En el corazón de la liturgia de Pascua de este segundo Domingo, somos testigos del amor y la misericordia interminables de Dios que están muy presentes en medio de la duda y la debilidad que son tan humanas.
En el Evangelio, el Cristo resucitado se aparece a los discípulos que se encuentran escondidos. Bendecidos con el Espíritu Santo, son enviados a difundir el mensaje de amor, perdón y paz de Cristo. Tomas no está con ellos y no puede creer lo que le dicen, pero ocho días después, Jesús regresa y la realidad de la resurrección se le revela a Tomas de manera personal.
La segunda lectura nos recuerda que la resurrección ha reclamado nuestro derecho como hijos de Dios. Nos alienta a estar atentos y alegres en esta realidad. Esto nos cambia y todo lo demás para siempre. Sin embargo, incluso en las pruebas y ansiedades de los tiempos que vivimos, la fe siempre será suficiente.
La primera lectura muestra cómo la Iglesia primitiva, llena del Espíritu del Cristo resucitado, vivió su fe. Sus miembros están unidos en la fracción del pan, la oración comunitaria, un espíritu de generosidad compartida y en actos compasivos de amor. Esta es la vida a la que estamos llamados a vivir también, incluso hoy enfrentando el desafío de mantener nuestros lazos de comunión cuando no podemos reunirnos de manera segura como comunidad. Cristo está con nosotros totalmente en el sufrimiento de nuestro anhelo de estar juntos nuevamente.
Unidos con los cristianos en todo el mundo, y contra una ola de dudas y escepticismo, nuestras acciones llenas de fe, expresadas en pequeños actos de bondad, declararán con el salmista: «Porque es eterno su amor».

Lectura de los Hechos de los Apóstoles 2, 42-47
Todos los creyentes se mantenían unidos y ponían lo suyo en común
Todos se reunían asiduamente para escuchar la enseñanza de los Apóstoles y participar en la vida común, en la fracción del pan y en las oraciones. Un santo temor se apoderó de todos ellos, porque los Apóstoles realizaban muchos prodigios y signos. Todos los creyentes se mantenían unidos y ponían lo suyo en común: vendían sus propiedades y sus bienes, y distribuían el dinero entre ellos, según las necesidades de cada uno. Íntimamente unidos, frecuentaban a diario el Templo, partían el pan en sus casas, y comían juntos con alegría y sencillez de corazón; ellos alababan a Dios y eran queridos por todo el pueblo. Y cada día, el Señor acrecentaba la comunidad con aquellos que debían salvarse.
Palabra del Señor
Salmo Responsorial 117, 2-4. 13-15. 22-24
R: ¡Den gracias al Señor, porque es bueno, porque es eterno su amor!
Que lo diga el pueblo de Israel: ¡es eterno su amor!.
Que lo diga la familia de Aarón: ¡es eterno su amor!.
Que lo digan los que temen al Señor: ¡es eterno su amor!
R: ¡Den gracias al Señor, porque es bueno, porque es eterno su amor!
Me empujaron con violencia para derribarme,
pero el Señor vino en mi ayuda.
El Señor es mi fuerza y mi protección,
Él fue mi salvación.
Un grito de alegría y de victoria
resuena en las carpas de los justos.
R: ¡Den gracias al Señor, porque es bueno, porque es eterno su amor!
La piedra que desecharon los constructores,
es ahora la piedra angular.
Esto ha sido obra del Señor,
y es admirable a nuestros ojos.
Este es el día que hizo el Señor:
alegrémonos y regocijémonos en él.
R: ¡Den gracias al Señor, porque es bueno, porque es eterno su amor
Lectura de la primera carta del Apóstol san Pedro 1, 3-9
Nos hizo renacer, por la resurrección de Jesucristo, a una esperanza viva
Bendito sea Dios, el Padre de nuestro Señor Jesucristo, que en su gran misericordia, nos hizo renacer, por la resurrección de Jesucristo, a una esperanza viva, a una herencia incorruptible, incontaminada e imperecedera, que ustedes tienen reservada en el cielo. Porque gracias a la fe, el poder de Dios los conserva para la salvación dispuesta a ser revelada en el momento final. Por eso, ustedes se regocijan a pesar de las diversas pruebas que deben sufrir momentáneamente: así, la fe de ustedes, una vez puesta a prueba, será mucho más valiosa que el oro perecedero purificado por el fuego, y se convertirá en motivo de alabanza, de gloria y de honor el día de la Revelación de Jesucristo. Porque ustedes lo aman sin haberlo visto, y creyendo en él sin verlo todavía, se alegran con un gozo indecible y lleno de gloria, seguros de alcanzar el término de esa fe, que es la salvación.
Palabra de Dios.
Aleluya Jn 20, 29
Ahora crees, Tomás, porque me has visto.
¡Felices los que creen sin haber visto!, dice el Señor
✠ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según
Escucha la reflexión de RezandoVoy, un proyecto de los Jesuitas de España: http://rezandovoy.org/reproductor/oracion/2020-04-19