Lecturas del Domingo II del Tiempo de Pascua (Ciclo C) (Domingo de la Divina Misericordia)

‘¡La paz esté con ustedes!’

La efusión del amor y la misericordia de Dios fluye a lo largo de la liturgia de este domingo. La alegría de la resurrección que celebramos en este tiempo pascual resuena en las palabras de alabanza que repetimos con júbilo en el salmo de hoy: “Den gracias al Señor porque es bueno, porque es eterno su amor”. Nos recuerda que en medio de tiempos oscuros y desafiantes, la presencia de Cristo resucitado es un consuelo en nuestra angustia.
En la Primera Lectura, escuchamos cómo la Iglesia primitiva, llena del Espíritu Santo, se reúne para adorar, trayendo la sanación del Señor resucitado a todos los que la buscan.
San Juan, escribiendo desde el lugar donde fue encarcelado por sus creencias, describe una visión del amor vivo e infinito de Dios (Segunda Lectura). Cristo resucitado es el Alfa y la Omega: el Eterno está con nosotros, animándonos a no tener miedo.
Poco después de la muerte y resurrección de Jesús, los discípulos se esconden, temerosos de lo que les pueda pasar (Evangelio). Jesús aparece entre ellos en medio de su miedo, su presencia les trae paz. Tomás no está allí y no puede creer lo que le dicen. Ocho días después, Jesús vuelve a estar entre ellos y la realidad de la resurrección también se le revela a Tomás.
Hoy, Jesús está a nuestro lado, sacándonos con ternura de la duda y la incredulidad. Él ha soplado su Espíritu Santo sobre nosotros. Así como envió a sus discípulos hace dos mil años, hoy nos envía a nosotros para traer paz y sanación a un mundo herido y fracturado. Oremos por esa paz que solo Cristo puede traer, en nuestros corazones, en nuestras comunidades y en nuestro mundo. En este momento recordamos especialmente a nuestros hermanos de Ucrania y Europa del Este.

Tocar las llagas de Jesús, que son los tantos problemas, las dificultades, las persecuciones, las enfermedades de tanta gente que sufre. ¿Tú no estás en paz?, Ve, ve a visitar a alguien que es símbolo de la llaga de Jesús, toca la llaga de Jesús. De esas llagas brota la misericordia. Por eso hoy es el domingo de la misericordia. Un santo decía que el cuerpo de Jesús crucificado es como un saco de misericordia, que a través de las llagas viene hacia todos nosotros. Todos nosotros necesitamos de la misericordia, lo sabemos. Acerquémonos a Jesús y toquemos sus llagas, en nuestros hermanos que sufren. Las heridas de Jesús son un tesoro: de ellas brota la misericordia. Seamos valerosos y toquemos las llagas de Jesús.

papa francisco
regina coeli, 28 de abril 2019

Lectura de los Hechos de los Apóstoles 5, 12-16
Aumentaba cada vez más el número de los que creían en el Señor, tantos hombres como mujeres

Los Apóstoles hacían muchos signos y prodigios en el pueblo. Todos solían congregarse unidos en un mismo espíritu, bajo el pórtico de Salomón, pero ningún otro se atrevía a unirse al grupo de los Apóstoles, aunque el pueblo hablaba muy bien de ellos.
Aumentaba cada vez más el número de los que creían en el Señor, tanto hombres como mujeres. Y hasta sacaban a los enfermos a las calles, poniéndolos en catres y camillas, para que cuando Pedro pasara, por lo menos su sombra cubriera a alguno de ellos. La multitud acudía también de las ciudades vecinas a Jerusalén, trayendo enfermos o poseídos por espíritus impuros, y todos quedaban curados.

Palabra del Señor

Salmo Responsorial 117, 2-4. 22. 27a
R: ¡Den gracias al Señor porque es bueno, porque es eterno su amor!

Que lo diga el pueblo de Israel:
¡es eterno su amor!
Que lo diga la familia de Aarón:
¡es eterno su amor!
Que lo digan los que temen al Señor:
¡es eterno su amor! R

La piedra que desecharon los constructores
es ahora la piedra angular.
Esto ha sido hecho por el Señor
y es admirable a nuestros ojos.
Este es el día que hizo el Señor:
alegrémonos y regocijémonos en Él. R

Sálvanos, Señor, asegúranos la prosperidad.
¡Bendito el que viene en nombre del Señor!
Nosotros los bendecimos desde la Casa del Señor:
el Señor es Dios, y Él nos ilumina. R

Lectura del libro del Apocalipsis 1, 9-11a. 12-13. 17-19
Estuve muerto, pero ahora vivo para siempre

