La alegría nos embarga en este sábado, vísperas del III Domingo de Adviento, o Domingo de Gaudete, que significa “regocíjense”… este alto en el camino de Adviento, la alegría permea la celebración de hoy recordando que el Señor ya está a las puertas, que el milagro, el misterio de la Encarnación está cada vez mas cerca. Y en este clima de alegría hoy honramos a quien llevó en su seno a la Luz del Mundo, la Santísima Virgen María, bajo la advocación de Nuestra Señora de Guadalupe, Emperatriz de América.
Hoy queridos hermanos, hacemos memoria, cimentando así nuestra propia identidad. A través de María de Guadalupe hacemos memoria de su aparición al humilde San Juan Diego, hecho que hace eco de las propias palabras de María en el Salmo de hoy: Su Magnificat. Ella fue de los pobres y el Señor hizo grandes maravillas en su ser. Y María al aparecerse a quien fuera parte de los desposeídos de la época nos recuerda que Dios hizo y desea continuar “haciendo esas maravillas en la vida”, como dijera el Papa Francisco, de los pueblos latinoamericanos y filipino, tantas veces sojuzgados y, en muchas ocasiones, con gobiernos que desean perpetuar la indigencia y la injusticia.
Es por ello que esta aparición es mucho mas que algo folklórico. Este hecho singular, esta imagen de María Madre plasmada en la tilma de Juan Diego, es un constante recordatorio de que cada hijo bien amado de Dios es digno y merece vivir en paz, en libertad, en justicia… en esperanza. Y es también como dijéramos anteriormente, el forjar una identidad sólida como familia latinoamericana en Cristo a través de María. Es la identidad que nos interpela a no bajar los brazos luchando por una América Latina unida, solidaria, que comparte las alegrías y las tristezas de cada hermano y hermana, que vela por un futuro con pan y trabajo para todos, en dignidad y respeto, bajo el amparo de nuestra Madre Guadalupana. Por eso queridos amigos, como nos dice san Pablo hoy en su carta, estemos alegres, oremos sin cesar y demos gracias en todo momento por el gran regalo de Dios.
Que en este caminar de Adviento, la alegría del Señor, la memoria y la identidad nos ayuden a ser artífices de cambio, testigos creíbles del Reino de Dios y fieles pregoneros de la Buena Noticia de Cristo en el mundo.
Comunidad Católica Latina en Bangkok
12 de diciembre 2020
María, «pedagoga del evangelio», caminó y cantó nuestro Continente y, así, la Guadalupana no es solamente recordada como indígena, española, hispana o afroamericana. Simplemente es latinoamericana: Madre de una tierra fecunda y generosa en la que todos, de una u otra manera, nos podemos encontrar desempeñando un papel protagónico en la construcción del Templo santo de la familia de Dios.
Papa Francisco
Hijo y hermano latinoamericano, sin miedo, canta y camina como lo hizo tu Madre.
Fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe, 12 de diciembre 2018
(*) En este momento somos como el pueblo del que habla el profeta Isaías; un pueblo que anhela a Aquel que traerá buenas nuevas y proclamará libertad a los cautivos.
Lectura del libro de Isaías 61, 1-2a. 10-11
Desbordo de alegría en el Señor
El espíritu del Señor está sobre mí,
porque el Señor me ha ungido.
Él me envió a llevar la buena noticia a los pobres,
a vendar los corazones heridos,
a proclamar la liberación a los cautivos
y la libertad a los prisioneros,
a proclamar un año de gracia del Señor.
Yo desbordo de alegría en el Señor,
mi alma se regocija en mi Dios.
Porque él me vistió con las vestiduras de la salvación
y me envolvió con el manto de la justicia,
como un esposo que se ajusta la diadema
y como una esposa que se adorna con sus joyas.
Porque así como la tierra da sus brotes
y un jardín hace germinar lo sembrado,
así el Señor hará germinar la justicia y la alabanza
ante todas las naciones.
