Lecturas del Domingo II del Tiempo de Pascua (B) ~ «Domingo de la Divina Misericordia»

¡Creyentes unidos, de corazón y alma!

Nos reunimos hoy como los primeros creyentes, orando por la unidad de corazón y alma. Con nuestros hermanos cristianos, celebramos la resurrección del Señor Jesús, el Señor de la vida.

En la primera lectura, escuchamos cómo la fe en la resurrección da frutos en la vida de los discípulos: los une como comunidad, unidos en la fe y el amor en la acción. El testimonio de los apóstoles es la piedra angular del crecimiento de la iglesia primitiva.

En la segunda lectura, sin embargo, Juan necesita recordarle a una comunidad cristiana primitiva que valore la naturaleza encarnacional de Cristo y la importancia de una fe viva y profunda. Esto tiene consecuencias prácticas en términos de amor a Dios y al prójimo. A veces nos impone exigencias desafiantes.

El Salmo es un cántico de acción de gracias y forma una oración de agradecimiento que se sienta fácilmente en los labios del Señor resucitado.

El Evangelio relata la aparición de Jesús a los discípulos, quienes se alegran de su presencia. Reciben a través de él el don de el Espíritu Santo y se les da su misión. Una semana más tarde, el Señor se aparece de nuevo al antes ausente Tomás, provocando su magnífica confesión: «¡Señor mío y Dios mío»!

Hoy, domingo de la Divina Misericordia, roguemos al Padre por el poder del Espíritu Santo, para que pueda entregarnos diariamente a la misericordia de Dios.

Pintura original por Eugeniusz Kazimirowski (1934)

Hoy, el amor desarmado y desarmante de Jesús resucita el corazón del discípulo. Que también nosotros, como el apóstol Tomás, acojamos la misericordia, salvación del mundo, y seamos misericordiosos con el que es más débil.
Sólo así reconstruiremos un mundo nuevo.

Papa Francisco
Santa Misa de la Divina Misericordia, 19 de abril 2020

Lectura de los Hechos de los Apóstoles 4, 32-35 
Un sólo corazón y una sola alma

La multitud de los creyentes tenía un solo corazón y una sola alma. Nadie consideraba sus bienes como propios, sino que todo era común entre ellos.
Los Apóstoles daban testimonio con mucho poder de la resurrección del Señor Jesús y gozaban de gran estima.
Ninguno padecía necesidad, porque todos los que poseían tierras o casas las vendían y ponían el dinero a disposición de los Apóstoles, para que se distribuyera a cada uno según sus necesidades.

Palabra del Señor

Salmo Responsorial– 117, 2-4.16-18.22-24 
R: ¡Den gracias al Señor, porque es bueno, porque es eterno su amor!

Que lo diga el pueblo de Israel:
¡es eterno su amor!
Que lo diga la familia de Aarón:
¡es eterno su amor!
Que lo digan los que temen al Señor:
¡es eterno su amor! R

«La mano del Señor es sublime,
la mano del Señor hace proezas».
No, no moriré:
viviré para publicar lo que hizo el Señor.
El Señor me castigó duramente,
pero no me entregó a la muerte. R

La piedra que desecharon los constructores
es ahora la piedra angular.
Esto ha sido hecho por el Señor
y es admirable a nuestros ojos.
Este es el día que hizo el Señor:
alegrémonos y regocijémonos en él. R

Lectura de la primera carta de San Juan 5, 1-6 
El que ha nacido de Dios vence al mundo

Queridos hermanos:
El que cree que Jesús es el Cristo
ha nacido de Dios;
y el que ama al Padre
ama también al que ha nacido de Él.
La señal de que amamos a los hijos de Dios
es que amamos a Dios
y cumplimos sus mandamientos.
El amor a Dios consiste en cumplir sus mandamientos,
y sus mandamientos no son una carga,
porque el que ha nacido de Dios, vence al mundo.
Y la victoria que triunfa sobre el mundo es nuestra fe.
¿Quién es el que vence al mundo,
sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?
Jesucristo vino por el agua y por la sangre;
no solamente con el agua,
sino con el agua y con la sangre.
Y el Espíritu da testimonio
porque el Espíritu es la verdad.

