Lecturas del Domingo VI del Tiempo Ordinario (Ciclo ‘B’, 2024)

‘Hagas lo que hagas, hazlo para la gloria de Dios’

El tema de las lecturas de hoy es la amorosa compasión y sanación de Dios. Nosotros, también, estamos llamados a ser amorosos, además de puros y santos. Dos de las lecturas hablan de la lepra: una enfermedad que ahora se puede curar, pero que en aquella época se consideraba un castigo por el pecado. La creencia era que el leproso o alguien de su familia había ofendido a Dios de alguna manera.
La Primera Lectura revela las exigencias impuestas a los leprosos. Debían volverse físicamente poco atractivos, para que la gente supiera que eran impuros, y vivían apartados, fuera de los muros de la ciudad. Por lo tanto, eran condenados a un exilio indefinido de su comunidad y excluidos del culto.
El leproso que encontramos en el Evangelio infringe la ley a causa de su fe; se acerca a Jesús y le suplica que lo limpie. Vemos la compasión, la misericordia y el poder sanador de Jesús al curarlo. El leproso puede ser readmitido en su comunidad una vez que ha visto al sacerdote, aunque a la inversa, Jesús ahora se convierte en el marginado.
En el Salmo escuchamos el gozo del salmista que, al reconocer y arrepentirse de sus pecados, confía en el perdón del Señor.
La Segunda Lectura nos llama a ser testigos de las enseñanzas de Cristo en todo lo que hacemos, siendo siempre sensibles y atentos a los demás.
Esta semana, podemos orar por el coraje, la humildad y la fe del leproso en el Evangelio, mientras llevamos nuestros propios deseos y necesidades a Jesús. Pedimos la guía del Espíritu para ser atentos y serviciales con los demás en todo momento. (*)

La misericordia de Dios supera toda barrera y la mano de Jesús tocó al leproso. Él no toma distancia de seguridad y no actúa delegando, sino que se expone directamente al contagio de nuestro mal; y precisamente así nuestro mal se convierte en el lugar del contacto: Él, Jesús, toma de nosotros nuestra humanidad enferma y nosotros de Él su humanidad sana y capaz de sanar. Esto sucede cada vez que recibimos con fe un Sacramento: el Señor Jesús nos «toca» y nos dona su gracia. En este caso pensemos especialmente en el Sacramento de la Reconciliación, que nos cura de la lepra del pecado.

Papa Francisco
Ángelus, 15 de febrero 2015

Lectura del libro del Levítico 13, 1-22. 45-46
El leproso vivirá apartado y su morada estará fuera del campamento

El Señor dijo a Moisés y a Aarón:  Cuando aparezca en la piel de una persona una hinchazón, una erupción o una mancha lustrosa, que hacen previsible un caso de lepra, la persona será llevada al sacerdote Aarón o a uno de sus hijos, los sacerdotes.
 La persona afectada de lepra llevará la ropa desgarrada y los cabellos sueltos; se cubrirá hasta la boca e irá gritando: «“¡Impuro, impuro!»”.  Será impuro mientras dure su afección. Por ser impuro, vivirá apartado y su morada estará fuera del campamento.

Palabra del Señor

Salmo Responsorial 31, 1-2. 5. 11
R: ¡Me alegras con tu salvación, Señor!

¡Feliz el que ha sido absuelto de su pecado 
y liberado de su falta! 
¡Feliz el hombre a quien el Señor 
no le tiene en cuenta las culpas, 
y en cuyo espíritu no hay doblez! R

Pero yo reconocí mi pecado,
no te escondí mi culpa, 
pensando: “«Confesaré mis faltas al Señor»”. 
¡Y tú perdonaste mi culpa y mi pecado! R

¡Alégrense en el Señor,
regocíjense los justos! 
¡Canten jubilosos
los rectos de corazón! R

Lectura de la primera carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto 10, 31 — 11, 1
Sigan mi ejemplo, así como yo sigo el ejemplo de Cristo

Hermanos:
Sea que ustedes coman, sea que beban, o cualquier cosa que hagan, háganlo todo para la gloria de Dios.  
No sean motivo de escándalo ni para los judíos ni para los paganos ni tampoco para la Iglesia de Dios.  Hagan como yo, que me esfuerzo por complacer a todos en todas las cosas, no buscando mi interés personal, sino el del mayor número, para que puedan salvarse.
Sigan mi ejemplo, así como yo sigo el ejemplo de Cristo.

Palabra del Señor

Aleluya Lc 7, 16
Un gran profeta ha aparecido en medio de nosotros
y Dios ha visitado a su pueblo.

✠ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 1, 40-45
La lepra desapareció y quedó purificado

Gloria a Tí, Señor

Se le acercó un leproso para pedirle ayuda y, cayendo de rodillas, le dijo: «Si quieres, puedes purificarme».  Jesús, conmovido, extendió la mano y lo tocó, diciendo: «Lo quiero, queda purificado».  En seguida la lepra desapareció y quedó purificado. 
Jesús lo despidió, advirtiéndole severamente:  «No le digas nada a nadie, pero ve a presentarte al sacerdote y entrega por tu purificación la ofrenda que ordenó Moisés, para que les sirva de testimonio».  
Sin embargo, apenas se fue, empezó a proclamarlo a todo el mundo, divulgando lo sucedido, de tal manera que Jesús ya no podía entrar públicamente en ninguna ciudad, sino que debía quedarse afuera, en lugares desiertos. Y acudían a él de todas partes.

