«¡Es el Señor!»
En este tiempo pascual, vemos la fuerza de aquellos que han presenciado la resurrección. A través de ellos, también nosotros somos testigos del amor del Cristo resucitado y el poder de su resurrección, incluso en tiempos de terror y persecución.
En la primera lectura, vemos a los Apóstoles, a pesar de la amenaza de persecución, anunciando valientemente que Jesús ha resucitado.
La segunda lectura nos transporta a una visión del cielo. El autor del Apocalipsis comparte una visión donde todo el cielo y todo la creación se inclinan ante el ‘Cordero que fue sacrificado’.
Nuestro pasaje evangélico relata cómo Cristo resucitado se muestra a los discípulos junto al mar de Tiberíades, y cómo desafía a Pedro a afirmar su amor tres veces.
El Salmo es un canto de alabanza y acción de gracias que Cristo mismo y todos sus discípulos cantaban.
Quizás esta semana también nosotros podamos alabar al Señor en vista de todas las señales de Su resurrección que vemos a nuestro alrededor: el misterio de su Pasión y resurrección en nuestro mundo. También los invitamos a continuar orando por la paz en todo el mundo, y especialmente para los pueblos de Ucrania y Europa del Este.
He aquí que al amanecer Jesús se presenta en la orilla del lago; pero ellos no lo reconocen (cf. v. 4). A estos pescadores, cansados y decepcionados, el Señor les dice: «Echen la red a la derecha de la barca y encontrarán» (v. 6). Los discípulos confiaron en Jesús y el resultado fue una pesca increíblemente abundante. Es así que Juan se dirige a Pedro y dice: «Es el Señor» (v. 7). E inmediatamente Pedro se lanzó al agua y nadó hacia la orilla, hacia Jesús. En aquella exclamación: «¡Es el Señor!», está todo el entusiasmo de la fe pascual, llena de alegría y de asombro, que se opone con fuerza a la confusión, al desaliento, al sentido de impotencia que se había acumulado en el ánimo de los discípulos. La presencia de Jesús resucitado transforma todas las cosas: la oscuridad es vencida por la luz, el trabajo inútil es nuevamente fructuoso y prometedor, el sentido de cansancio y de abandono deja espacio a un nuevo impulso y a la certeza de que Él está con nosotros.
papa francisco
regina coeli, 10 de abril 2016
Lectura de los Hechos de los Apóstoles 5, 27-32. 40b-41
Nosotros somos testigos de estas cosas; nosotros y el Espíritu Santo
Cuando los Apóstoles fueron llevados al Sanedrín, el Sumo Sacerdote les dijo: «Nosotros les habíamos prohibido expresamente predicar en ese Nombre, y ustedes han llenado Jerusalén con su doctrina. ¡Así quieren hacer recaer sobre nosotros la sangre de ese hombre!»
Pedro, junto con los Apóstoles, respondió: «Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres. El Dios de nuestros padres ha resucitado a Jesús, al que ustedes hicieron morir suspendiéndolo del patíbulo. A Él, Dios lo exaltó con su poder, haciéndolo Jefe y Salvador, a fin de conceder a Israel la conversión y el perdón de los pecados.
Nosotros somos testigos de estas cosas, nosotros y el Espíritu Santo que Dios ha enviado a los que le obedecen.»
Después de hacerlos azotar, les prohibieron hablar en el nombre de Jesús y los soltaron. Los Apóstoles, por su parte, salieron del Sanedrín, dichosos de haber sido considerados dignos de padecer por el Nombre de Jesús.
Palabra del Señor
Salmo Responsorial 29, 2. 4-6. 11-12a. 13b
R: Yo te glorifico, Señor, porque Tú me libraste
Yo te glorifico, Señor, porque Tú me libraste
y no quisiste que mis enemigos se rieran de mí.
Tú, Señor, me levantaste del Abismo y me hiciste revivir,
cuando estaba entre los que bajan al sepulcro. R
Canten al Señor, sus fieles; den gracias a su santo Nombre,
porque su enojo dura un instante, y su bondad, toda la vida:
si por la noche se derraman lágrimas,
por la mañana renace la alegría. R
«Escucha, Señor, ten piedad de mí;
ven a ayudarme, Señor.»
Tú convertiste mi lamento en júbilo.