Palabra del Señor

Aleluya Jn 20, 29
«Ahora crees, Tomás, porque me has visto.
¡Felices los que creen sin haber visto!» , dice el Señor

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según San Juan 20, 19-31
Ocho días más tarde, apareció Jesús

Al atardecer de ese mismo día, el primero de la semana, estando cerradas las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, por temor a los judíos, llegó Jesús y poniéndose en medio de ellos, les dijo: «¡La paz esté con ustedes!».
Mientras decía esto, les mostró sus manos y su costado. Los discípulos se llenaron de alegría cuando vieron al Señor. Jesús les dijo de nuevo:
«¡La paz esté con ustedes!
Como el Padre me envió a mí,
yo también los envío a ustedes».
Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió:
«Reciban el Espíritu Santo.
Los pecados serán perdonados
a los que ustedes se los perdonen,
y serán retenidos a los que ustedes se los retengan».
Tomás, uno de los Doce, de sobrenombre el Mellizo, no estaba con ellos cuando llegó Jesús. Los otros discípulos le dijeron: «¡Hemos visto al Señor!».
Él les respondió: «Si no veo la marca de los clavos en sus manos, si no pongo el dedo en el lugar de los clavos y la mano en su costado, no lo creeré».
Ocho días más tarde, estaban de nuevo los discípulos reunidos en la casa, y estaba con ellos Tomás. Entonces apareció Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio de ellos y les dijo: «¡La paz esté con ustedes!».
Luego dijo a Tomás: «Trae aquí tu dedo: aquí están mis manos. Acerca tu mano: métela en mi costado. En adelante no seas incrédulo, sino hombre de fe».
Tomás respondió: «¡Señor mío y Dios mío!».
Jesús le dijo:
«Ahora crees, porque me has visto.
¡Felices los que creen sin haber visto!»
Jesús realizó además muchos otros signos en presencia de sus discípulos, que no se encuentran relatados en este Libro. Estos han sido escritos para que ustedes crean que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y creyendo, tengan Vida en su Nombre.

Les compartimos la reflexión de RezandoVoy.org, un proyecto de los Jesuitas de España, para este Domingo de la Divina Misericordia: https://rezandovoy.org/reproductor/oracion/2021-04-11

Origen de la Fiesta de la Divina Misericordia

La fiesta de la Misericordia se celebra el primer domingo después de Pascua, que es el segundo domingo de Pascua, que actualmente se conoce como el Domingo de la Divina Misericordia. La inscribió primero en el calendario litúrgico el cardenal Francisco Macharski para su Arquidiócesis de Cracovia (1985) y a continuación algunos obispos polacos lo hicieron en sus diócesis.

A petición del Episcopado de Polonia, el Papa san Juan Pablo II, en 1995, instituyó esta fiesta en todas las diócesis de Polonia. El día de la canonización de Sor Faustina, el 30 de abril de 2000, el Papa instituyó esta fiesta para toda la Iglesia.

La inspiración que condujo a la institución de esta fiesta en la Iglesia procedía del deseo que Jesús había comunicado a Sor Faustina. Jesús le dijo: Deseo que el primer domingo después de la Pascua de Resurrección sea la Fiesta de la Misericordia (Diario 299). Deseo que la Fiesta de la Misericordia sea refugio y amparo para todas las almas y, especialmente, para los pobres pecadores. Ese día están abiertas las entrañas de Mi misericordia. Derramo todo un mar de gracias sobre las almas que se acercan al manantial de Mi misericordia. El alma que se confiese y reciba la Santa Comunión obtendrá el perdón total de las culpas y de las penas. En ese día están abiertas todas las compuertas divinas a través de las cuales fluyen las gracias (Diario 699).

En diversas apariciones, el Señor reveló, no sólo cuándo había que celebrarse la fiesta en el calendario litúrgico de la Iglesia, sino también el motivo y el propósito de su institución, cómo preparar la fiesta, cómo debía ser su celebración y habló también de las grandes promesas asociadas con la fiesta.

fuente: https://www.santafaustina.es/la-fiesta-de-la-misericordia/

Escrito por

El lugar de encuentro de los Católicos latinos en Bangkok... de la mano de Cristo y bajo el amparo de María ... celebrando la fe en comunidad desde el 2002 ...

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