Palabra del Señor
(*) En el salmo, rezamos las palabras que María proclamó mientras se regocijaba al visitar a su prima Isabel. Su alegre oración de agradecimiento celebra la promesa salvadora de Dios para todos nosotros.
Salmo Responsorial Lc 1, 46-50. 53-54
R: Mi alma se regocija en mi Dios
Mi alma canta la grandeza del Señor,
y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi Salvador,
porque Él miró con bondad la pequeñez de su servidora.
En adelante todas las generaciones me llamarán feliz. R
Porque el Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas:
¡su Nombre es santo!
Su misericordia se extiende de generación en generación
sobre aquellos que lo temen. R
Colmó de bienes a los hambrientos
y despidió a los ricos con las manos vacías.
Socorrió a Israel, su servidor,
acordándose de su misericordia. R
(*) En la segunda lectura, se nos anima a orar en todo momento con un espíritu de gratitud, evitando ahogar el fluir del Espíritu en nuestras vidas.
Lectura de la primera carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Tesalónica 5, 16-24
Consérvense irreprochables en todo su ser, hasta la Venida del Señor

Hermanos:
Estén siempre alegres. Oren sin cesar. Den gracias a Dios en toda ocasión: esto es lo que Dios quiere de todos ustedes, en Cristo Jesús. No extingan la acción del Espíritu; no desprecien las profecías; examínenlo todo y quédense con lo bueno. Cuídense del mal en todas sus formas.
Que el Dios de la paz los santifique plenamente, para que ustedes se conserven irreprochables en todo su ser espíritu, alma y cuerpo hasta la Venida de nuestro Señor Jesucristo. El que los llama es fiel, y así lo hará.
Palabra del Señor
Aleluya Is 61, 1
El Espíritu del Señor está sobre mí;
Él me envió a llevar la buena noticia a los pobres
(*) El Evangelio presenta a Juan el Bautista como mensajero de la luz. Escondido dentro de un diálogo desafiante con los sacerdotes y levitas, Juan revela una verdad profunda: Cristo está entre nosotros y es verdaderamente Emmanuel, Dios con nosotros, incluso cuando ignoramos su presencia.
✠ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 1, 6-8. 19-28
En medio de ustedes hay alguien a quien no conocen
Apareció un hombre enviado por Dios,
que se llamaba Juan.
Vino como testigo,
para dar testimonio de la luz,
para que todos creyeran por medio de él.
Él no era la luz, sino el testigo de la luz.
Este es el testimonio que dio Juan,
cuando los judíos enviaron sacerdotes y levitas desde Jerusalén, para preguntarle:
«¿Quién eres tú?».
Él confesó y no lo ocultó, sino que dijo claramente:
«Yo no soy el Mesías».
«¿Quién eres, entonces?», le preguntaron: «¿Eres Elías?».
Juan dijo: «No».
«¿Eres el Profeta?».
«Tampoco», respondió.
Ellos insistieron:
«¿Quién eres, para que podamos dar una respuesta a los que nos han enviado? ¿Qué dices de ti mismo?».
Y él les dijo:
«Yo soy una voz que grita en el desierto:
Allanen el camino del Señor,
como dijo el profeta Isaías».
Algunos de los enviados eran fariseos, y volvieron a preguntarle:
«¿Por qué bautizas, entonces, si tú no eres el Mesías, ni Elías, ni el Profeta?».
Juan respondió:
«Yo bautizo con agua, pero en medio de ustedes hay alguien al que ustedes no conocen: Él viene después de mí, y yo no soy digno de desatar la correa de su sandalia».
Todo esto sucedió en Betania, al otro lado del Jordán, donde Juan bautizaba.
(*) estas reflexiones fueron obtenidas de: https://stbeunosoutreach.wordpress.com/2020/12/04/third-sunday-of-advent-gaudete-sunday-year-b-13th-december-2020/
Les compartimos la reflexión de RezandoVoy, un proyecto de los Jesuitas de España, para este Domingo de Gaudete: https://rezandovoy.org/reproductor/oracion/2020-12-13