¡Señor, Dios mío, te daré gracias eternamente! R
Lectura del libro del Apocalipsis 5, 11-14
El Cordero que ha sido inmolado es digno de recibir el poder y la riqueza
Yo, Juan, oí la voz de una multitud de Angeles que estaban alrededor del trono, de los Seres Vivientes y de los Ancianos. Su número se contaba por miles y millones, y exclamaban con voz potente:
«El Cordero que ha sido inmolado
es digno de recibir el poder y la riqueza,
la sabiduría, la fuerza y el honor, la gloria y la alabanza.»
También oí que todas las criaturas que están en el cielo, sobre la tierra, debajo de ella y en el mar, y todo lo que hay en ellos, decían:
«Al que está sentado sobre el trono y al Cordero,
alabanza, honor, gloria y poder,
por los siglos de los siglos.»
Los cuatro Seres Vivientes decían: «¡Amén!», y los Ancianos se postraron en actitud de adoración.
Palabra del Señor
Aleluya
Resucitó Cristo, que creó todas las cosas
y tuvo misericordia de su pueblo.
✠ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 21, 1-19
Jesús se acercó, tomó el pan, y se lo dio, e hizo lo mismo con el pescado
Jesús resucitado se apareció otra vez a los discípulos a orillas del mar de Tiberíades.
Sucedió así: estaban juntos Simón Pedro, Tomás, llamado el Mellizo, Natanael, el de Caná de Galilea, los hijos de Zebedeo y otros dos discípulos.
Simón Pedro les dijo: «Voy a pescar.» Ellos le respondieron: «Vamos también nosotros.»
Salieron y subieron a la barca. Pero esa noche no pescaron nada.
Al amanecer, Jesús estaba en la orilla, aunque los discípulos no sabían que era él. Jesús les dijo: «Muchachos, ¿tienen algo para comer?»
Ellos respondieron: «No.»
Él les dijo: «Tiren la red a la derecha de la barca y encontrarán.»
Ellos la tiraron y se llenó tanto de peces que no podían arrastrarla. El discípulo al que Jesús amaba dijo a Pedro: «¡Es el Señor!»
Cuando Simón Pedro oyó que era el Señor, se ciñó la túnica, que era lo único que llevaba puesto, y se tiró al agua. Los otros discípulos fueron en la barca, arrastrando la red con los peces, porque estaban sólo a unos cien metros de la orilla.
Al bajar a tierra vieron que había fuego preparado, un pescado sobre las brasas y pan. Jesús les dijo: «Traigan algunos de los pescados que acaban de sacar.»
Simón Pedro subió a la barca y sacó la red a tierra, llena de peces grandes: eran ciento cincuenta y tres y, a pesar de ser tantos, la red no se rompió. Jesús les dijo: «Vengan a comer.»
Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: «¿Quién eres?», porque sabían que era el Señor. Jesús se acercó, tomó el pan y se lo dio, e hizo lo mismo con el pescado.
Ésta fue la tercera vez que Jesús resucitado se apareció a sus discípulos.
Después de comer, Jesús dijo a Simón Pedro: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos?»
Él le respondió: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero.»
Jesús le dijo: «Apacienta mis corderos.» Le volvió a decir por segunda vez: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas?»
Él le respondió: «Sí, Señor, sabes que te quiero.» Jesús le dijo: «Apacienta mis ovejas.» Le preguntó por tercera vez: «Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?»
Pedro se entristeció de que por tercera vez le preguntara si lo quería, y le dijo: «Señor, tú lo sabes todo; sabes que te quiero.»
Jesús le dijo: «Apacienta mis ovejas.
Te aseguro que cuando eras joven
tú mismo te vestías
e ibas a donde querías.
Pero cuando seas viejo,
extenderás tus brazos,
y otro te atará y te llevará a donde no quieras.»
De esta manera, indicaba con qué muerte Pedro debía glorificar a Dios. Y después de hablar así, le dijo: «Sígueme.»
Te invitamos a escuchar la reflexión de RezandoVoy.org, un proyecto de los Jesuitas de España, para este Domingo: https://www.rezandovoy.org/reproductor/2022-05-01
~ Creciendo en la Fe ~
Notas sobre las lecturas de la semana
Segunda Lectura ~ Ap 5, 11-14
El Apocalipsis – una palabra griega que significa Revelación, y es a menudo nombrada como tal – es el último libro de la Biblia. Probablemente fue escrito alrededor del 85-90 d.C. por Juan, Apóstol o un grupo de personas muy familiarizadas con sus escritos: los eruditos no están seguros.
