¡Señor, creo!
Antes de entrar en los días más oscuros de la Semana Santa, celebramos el domingo de Laetare («¡Alégrate!»). Hoy se nos recuerda el gozo de la presencia de Jesús, la luz de nuestro mundo, y el amor de Dios que brilla a través de nuestras vidas.
Tanto la Primera Lectura como el Salmo hablan del pastor que cuida del rebaño. A pesar de la juventud y la apariencia exterior de David, el Señor ve la fortaleza de su corazón, que lo capacitará para guiar al pueblo de Dios. El Salmo habla de la certeza de que podemos confiar en el Señor como nuestro pastor, quien nos cuida de cualquier daño que pueda suceder.
En la Segunda Lectura, San Pablo recuerda a los Efesios (y a nosotros) que la luz de Dios en nosotros resplandece para los demás cuando vivimos en bondad, rectitud y verdad.
En el Evangelio, al ciego se le devuelve la vista y sale a la luz. No solo es físicamente capaz de ver por primera vez, sino que también reconoce a Jesús como el Hijo del Hombre. Por el contrario, quienes lo rodean permanecen en la oscuridad de la incredulidad, atrapados por su falta de voluntad para ver a Jesús por quien realmente es.
Esta semana, oramos por aquellos que aún no han permitido que la luz de Cristo entre en sus vidas. Oramos para llevar la luz de Cristo a los demás mientras caminamos junto a ellos, compartiendo sus dificultades y dolores.
Este episodio nos lleva a reflexionar sobre nuestra fe, nuestra fe en Cristo, el Hijo de Dios, y al mismo tiempo se refiere también al Bautismo, que es el primer sacramento de la fe: el sacramento que nos hace “venir a la luz”, mediante el renacimiento del agua y del Espíritu Santo; así como le sucede al ciego de nacimiento, al cual se le abren los ojos después de haberse lavado en el agua de la piscina de Siloé. El ciego de nacimiento sanado nos representa cuando no nos damos cuenta de que Jesús es la luz, es «la luz del mundo», cuando miramos a otro lado, cuando preferimos confiar en pequeñas luces, cuando nos tambaleamos en la oscuridad. El hecho de que ese ciego no tenga un nombre nos ayuda a reflejarnos con nuestro rostro y nuestro nombre en su historia. También nosotros hemos sido “iluminados” por Cristo en el Bautismo, y por ello estamos llamados a comportarnos como hijos de la luz. Y comportarse como hijos de la luz exige un cambio radical de mentalidad, una capacidad de juzgar hombres y cosas según otra escala de valores, que viene de Dios. El sacramento del Bautismo, efectivamente, exige la elección de vivir como hijos de la luz y caminar en la luz.
papa francisco
ángelus, 26 de marzo 2017
Lectura del primer libro de Samuel 16, 1b. 5b-7. 10-13a
David es ungido rey sobre Israel
El Señor dijo a Samuel: «¡Llena tu frasco de aceite y parte! Yo te envío a Jesé, el de Belén, porque he visto entre sus hijos al que quiero como rey.»
Samuel fue, purificó a Jesé y a sus hijos y los invitó al sacrificio. Cuando ellos se presentaron, Samuel vio a Eliab y pensó: «Seguro que el Señor tiene ante él a su ungido.»
Pero el Señor dijo a Samuel: «No te fijes en su aspecto ni en lo elevado de su estatura, porque yo lo he descartado. Dios no mira como mira el hombre; porque el hombre ve las apariencias, pero Dios ve el corazón.»
Así Jesé hizo pasar ante Samuel a siete de sus hijos, pero Samuel dijo a Jesé: «El Señor no ha elegido a ninguno de estos.» Entonces Samuel preguntó a Jesé: «¿Están aquí todos los muchachos?»
Él respondió: «Queda todavía el más joven, que ahora está apacentando el rebaño.»
Samuel dijo a Jesé: «Manda a buscarlos, porque no nos sentaremos a la mesa hasta que llegue aquí.»