Yo, Juan, hermano de ustedes, con quienes comparto las tribulaciones, el Reino y la espera perseverante en Jesús, estaba exiliado en la isla de Patmos, a causa de la Palabra de Dios y del testimonio de Jesús. El Día del Señor fui arrebatado por el Espíritu y oí detrás de mí una voz fuerte como una trompeta, que decía: «Escribe en un libro lo que ahora vas a ver, y mándalo a las siete iglesias: a Efeso, a Esmirna, a Pérgamo, a Tiatira, a Sardes, a Filadelfia y a Laodicea.»
Me di vuelta para ver de quién era esa voz que me hablaba, y vi siete candelabros de oro, y en medio de ellos, a alguien semejante a un Hijo de hombre, revestido de una larga túnica que estaba ceñida a su pecho con una faja de oro. Su cabeza y sus cabellos tenían la blancura de la lana y de la nieve; sus ojos parecían llamas de fuego; sus pies, bronce fundido en el crisol; y su voz era como el estruendo de grandes cataratas. En su mano derecha tenía siete estrellas; de su boca salía una espada de doble filo; y su rostro era como el sol cuando brilla con toda su fuerza.
Al ver esto, caí a sus pies, como muerto, pero él, tocándome con su mano derecha, me dijo: «No temas: yo soy el Primero y el Último, el Viviente. Estuve muerto, pero ahora vivo para siempre y tengo la llave de la Muerte y del Abismo. Escribe lo que has visto, lo que sucede ahora y lo que sucederá en el futuro.»

Palabra del Señor

Aleluya Jn 20, 29
«Ahora crees, Tomás, porque me has visto.
¡Felices los que creen sin haber visto!», dice el Señor

✠ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 20, 19-31
Ocho días más tarde, apareció Jesús

Al atardecer de ese mismo día, el primero de la semana, estando cerradas las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, por temor a los judíos, llegó Jesús y poniéndose en medio de ellos, les dijo: «¡La paz esté con ustedes!»
Mientras decía esto, les mostró sus manos y su costado. Los discípulos se llenaron de alegría cuando vieron al Señor.
Jesús les dijo de nuevo: «¡La paz esté con ustedes!
Como el Padre me envió a mí,
yo también los envío a ustedes.»
Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió:
«Reciban el Espíritu Santo.
Los pecados serán perdonados
a los que ustedes se los perdonen,
y serán retenidos
a los que ustedes se los retengan.»
Tomás, uno de los Doce, de sobrenombre el Mellizo, no estaba con ellos cuando llegó Jesús. Los otros discípulos le dijeron: «¡Hemos visto al Señor!»
Él les respondió: «Si no veo la marca de los clavos en sus manos, si no pongo el dedo en el lugar de los clavos y la mano en su costado, no lo creeré.»
Ocho días más tarde, estaban de nuevo los discípulos reunidos en la casa, y estaba con ellos Tomás. Entonces apareció Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio de ellos y les dijo: «¡La paz esté con ustedes!»
Luego dijo a Tomás: «Trae aquí tu dedo: aquí están mis manos. Acerca tu mano: Métela en mi costado. En adelante no seas incrédulo, sino hombre de fe.»
Tomás respondió: «¡Señor mío y Dios mío!»
Jesús le dijo:
«Ahora crees, porque me has visto.
¡Felices los que creen sin haber visto!»
Jesús realizó además muchos otros signos en presencia de sus discípulos, que no se encuentran relatados en este Libro. Estos han sido escritos para que ustedes crean que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y creyendo, tengan Vida en su Nombre.

Los invitamos a escuchar la reflexión de RezandoVoy.org, un proyecto de los Jesuitas de España, para este Domingo: https://www.rezandovoy.org/reproductor/2022-04-24

~ Creciendo en la Fe ~
Notas sobre las lecturas de esta semana

El domingo después de Pascua es celebrado como la Fiesta de la Divina Misericordia por la Iglesia Católica Romana y algunas otras iglesias desde el año 2000. En este día estamos llamados a reflexionar de manera mas personal sobre la vida, muerte y resurrección de Jesús y las bendiciones que hemos recibido. Esta fiesta se centra en la compasión de Dios, recordándonos que el Señor resucitado nos ofrece el amor que perdona, reconcilia, y reabre nuestros propios corazones al amor.