Los escritos apocalípticos son misteriosas revelaciones contadas por ángeles. Aquí el libro pinta una serie de visiones, llenas de simbolismo que a menudo es difícil de comprender. Habla de lo que sucederá en el futuro ayudándonos a tomar sentido del pasado, narrando la lucha entre el bien y el mal y la victoria final de Cristo. Fue una fuente de consuelo para los primeros cristianos en un momento de persecución por parte de las autoridades romanas.
En este pasaje, Juan habla de una visión de un innumerable cantidad de ángeles, ancianos y animales alabando al Cordero – el único en cielo que puede abrir ‘el sello’, un registro del plan de Dios para el fin de los tiempos (Apocalipsis 5, 5). Él es el Mesías, que ha vencido a la muerte y todavía lleva las marcas de su martirio. A menudo se ha equiparado a Cristo con un cordero, como en Isaías 53, 7, leído durante la liturgia del Viernes Santo: “Nunca abrió la boca, como un cordero que es llevado al matadero”.
En una escena que recuerda el honor otorgado a un emperador romano, este gran número de seres atestiguan la dignidad de Cristo para leer el plan de Dios; él es digno de siete honores. Los primeros cuatro: poder, riquezas, sabiduría y fuerza – se refieren a su dominio, mientras que los tres últimos – honor, gloria y bendición – confirma la adoración de los presentes ese día.
Toda la creación afirman que el Uno, que es el Dios Creador y el Cordero, están en pie de igualdad. San Pablo se refiere a la gloria y al poder alabado aquí en su carta a los Romanos: ‘Creo que lo que sufrimos en este la vida nunca puede compararse con la gloria, aún no revelada, que nos espera. Toda la creación espera ansiosamente que Dios le revele a sus hijos y hijas’ (Romanos 8, 18–20).
Todas las criaturas del cielo y de la tierra están de acuerdo: ¡Amén, es verdad! ¡Que así sea!
Evangelio ~ Jn 21, 1-19
Jesús Resucitado aparece junto al Mar de Tiberíades
Fue junto al Mar de Tiberíades
También conocido como el Mar de Galilea, este fue también el lugar de la alimentación de los 5.000 (Juan 6). Está situado a 80 millas al norte de Jerusalén, mientras que Lucas 24 y Juan 20 coloca las apariciones de Jesús en o alrededor de la misma Jerusalén.
No pescaron nada esa noche … Ya era de día
La oposición de la noche y el día es típica del Evangelio de Juan. El Señor resucitado, la luz del mundo, aparece al amanecer.
Simón Pedro, que no tenía prácticamente nada…
Muchos eruditos se han preguntado por qué Pedro debería ponerse su capa para saltar al agua. ya que difícilmente haría el nadar más fácil. Aunque no podemos estar seguros, la explicación podría ser que los judíos eran muy sensibles a saludar a los demás cuando usban ropa inadecuada. El evento es típico del carácter impetuoso de Pedro como leemos en los evangelios.
El desayuno en la playa
Podemos recordar otros episodios de los evangelios donde ocurren hechos significativos alrededor la fracción del pan y el consumo de pescado, en particular la alimentación de los 5.000 y la comida en Emaús. La instrucción de traer algo de su captura es un símbolo del apostolado de los discípulos, la misión de atraer a la gente a Jesús. Los peces capturados esa mañana no eran necesarios, ya que Jesús estaba cocinando algunos. Jesús aparentemente no come, sino que da la comida a los discípulos. Este pasaje tiene claros tintes eucarísticos.
Ciento cincuenta y tres peces
Mucho se ha escrito sobre el significado de este número, pero nada se ha determinado. Puede ser el número de especies conocidas en ese momento, lo que a su vez indican que Jesús llama a todas las personas hacia Él.
Simón Pedro… ¿me amas?
Jesús hace esta pregunta tres veces. Generalmente se piensa que al hacerlo, Él le da a Pedro la oportunidad de enmendar su triple negación (Juan 18, 15– 18, 25–27). Éste escena, que se desarrolla alrededor de una fogata, refuerza esta relación.
Cuando seas viejo, extenderás tu mano
Además del significado literal de las palabras, algunos comentaristas también ven en este frase una referencia a la crucifixión. Pedro, según la tradición, fue crucificado al revés en el reinado del emperador Nerón alrededor del año 65 d.C.