Jesé lo hizo venir: era de tez clara, de hermosos ojos y buena presencia. Entonces el Señor dijo a Samuel: «Levántate y úngelo, porque es este.» Samuel tomó el frasco de óleo y lo ungió en presencia de sus hermanos. Y desde aquel día, el espíritu del Señor descendió sobre David.
Palabra del Señor
Salmo Responsorial 22, 1-6
R: El Señor es mi pastor, nada me puede faltar
El Señor es mi pastor, nada me puede faltar.
Él me hace descansar en verdes praderas,
me conduce a las aguas tranquilas
y repara mis fuerzas. R
Me guía por el recto sendero, por amor de su Nombre.
Aunque cruce por oscuras quebradas,
no temeré ningún mal, porque tú estás conmigo:
tu vara y tu bastón me infunden confianza. R
Tú preparas ante mí una mesa,
frente a mis enemigos;
unges con óleo mi cabeza
y mi copa rebosa. R
Tu bondad y tu gracia me acompañan
a lo largo de mi vida;
y habitaré en la Casa del Señor,
por muy largo tiempo. R
Lectura de la carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Éfeso 5, 8-14
Levántate de entre los muertos, y Cristo te iluminará
Hermanos:
Antes, ustedes eran tinieblas, pero ahora son luz en el Señor. Vivan como hijos de la luz. Ahora bien, el fruto de la luz es la bondad, la justicia y la verdad. Sepan discernir lo que agrada al Señor, y no participen de las obras estériles de las tinieblas; al contrario, pónganlas en evidencia. Es verdad que resulta vergonzoso aun mencionar las cosas que esa gente hace ocultamente. Pero cuando se las pone de manifiesto, aparecen iluminadas por la luz, porque todo lo que se pone de manifiesto es luz. Por eso se dice:
«Despiértate, tú que duermes,
levántate de entre los muertos, y Cristo te iluminará.»
Palabra del Señor
Aclamación antes del Evangelio Jn 8, 12
«Yo soy la luz del mundo,
el que me siga tendrá la luz de la Vida», dice el Señor
✠ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 11, 1-45
Yo soy la Resurrección y la Vida
Gloria a ti, Señor
Jesús vio a un hombre ciego de nacimiento. Sus discípulos le preguntaron: «Maestro, ¿quién ha pecado, él o sus padres, para que haya nacido ciego?»
«Ni él ni sus padres han pecado, respondió Jesús; nació así para que se manifiesten en él las obras de Dios.
Debemos trabajar en las obras de aquel que me envió,
mientras es de día; llega la noche, cuando nadie puede trabajar.
Mientras estoy en el mundo, soy la luz del mundo.»
Después que dijo esto, escupió en la tierra, hizo barro con la saliva y lo puso sobre los ojos del ciego, diciéndole: «Ve a lavarte a la piscina de Siloé», que significa «Enviado.»
El ciego fue, se lavó y, al regresar, ya veía.
Los vecinos y los que antes lo habían visto mendigar, se preguntaban: «¿No es este el que se sentaba a pedir limosna?»
Unos opinaban: «Es el mismo.» «No, respondían otros, es uno que se le parece.»
Él decía: «Soy realmente yo.»
Ellos le dijeron: «¿Cómo se te han abierto los ojos?»
Él respondió: «Ese hombre que se llama Jesús hizo barro, lo puso sobre mis ojos y me dijo: “Ve a lavarte a Siloé”. Yo fui, me lavé y vi.» Ellos le preguntaron: «¿Dónde está?»
Él respondió: «No lo sé.»
El que había sido ciego fue llevado ante los fariseos. Era sábado cuando Jesús hizo barro y le abrió los ojos. Los fariseos, a su vez, le preguntaron cómo había llegado a ver.
Él les respondió: «Me puso barro sobre los ojos, me lavé y veo.»
Algunos fariseos decían: «Ese hombre no viene de Dios, porque no observa el sábado.»
Otros replicaban: «¿Cómo un pecador puede hacer semejantes signos?»