Salmo 117 (118)

Este salmo se usó por primera vez para la Liturgia de Acción de Gracias durante el Fiesta de los Tabernáculos (Sukkot) que tenía una semana de duración. En ese momento, pequeñas cabañas o tiendas de campaña (sukot) hechas de ramas recordaban las frágiles viviendas ocupadas por el pueblo durante sus 40 años de éxodo en el desierto luego de la esclavitud en Egipto. Un festival muy alegre de siete días de duración cuando la gente bailaba alrededor del altar agitando ramas, regocijándose de que ‘la diestra del Señor ha triunfado’. Ahora no morirían, sino que vivirían para ‘contar sus obras’.
El salmo se construye como una forma de diálogo donde diferentes grupos alaban al Señor por turnos: los hijos de Israel (el pueblo en general); los hijos de Aarón (los sacerdotes); y los que temen al Señor (quizás los que creen en Dios, pero no son judíos). El amor de Dios no tiene fin.
Jesús habría cantado este salmo todos los años mientras estuvo en la tierra, porque es uno de los salmos que se cantan al final de la cena de Pascua. Mateo, Marcos y Lucas vieron a Jesús la piedra rechazada por los constructores (Mateo 21, 42): Él quien se convertiría en la piedra angular de la iglesia Cristiana.

Evangelio ~ Jn 20, 19-31

Las puertas estaban cerradas por miedo a los judíos.
Los discípulos probablemente se reunieron en el aposento alto donde habían comido la Última Cena con el Señor. Sabiendo que, como seguidores de Jesús los judíos les serían hostiles, temían también ser arrestados y ejecutados.

‘La paz esté con ustedes’
Jesús da este saludo muy normal en Medio Oriente en esta instancia y ocho días después, mientras muestra a sus discípulos las heridas de la crucifixión. Este saludo familiar transmite más que la paz y puede traducirse como ‘Que Dios te dé todo bien’.

‘Como me envió el Padre, así los envío yo
Con estas palabras, Jesús encargó a los discípulos a que continuaran su ministerio. Al volver Jesús al Padre, necesita que la Iglesia lleve su mensaje a la gente. La Iglesia es el “Cuerpo de Cristo” (Efesios 1, 23; 1 Corintios 12, 12) La Iglesia, a su vez, no puede funcionar sin Jesús, que es el poder y la autoridad detrás del mensaje que debe llevar al mundo. Así como Jesús salió al mundo en amor y obediencia al Padre, también lo deben hacer sus discípulos – la Iglesia – llevando el mensaje de la Buena Noticia en perfecto amor y obediencia a Dios.

Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: “Reciban el Espíritu Santo”.
Los discípulos reciben el Espíritu Santo en esta aparición de Jesús Resucitado. La descripción de san Juan de las acciones de Jesús recuerdan la historia de la creación, como Dios sopló vida en las narices del hombre que había formado (Génesis 2, 7), y de Ezequiel en el valle de los huesos secos cuando escucha a Dios decir ‘Ven… Oh aliento, y sopla sobre estos muertos; déjalos vivir’. (Ezequiel 37, 9)

‘Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan’.
Algunos eruditos piensan que esto puede ser una referencia al bautismo de arrepentimiento que Juan el Bautista dispensó, un signo tradicional de limpieza. Otros piensan que estas palabras perfilan el deber de la Iglesia de anunciar el perdón de Dios a los que se arrepienten.

‘A menos que vea los agujeros en sus manos… no lo creeré.
Tomás, que dudaba de la resurrección de Jesús, está con los discípulos cuando Jesús se les aparece por segunda vez. Jesús ahora le ofrece a Tomás la prueba que necesita para creer lo que los otros discípulos le han dicho.

¡’Señor mío y Dios mío’!
Tomás representa a aquellos que son totalmente honestos en su duda o incredulidad. En este relato, no se nos dice si realmente tocó las heridas de Jesús o no, sino sólo que ahora puede hacer su declaración de fe de manera radical.

fuente: https://stbeunosoutreach.wordpress.com/

[También] nuestras miradas son incrédulas en esta Pascua de guerra. Hemos visto demasiada sangre, demasiada violencia. También nuestros corazones se llenaron de miedo y angustia, mientras tantos de nuestros hermanos y hermanas tuvieron que esconderse para defenderse de las bombas. Nos cuesta creer que Jesús verdaderamente haya resucitado, que verdaderamente haya vencido a la muerte.
¿Será tal vez una ilusión, un fruto de nuestra imaginación?
No, no es una ilusión. Hoy más que nunca resuena el anuncio pascual tan querido para el Oriente cristiano: «¡Cristo ha resucitado! ¡Verdaderamente ha resucitado!». Hoy más que nunca tenemos necesidad de Él, al final de una Cuaresma que parece no querer terminar.

[….]
Necesitamos al Crucificado Resucitado para creer en la victoria del amor, para esperar en la reconciliación.
Hoy más que nunca lo necesitamos a Él, para que poniéndose en medio de nosotros nos vuelva a decir:
«¡La paz esté con ustedes!».

Papa Francisco
«Urbi et Orbi»
17 de abril 2022

Escrito por

El lugar de encuentro de los Católicos latinos en Bangkok... de la mano de Cristo y bajo el amparo de María ... celebrando la fe en comunidad desde el 2002 ...

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