«Sigue mis pasos…»
En las lecturas de esta semana escuchamos acerca de las elecciones que se deben hacer para vivir una vida en Cristo, así como de la generosidad de Dios para con cualquiera que reciba a un profeta o discípulo.
Esto se ilustra en la primera lectura, donde Dios recompensa las repetidas bondades de una pareja sin hijos hacia el profeta Eliseo con el regalo de un hijo.
El salmo está lleno de alabanzas al Señor, expresando la alegría y la confianza del salmista en el amor y la fidelidad eternos del Señor.
En la segunda lectura, San Pablo enfatiza que en el bautismo morimos a nosotros mismos, al pecado, mudándonos a una nueva vida en Cristo.
El Evangelio nos muestra a Jesús que continúa instruyendo a los discípulos en su misión, diciéndoles las demandas de seguir su camino. Pero también les asegura la gran generosidad de Dios, tanto para ellos como para cualquiera que los reciba. Al hacerlo, están dando la bienvenida al mismo Jesús: la más pequeña bondad será recompensada.
Esta semana, tal vez podría rezar por la gracia de seguir a Cristo más de cerca, verlo con más claridad y amarlo con más cariño mientras lo acojo en los demás.

«[Existe] la tentación de seguir a un Cristo sin cruz… pero Jesús nos recuerda que su camino es el camino del amor, y no hay amor verdadero sin sacrificarse a así mismo.»
Papa Francisco
Ángelus, 3 de septiembre 2017
Lectura del segundo libro de los Reyes 4, 8-11. 14-16a
Ése es un santo hombre de Dios
Un día, Eliseo pasó por Sunám. Había allí una mujer pudiente, que le insistió para que se quedara a comer. Desde entonces, cada vez que pasaba, él iba a comer allí. Ella dijo a su marido: “Mira, me he dado cuenta de que ese que pasa siempre por nuestra casa es un santo hombre de Dios. Vamos a construirle una pequeña habitación en la terraza; le pondremos allí una cama, una mesa, una silla y una lámpara, y así, cuando él venga, tendrá donde alojarse”.
Un día Eliseo llegó por allí, se retiró a la habitación de arriba y se acostó. Entonces llamó a Guejazí, su servidor, y le preguntó: «¿qué se puede hacer por esta mujer?”. Guejazí respondió: “Lamentablemente, no tiene un hijo y su marido es viejo”. “Llámala”, dijo Eliseo. Cuando la llamó, ella se quedó junto a la puerta, y Eliseo le dijo: “El año próximo, para esta misma época, tendrás un hijo en tus brazos”.
Palabra del Señor
Salmo Responsorial 88, 2-3. 16-19
R: Cantaré eternamente el amor del Señor
Cantaré eternamente el amor del Señor,
proclamaré tu fidelidad por todas las generaciones.
Porque tú has dicho:
“Mi amor se mantendrá eternamente,
mi fidelidad está afianzada en el cielo.» R
¡Feliz el pueblo que sabe aclamarte!
Ellos caminarán a la luz de tu rostro;
se alegrarán sin cesar en tu Nombre,
serán exaltados a causa de tu justicia. R
Porque tú eres su gloria y su fuerza;
con tu favor, acrecientas nuestro poder.
Sí, el Señor es nuestro escudo,
el Santo de Israel es realmente nuestro rey. R
Lectura de la carta del Apóstol San Pablo a los cristianos de Roma 6, 3-4. 8-11
Sepultados con Cristo en el bautismo llevemos una vida nueva
Hermanos:
¿No saben ustedes que todos los que fuimos bautizados en Cristo Jesús, nos hemos sumergido en su muerte? Por el bautismo fuimos sepultados con él en la muerte, para que así como Cristo resucitó por la gloria del Padre, también nosotros llevemos una Vida nueva.
Pero si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con él. Sabemos que Cristo, después de resucitar, no muere más, porque la muerte ya no tiene poder sobre él. Al morir, él murió al pecado, una vez por todas; y ahora que vive, vive para Dios. Así también ustedes, considérense muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús.
Palabra del Señor
Aleluia 1Ped 2, 9
Ustedes, son una raza elegida, un sacerdocio real,
una nación santa, un pueblo adquirido,
para anunciar las maravillas de Aquél
que los llamó de las tinieblas a su admirable luz.
✠ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 10, 37-42
El que no toma su cruz no es digno de mí. El que recibe a uno de ustedes me recibe a mí
Dijo Jesús a sus apóstoles:
El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; y el que ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí. El que no toma su cruz y me sigue, no es digno de mí. El que encuentre su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí, la encontrará.
El que los recibe a ustedes, me recibe a mí; y el que me recibe, recibe a aquel que me envió. El que recibe a un profeta por ser profeta, tendrá la recompensa de un profeta; y el que recibe a un justo por ser justo, tendrá la recompensa de un justo. Les aseguro que cualquiera que dé de beber, aunque sólo sea un vaso de agua fresca, a uno de estos pequeños por ser mi discípulo, no quedará sin recompensa».
Te invitamos a escuchar la reflexión de RezandoVoy, un proyecto de los Jesuitas de España, para este Domingo XIII (Tiempo Ordinario, Ciclo A): https://rezandovoy.org/reproductor/oracion/2020-06-28