Y se produjo una división entre ellos. Entonces dijeron nuevamente al ciego: «Y tú, ¿qué dices del que te abrió los ojos?»
El hombre respondió: «Es un profeta.» Sin embargo, los judíos no querían creer que ese hombre había sido ciego y que había llegado a ver, hasta que llamaron a sus padres y les preguntaron: «¿Es este el hijo de ustedes, el que dicen que nació ciego? ¿Cómo es que ahora ve?»
Sus padres respondieron: «Sabemos que es nuestro hijo y que nació ciego, pero cómo es que ahora ve y quién le abrió los ojos, no lo sabemos. Pregúntenle a él: tiene edad para responder por su cuenta.»
Sus padres dijeron esto por temor a los judíos, que ya se habían puesto de acuerdo para excluir de la sinagoga al que reconociera a Jesús como Mesías. Por esta razón dijeron: «Tiene bastante edad, pregúntenle a él.»
Los judíos llamaron por segunda vez al que había sido ciego y le dijeron: «Glorifica a Dios. Nosotros sabemos que ese hombre es un pecador.» «Yo no sé si es un pecador, respondió; lo que sé es que antes yo era ciego y ahora veo.» Ellos le preguntaron: «¿Qué te ha hecho? ¿Cómo te abrió los ojos?»
Él les respondió: «Ya se lo dije y ustedes no me han escuchado. ¿Por qué quieren oírlo de nuevo? ¿También ustedes quieren hacerse discípulos suyos?»
Ellos lo injuriaron y le dijeron: «¡Tú serás discípulo de ese hombre; nosotros somos discípulos de Moisés! Sabemos que Dios habló a Moisés, pero no sabemos de donde es este.» El hombre les respondió: «Esto es lo asombroso: que ustedes no sepan de dónde es, a pesar de que me ha abierto los ojos. Sabemos que Dios no escucha a los pecadores, pero sí al que lo honra y cumple su voluntad. Nunca se oyó decir que alguien haya abierto los ojos a un ciego de nacimiento. Si este hombre no viniera de Dios, no podría hacer nada.»
Ellos le respondieron: «Tú naciste lleno de pecado, y ¿quieres darnos lecciones?» Y lo echaron. Jesús se enteró de que lo habían echado y, al encontrarlo, le preguntó: «¿Crees en el Hijo del hombre?»
Él respondió: «¿Quién es, Señor, para que crea en él?» Jesús le dijo: «Tú lo has visto: es el que te está hablando.» Entonces él exclamó: «Creo, Señor», y se postró ante él.
Después Jesús agregó: «He venido a este mundo para un juicio: Para que vean los que no ven y queden ciegos los que ven.» Los fariseos que estaban con él oyeron esto y le dijeron: «¿Acaso también nosotros somos ciegos?»
Jesús les respondió: «Si ustedes fueran ciegos, no tendrían pecado, pero como dicen: “Vemos”, su pecado permanece.»
Palabra del Señor
Gloria a Ti, Señor Jesús
Les compartimos la reflexión del RezandoVoy.org, un proyecto de los Jesuitas de España, para este Domingo: https://www.rezandovoy.org/reproductor/2023-03-26
~ Creciendo en la Fe ~
Notas sobre las lecturas de esta semana
Cuarto Domingo de Cuaresma – Año A
El cuarto domingo de Cuaresma a menudo se conoce como Domingo de Laetare (‘Alégrate’). Su nombre deriva de las primeras palabras del antiguo Introito latino para la Misa del día: ‘Laetare Jerusalem’ (‘Alégrate, oh Jerusalén’: ver Isaías 66, 10). Ahora hemos llegado al punto medio de Cuaresma, cuando la austeridad tradicional de este tiempo se relaja en este Domingo, mientras miramos hacia la Pascua con gran esperanza.
Salmo 22 (23)
Este es un salmo de confianza en dos secciones discretas, que se enfoca en Dios como Pastor y en Dios como Anfitrión. La imagen de Dios como pastor recorre toda la Biblia (como, por ejemplo, Isaías 40, 11, Ezequiel 34, 15–31, Miqueas 7, 14). Es una noción familiar para las personas que viven en zonas rurales, en entornos semi nómada. La vara (cayado) y el bastón son herramientas cotidianas para proteger al rebaño y alejar a los depredadores.