Palabra del Señor

Gloria a Tí, Señor Jesús

Para quedar unidos en oración, y como cada semana, te compartimos la reflexión de RezandoVoy.org, un proyecto de los Jesuitas de España, para este Domingo: https://www.rezandovoy.org/reproductor/2024-02-11

~ Creciendo en la Fe ~
Notas sobre las lecturas de esta semana

Segunda Lectura ~ 1Cor 10, 31; 11, 1

Este breve pasaje aparece al final de una discusión (capítulos 8 a 10) sobre si era aceptable para los cristianos comer alimentos que antes eran ofrecidos como sacrificio a los ídolos paganos. En el concurrido puerto de Corinto, había muchos templos paganos, incluido el dedicado a Afrodita, la diosa de la fertilidad. Este tipo de carne estaba disponible en el mercado; a menudo se servía en fiestas y cenas. En ocasiones, además, era dado a los pobres.
Anteriormente en esta carta (1 Cor. 13-15, 17-20; la lectura de la Segunda Domingo del Tiempo Ordinario), Pablo sugiere que los cristianos eran libres de tener que adherirse a todas las leyes judías, aunque esto no significaba que todo era aceptable. Sin embargo, los cristianos de ese tiempo podrían encontrar dificultades si socializaban con personas no cristianas cuando se les ofrecía, para comer, alimentos utilizados en sacrificios.
Pablo insta a tener precaución. Al tratar con otros, sean creyentes o no, nuestras acciones no deben preocuparse únicamente con lo que es bueno para nosotros, pero también con el bien de los demás. No podemos dar gloria a Dios si nuestras acciones tienen consecuencias negativas.
Lo mejor es modelarnos en Cristo: ‘Amense los unos a otros como yo los he amado’. Estas directrices siguen siendo, hasta hoy, útiles para nosotros mismos mientras nos esforzamos por mantener nuestra identidad cristiana en un contexto cada vez más secular.

Evangelio ~ Mc 1, 40-45

Milagros curativos
En el pasaje de hoy, Marcos nos habla de otro milagro curativo de Jesús. Es el tercero en otras tantas semanas, y el relato sigue el mismo patrón que antes: Jesús cura a un individuo y luego sigue adelante.

Lepra
Lo que la ciencia médica reconoce ahora como lepra, enfermedad debilitante que es una afección de la piel a veces llamada «enfermedad de Hansen» (por el médico noruego que identificó por primera vez la bacteria que la causa) de hecho, era prácticamente inexistente en los tiempos bíblicos. Sin embargo, el palabra fue adoptada en la Biblia Reina-Valera y mantenida en traducciones posteriores. Esta idea general de “lepra” podría abarcar una gran cantidad de afecciones dermatológicas, desde psoriasis hasta dermatitis.

Ser leproso
El diagnóstico de lepra fue en muchos sentidos una sentencia al exilio. La ropa que había estado en contacto con la enfermedad se quemaba; las casas afectadas por ella eran derribadas; la gente acosaba a los enfermos y eran evitados “como la peste”. La sociedad, como grupo, buscó protegerse a sí misma mediante la exclusión total del enfermo. El Libro del Levítico (Primera Lectura de hoy) detalla cuidadosamente la conducta que debía mantenerse. La gente también creía que la lepra era causada por los pecados o por los demonios. Cualquier curación, cualquiera que fuera su causa, debía ser presenciada por el sacerdote. Según la Ley Mosaica, sólo él podía declarar a la persona “limpia”: es decir, declarada capaz de recuperar su lugar en la sociedad.

El encuentro entre Jesús y el leproso
Las dos partes aquí violan las reglas aceptadas. El leproso no observa la distancia prescrita de 12 pies, mientras que Jesús realmente toca al hombre enfermo.

Limpio e impuro
El contacto entre Jesús y el leproso viola claramente las reglas. Al tocarlo, el mismo Jesús se vuelve impuro y, como paria, tiene que mudarse fuera de la ciudad. Sin embargo, al parecer, la gente no se desanimó y lo siguió a dondequiera que iba.

‘No le digas nada a nadie, pero ve a presentarte al sacerdote’
Esto sugiere que Jesús está interesado en seguir los detalles de la Ley Mosaica. Puede explicar en parte por qué le pide al leproso que no difunda la noticia de su curación: el leproso debe ir a ver el sacerdote primero. Sus palabras recuerdan también el “secreto mesiánico” de Marcos: la idea de que Jesús no quiere revelar quién es realmente en esta etapa. (*)

(*) fuente: https://stbeunosoutreach.wordpress.com/

Escrito por

El lugar de encuentro de los Católicos latinos en Bangkok... de la mano de Cristo y bajo el amparo de María ... celebrando la fe en comunidad desde el 2002 ...

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