El Señor es compasión y amor
Las lecturas de esta semana hablan del perdón, instándonos a perdonar a los demás como Dios nos perdona a nosotros. Dios nos ama incondicionalmente. No hay límite para ese perdón, siempre que nosotros mismos mostremos perdón a los demás y no nos aferremos a ningún agravio.
La primera lectura nos dirige a recordar y vivir de acuerdo con los mandamientos, y especialmente a no guardar rencor contra nuestro prójimo. Se nos insta a dejar ir cualquier ira, odio o resentimiento.
El salmo está lleno de alabanza y acción de gracias al Señor. Habla de la fuerza del amor del Señor por nosotros, así como de su misericordia; su perdón y su amor no tienen fin.
En la segunda lectura, escuchamos cómo la forma en que vivimos nuestras vidas afecta a unos y a otros. A través de la vida, muerte y resurrección de Cristo, nos ha mostrado que le pertenecemos tanto en la vida como en la muerte, a menos que decidamos alejarnos.
La parábola del siervo que no perdona en el Evangelio enfatiza el mensaje del perdón. Siempre que perdonemos a los demás con total sinceridad, Dios mostrará compasión por nosotros. Mientras nos arrepintamos, Él perdonará nuestros pecados un infinito número de veces.
Durante la próxima semana, oremos los unos por los otros y demos la bienvenida al regalo del perdón de Dios, junto con la curación, la reconciliación y la restauración de cualquier relación rota que conlleve.

Papa Francisco, Ángelus 17 de septiembre 2017
Lectura del libro del Eclesiástico 27, 30–28, 7
Perdona el agravio a tu prójimo y entonces, cuando ores, serán absueltos tus pecados
El rencor y la ira son abominables, y ambas cosas son patrimonio del pecador.
El hombre vengativo sufrirá la venganza del Señor, que llevará cuenta exacta de todos sus pecados.
Perdona el agravio a tu prójimo y entonces, cuando ores, serán absueltos tus pecados.
Si un hombre mantiene su enojo contra otro, ¿cómo pretende que el Señor lo sane?
No tiene piedad de un hombre semejante a él ¡y se atreve a implorar por sus pecados!
Él, un simple mortal, guarda rencor: ¿quién le perdonará sus pecados?
Acuérdate del fin, y deja de odiar; piensa en la corrupción y en la muerte, y sé fiel a los mandamientos; acuérdate de los mandamientos, y no guardes rencor a tu prójimo; piensa en la Alianza del Altísimo, y pasa por alto la ofensa.
Palabra del Señor
Salmo Responsorial 102, 1-4. 9-12
R: El Señor es bondadoso y compasivo
Bendice al Señor, alma mía,
que todo mi ser bendiga a su santo Nombre;
bendice al Señor, alma mía,
y nunca olvides sus beneficios. R
Él perdona todas tus culpas
y cura todas tus dolencias;
rescata tu vida del sepulcro,
te corona de amor y de ternura. R
No acusa de manera inapelable
ni guarda rencor eternamente;
no nos trata según nuestros pecados
ni nos paga conforme a nuestras culpas. R
Cuanto se alza el cielo sobre la tierra,
así de inmenso es su amor por los que lo temen;
cuanto dista el oriente del occidente,
así aparta de nosotros nuestros pecados. R
Lectura de la carta del Apóstol San Pablo a los cristianos de Roma 14, 7-9
Tanto en la vida como en la muerte, pertenecemos al Señor
Hermanos:
Ninguno de nosotros vive para sí, ni tampoco muere para sí. Si vivimos, vivimos para el Señor, y si morimos, morimos para el Señor: tanto en la vida como en la muerte, pertenecemos al Señor. Porque Cristo murió y volvió a la vida para ser Señor de los vivos y de los muertos.
Palabra del Señor
Aleluya Jn 13, 34
«Les doy un mandamiento nuevo:
ámense los unos a los otros, así como Yo los he amado»,
dice el Señor.
✠ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 18, 21-25
No perdones sólo siete veces, sino setenta veces siete
Se acercó Pedro y le dijo: «Señor, ¿cuántas veces tendré que perdonar a mi hermano las ofensas que me haga? ¿Hasta siete veces?».
Jesús le respondió: «No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.
Por eso, el Reino de los Cielos se parece a un rey que quiso arreglar las cuentas con sus servidores. Comenzada la tarea, le presentaron a uno que debía diez mil talentos. Como no podía pagar, el rey mandó que fuera vendido junto con su mujer, sus hijos y todo lo que tenía, para saldar la deuda. El servidor se arrojó a sus pies, diciéndole: Señor, dame un plazo y te pagaré todo. El rey se compadeció, lo dejó ir y, además, le perdonó la deuda.
Al salir, este servidor encontró a uno de sus compañeros que le debía cien denarios y, tomándolo del cuello hasta ahogarlo, le dijo: Págame lo que me debes. El otro se arrojó a sus pies y le suplicó: Dame un plazo y te pagaré la deuda. Pero él no quiso, sino que lo hizo poner en la cárcel hasta que pagara lo que debía.
Los demás servidores, al ver lo que había sucedido, se apenaron mucho y fueron a contarlo a su señor. Este lo mandó llamar y le dijo: ¡Miserable! Me suplicaste, y te perdoné la deuda. ¿No debías también tú tener compasión de tu compañero, como yo me compadecí de ti?. E indignado, el rey lo entregó en manos de los verdugos hasta que pagara todo lo que debía.
Lo mismo hará también mi Padre celestial con ustedes, si no perdonan de corazón a sus hermanos».
Te invitamos a escuchar la reflexión de RezandoVoy, un proyecto de los Jesuitas de España: https://rezandovoy.org/reproductor/oracion/2020-09-13