Los reyes también están vinculados a la imagen del pastor que guía a su rebaño. David, hijo de Jesé, el joven pastor, fue ungido rey por Samuel. Jesús mismo se identificó con esta imagen también: ‘Yo soy el bien pastor” (Juan 10, 11).
La imagen de Dios como anfitrión también era poderosa. En la antigüedad, la gente tenía un gran sentido de la hospitalidad. Ser el invitado de alguien aseguraría protección de tus enemigos. Dios es el anfitrión perfecto.
Vale la pena señalar el cambio de tono en la forma en que está escrito el salmo. El salmista primero habla del Señor, pero luego más íntimamente, se dirige directamente a Dios: “Tú estás ahí…; has preparado…’.
Los primeros cristianos usaban comúnmente este salmo durante los sacramentos de iniciación: centrándose en el agua que revive a los espíritus caídos en el bautismo, la unción con aceite en la confirmación, y el banquete para la primera Eucaristía.
Evangelio ~ Jn 9, 1-41
A menudo se piensa que el capítulo 9 es la parte más dramática del Evangelio de Juan. Es parte de la sección a la que los eruditos se refieren como el «Libro de las Señales». (Juan 1, 19 a 12, 50), que se puede dividir en siete ‘episodios’ (las bodas en Caná; la curación del hijo del funcionario; la curación de un cojo; la alimentación de los 5.000; Jesús y Pedro caminando sobre el agua; la curación del ciego de nacimiento; y la resurrección de Lázaro). La historia del hombre que nació ciego comienza Episodio 6: La luz del mundo (vista y ceguera). Está vinculado a la historia del buen pastor y la fiesta judía de Hanukkah.
‘Mientras estoy en el mundo, soy la luz del mundo’.
Este es uno de los dos milagros en los que Jesús usa saliva (el otro es en Marcos 7, 33). En el mundo antiguo esto era bastante común: la saliva de un persona distinguida se pensaba que tenía propiedades curativas. Jesús tomó y usó los métodos y costumbres familiares de su tiempo.
El estanque de Siloé.
Este era el lugar donde el conducto de la ‘Fuente de la Virgen’ (el Fuente de Gihón) emergió hacia la ciudad. Como resultado, a la piscina se le dio la nombre Siloam, que significa «enviado»: refleja cómo el agua fue «enviada» a través del conducto hacia la ciudad. El estanque era uno de los hitos de Jerusalén; resultado de una de las grandes hazañas de ingeniería del mundo antiguo. En el evangelio de Juan, Jesús a menudo se refiere a sí mismo como si hubiera sido ‘enviado’; allá hay diez menciones de esto en los capítulos 7 y 8.
Y tú, un pecador de pies a cabeza desde que naciste.
Esta es la única curación en los Evangelios en la que se dice que el afligido sufre desde el momento de su nacimiento. Los judíos relacionaron el sufrimiento con el pecado, e incluso la idea del pecado prenatal no era desconocido. En la época de Jesús, los judíos creían en la pre- existencia del alma, idea procedente de Platón y los griegos. El pensamiento de los pecados de los padres recaían sobre sus hijos surge en el Antiguo Testamento: Éxodo 20, 5 y 34: 7, Números 14, 18 y también Salmo 109, 14 e Isaías 65, 7. Jesús les dice a sus discípulos que ni el hombre ni sus padres han pecado.
Ceguera física y espiritual
Aunque la curación física de este hombre fue instantánea, su curación espiritual fue un camino paulatino. El hecho de que fue ungido y lavado es simbólico del bautismo, y esta historia se usa a veces para la instrucción bautismal. Las etapas de fe por las que pasó el ciego pueden compararse con las etapas de los catecúmenos en la instrucción a medida que avanzan hacia un nivel espiritual más profundo de entendimiento y autoconocimiento.