que nos rodean.
Esta semana, oremos por la sabiduría y el coraje para responder dondequiera que veamos a Jesús en las necesidades de los demás.
El camino de Emaús se convierte así en símbolo de nuestro camino de fe: las Escrituras y la Eucaristía son los elementos indispensables para el encuentro con el Señor. También nosotros llegamos a menudo a la misa dominical con nuestras preocupaciones, nuestras dificultades y desilusiones… La vida a veces nos hiere y nos marchamos tristes, hacia nuestro «Emaús», dando la espalda al proyecto de Dios. Nos alejamos de Dios. Pero nos acoge la Liturgia de la Palabra: Jesús nos explica las Escrituras y vuelve a encender en nuestros corazones el calor de la fe y de la esperanza, y en la Comunión nos da fuerza. Palabra de Dios, Eucaristía. Leer cada día un pasaje del Evangelio. Recordadlo bien: leer cada día un pasaje del Evangelio, y los domingos ir a recibir la comunión, recibir a Jesús. Así sucedió con los discípulos de Emaús: acogieron la Palabra; compartieron la fracción del pan, y, de tristes y derrotados como se sentían, pasaron a estar alegres. Siempre, queridos hermanos y hermanas, la Palabra de Dios y la Eucaristía nos llenan de alegría. Recúerdenlo bien. Cuando estés triste, toma la Palabra de Dios. Cuando estés decaído, toma la Palabra de Dios y ve a la misa del domingo a recibir la comunión, a participar del misterio de Jesús. Palabra de Dios, Eucaristía: nos llenan de alegría.
papa francisco
reflexión antes del regina coeli,
4 de mayo 2014
Lectura de los Hechos de los Apóstoles 2, 14. 22-23
No era posible que la muerte tuviera dominio sobre Él
El día de Pentecostés, Pedro poniéndose de pie con los Once, levantó la voz y dijo:
«Hombres de Judea y todos los que habitan en Jerusalén, presten atención, porque voy a explicarles lo que ha sucedido. Israelitas, escuchen:
A Jesús de Nazaret, el hombre que Dios acreditó ante ustedes realizando por su intermedio los milagros, prodigios y signos que todos conocen, a ese hombre que había sido entregado conforme al plan y a la previsión de Dios, ustedes lo hicieron morir, clavándolo en la cruz por medio de los infieles. Pero Dios lo resucitó, librándolo de las angustias de la muerte, porque no era posible que ella tuviera dominio sobre Él.
En efecto, refiriéndose a Él, dijo David:
Veía sin cesar al Señor delante de mí,
porque él está a mi derecha para que yo no vacile.
Por eso se alegra mi corazón
y mi lengua canta llena de gozo.
También mi cuerpo descansará en la esperanza,
porque tú no entregarás mi alma al Abismo,
ni dejarás que tu servidor sufra la corrupción.
Tú me has hecho conocer los caminos de la vida
y me llenarás de gozo en tu presencia.
Hermanos, permítanme decirles con toda franqueza que el patriarca David murió y fue sepultado, y su tumba se conserva entre nosotros hasta el día de hoy. Pero como él era profeta, sabía que Dios le había jurado que un descendiente suyo se sentaría en su trono. Por eso previó y anunció la resurrección del Mesías, cuando dijo que no fue entregado al Abismo ni su cuerpo sufrió la corrupción. A este Jesús, Dios lo resucitó, y todos nosotros somos testigos. Exaltado por el poder de Dios, Él recibió del Padre el Espíritu Santo prometido, y lo ha comunicado como ustedes ven y oyen.»
Palabra del Señor
Salmo Responsorial 15, 1-2a. 5. 7-11
R: Señor, me harás conocer el camino de la vida.
Protégeme, Dios mío, porque me refugio en ti.
Yo digo al Señor: «Señor, tú eres mi bien.»
El Señor es la parte de mi herencia y mi cáliz,
¡tú decides mi suerte! R
Bendeciré al Señor que me aconseja,
¡hasta de noche me instruye mi conciencia!
Tengo siempre presente al Señor:
Él está a mi lado, nunca vacilaré R
Por eso mi corazón se alegra, se regocijan mis entrañas
y todo mi ser descansa seguro:
porque no me entregarás a la Muerte
ni dejarás que tu amigo vea el sepulcro R
Me harás conocer el camino de la vida,
saciándome de gozo en tu presencia,
de felicidad eterna
a tu derecha. R
Lectura de la primera carta del Apóstol san Pedro 1, 17-21
Ustedes fueron rescatados con la sangre de Cristo, el Cordero sin mancha
Queridos hermanos:
Ya que ustedes llaman Padre a aquel que, sin hacer acepción de personas, juzga a cada uno según sus obras, vivan en el temor mientras están de paso en este mundo.
Ustedes saben que fueron rescatados de la vana conducta heredada de sus padres, no con bienes corruptibles, como el oro y la plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, el Cordero sin mancha y sin defecto, predestinado antes de la creación del mundo y manifestado en los últimos tiempos para bien de ustedes.
Por Él, ustedes creen en Dios, que lo ha resucitado y lo ha glorificado, de manera que la fe y la esperanza de ustedes estén puestas en Dios.
Palabra del Señor
Aleluya Cf. Lc 24, 32
Señor Jesús, explícanos las Escrituras.
Haz que arda nuestro corazón mientras nos hablas.
✠ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 24, 13-35
Lo reconocieron al partir el pan
Gloria a Tí, Señor
Aquel día, el primero de la semana, dos de los discípulos iban a un pequeño pueblo llamado Emaús, situado a unos diez kilómetros de Jerusalén. En el camino hablaban sobre lo que había ocurrido.
Mientras conversaban y discutían, el mismo Jesús se acercó y siguió caminando con ellos. Pero algo impedía que sus ojos lo reconocieran. El les dijo: «¿Qué comentaban por el camino?»
Ellos se detuvieron, con el semblante triste, y uno de ellos, llamado Cleofás, le respondió: «¡Tú eres el único forastero en Jerusalén que ignora lo que pasó en estos días!» «¿Qué cosa?», les preguntó.
Ellos respondieron: «Lo referente a Jesús, el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y en palabras delante de Dios y de todo el pueblo, y cómo nuestros sumos sacerdotes y nuestros jefes lo entregaron para ser condenado a muerte y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que fuera él quien librara a Israel. Pero a todo esto ya van tres días que sucedieron estas cosas. Es verdad que algunas mujeres que están con nosotros nos han desconcertado: ellas fueron de madrugada al sepulcro y al no hallar el cuerpo de Jesús, volvieron diciendo que se les habían aparecido unos ángeles, asegurándoles que él está vivo. Algunos de los nuestros fueron al sepulcro y encontraron todo como las mujeres habían dicho. Pero a él no lo vieron.» Jesús les dijo: «¡Hombres duros de entendimiento, cómo les cuesta creer todo lo que anunciaron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías soportara esos sufrimientos para entrar en su gloria?» Y comenzando por Moisés y continuando con todos los profetas, les interpretó en todas las Escrituras lo que se refería a él. Cuando llegaron cerca del pueblo adonde iban, Jesús hizo ademán de seguir adelante. Pero ellos le insistieron: «Quédate con nosotros, porque ya es tarde y el día se acaba.»
Él entró y se quedó con ellos. Y estando a la mesa, tomó el pan y pronunció la bendición; luego lo partió y se lo dio. Entonces los ojos de los discípulos se abrieron y lo reconocieron, pero él había desaparecido de su vista.
Y se decían: «¿No ardía acaso nuestro corazón, mientras nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?»
En ese mismo momento, se pusieron en camino y regresaron a Jerusalén. Allí encontraron reunidos a los Once y a los demás que estaban con ellos, y estos les dijeron: «Es verdad, ¡el Señor ha resucitado y se apareció a Simón!»
Ellos, por su parte, contaron lo que les había pasado en el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.
Palabra del Señor
Gloria a Tí, Señor Jesús
Les compartimos la reflexión del RezandoVoy.org, un proyecto de los Jesuitas de España, para este Domingo: https://www.rezandovoy.org/reproductor/2023-05-14
Salmo 15 (16)
En el Libro de los Salmos, más que cualquier otro en la Biblia, tenemos un ejemplo de la continuidad de la oración a lo largo de muchos siglos.
Se cantaron por primera vez en la era precristiana en el templo judío durante los problemas y triunfos de la Monarquía, el exilio, y cuando los judíos regresaron a su patria. Continuaron usándose en el tiempo de Jesús, y de hecho por el mismo Señor, como vemos tan claramente el número de frases citadas de los salmos por los escritores de los Evangelios.
Desde los primeros siglos poscristianos, también fueron utilizados por la Iglesia, cantada en latín en las comunidades monásticas. Actualmente forman parte de nuestra liturgia semanal y algunas líneas se han vuelto tan familiares que fácilmente vienen a la mente en tiempos de dificultad: Presérvame Dios, me refugio en ti.
Los salmos a menudo pueden darnos una idea de la historia de Israel. En el salmo de esta semana, ayuda a entender la línea ‘eres tú quien mi porción y copa’ si recordamos el reparto del territorio palestino entre las tribus de Israel por sorteo (véase Josué 14, 1–4).
A los levitas no se les dio ninguna tierra; más bien, su ‘porción’ era Dios mismo (Números 18, 20). Esto explica por qué eran el grupo judío que cuidaba del Templo, y también nos da una pista sobre la posible identidad del salmista.
Evangelio ~ Lc 24, 13-35
Esta historia del encuentro de dos discípulos con el Señor en el camino a Emaús se encuentra solamente en el evangelio de Lucas.
Ese mismo dia
Este es el día que los judíos denominaban «el primer día de la semana». Esta historia sucede en el mismo día del descubrimiento de la tumba vacía. Esa misma noche, Jesús aparece a los discípulos en Jerusalén y luego una semana más tarde a Tomás. Los discípulos continuaron reuniéndose y partiendo el pan juntos ese mismo día. Para el primer siglo se le llamaba «el día del Señor», y se celebraba comúnmente entre cristianos a mediados del siglo II en lugar del sábado tradicional judío (Shabbat). En el año 321, el emperador Constantino decretó que los trabajadores debían descansar ese día.
Cleofás
Según Eusebio, el primer gran historiador de la Iglesia (c. 300 dC), Cleofás podría haber sido el tío de Jesús, el hermano de José. Si es así, esto indicaría que sus parientes cercanos no lo habían rechazado. Sin embargo, también muestra que la creencia en la resurrección no era evidente para sus primeros seguidores. El otro discípulo no se lo nombra. A menudo se sugiere que podría haber sido una mujer, María la esposa de Cleofás, mencionada por Juan como una de las mujeres presentes en la muerte de Jesús (Juan 19, 26). Puede ser que Clopás y Cleopás son diferentes maneras de deletrear el mismo nombre.
Moisés, los profetas y las Escrituras
Tenemos aquí una referencia a toda la Biblia judía, que se divide en tres secciones, la Torá, los Profetas y los Escritos.
Insistieron para que se quedara con ellos
La costumbre de la hospitalidad estaba mucho más desarrollada que ahora. Esta incluía el recibir a los extranjeros y viajeros y darles provisiones y protección. Los primeros cristianos equipararon la falta de hospitalidad con la falta de amor a Dios y al vecino. Era común abstenerse de preguntar la identidad de un invitado hasta que se le hubiera dado alimento.
Tomó, bendijo, partió, dio
Aunque él era el invitado, Jesús actúa como cabeza de familia, usando palabras casi idénticas a las de la Última Cena (Lucas 22, 19), y en la alimentación de los 5000 (Lucas 9, 16). Las liturgias eucarísticas, hasta el día de hoy, conservan la misma secuencia de acciones después de leer y explicar las Escrituras.
Se abrieron sus ojos
‘Abrir’ es un verbo clave en esta historia. Para permitirnos experimentar la Resurrección, Jesús abre nuestras mentes a las Escrituras y nuestros corazones y ojos a su presencia.