¡Señor mío y Dios mío!
En las lecturas de esta semana, vemos el contraste entre los profundos temores y dudas de los apóstoles en el Cenáculo y su fe audaz ante el surgimiento de la Iglesia primitiva.
En la primera lectura, los apóstoles realizan grandes señales y prodigios sanando a los enfermos. Tenemos la imagen de un ministerio floreciente, con personas que vienen de todas partes para escuchar y presenciar el mensaje de Dios.
El Salmo continúa con un espíritu de regocijo, recordándonos que el amor fiel de Dios perdura para siempre. En el, experimentamos una sensación de verdadera resurrección; a través de este amor, siempre triunfaremos sobre la persecución y el rechazo.
Juan (segunda lectura) se identifica humildemente como un hermano y compañero en nuestro sufrimiento. El escritor nos anima a creer que Jesús sigue vivo y que, con paciencia y perseverancia, superaremos todo sufrimiento.
El Evangelio relata un poderoso encuentro entre los discípulos atemorizados y Jesús resucitado. Él trae un mensaje de paz y un llamado a la acción para continuar su ministerio.
Como Peregrinos de la Esperanza en este año jubilar, oramos para que, guiados por el Espíritu Santo, nos inspiremos en la valentía, la humildad y la solidaridad de los apóstoles con quienes están enfermos, solos, temerosos y marginados. ¿Cómo podemos llevar la paz y el aliento de Jesús a nuestras experiencias cotidianas durante este tiempo de Pascua? (*)

Toda enfermedad puede encontrar en la misericordia de Dios una ayuda eficaz. De hecho, su misericordia no se queda lejos: desea salir al encuentro de todas las pobrezas y liberar de tantas formas de esclavitud que afligen a nuestro mundo. Quiere llegar a las heridas de cada uno, para curarlas. Ser apóstoles de misericordia significa tocar y acariciar sus llagas, presentes también hoy en el cuerpo y en el alma de muchos hermanos y hermanas suyos. Al curar estas heridas, confesamos a Jesús, lo hacemos presente y vivo; permitimos a otros que toquen su misericordia y que lo reconozcan como «Señor y Dios» (cf. v. 28), como hizo el apóstol Tomás. Esta es la misión que se nos confía.
Papa Francisco
Jubileo Extraordinario de la Divina Misericordia
Homilía, 3 de abril 2016
Lectura de los Hechos de los Apóstoles 5, 12-16
Aumentaba cada vez más el número de los que creían en el Señor, tantos hombres como mujeres
Los Apóstoles hacían muchos signos y prodigios en el pueblo. Todos solían congregarse unidos en un mismo espíritu, bajo el pórtico de Salomón, pero ningún otro se atrevía a unirse al grupo de los Apóstoles, aunque el pueblo hablaba muy bien de ellos.
Aumentaba cada vez más el número de los que creían en el Señor, tanto hombres como mujeres. Y hasta sacaban a los enfermos a las calles, poniéndolos en catres y camillas, para que cuando Pedro pasara, por lo menos su sombra cubriera a alguno de ellos. La multitud acudía también de las ciudades vecinas a Jerusalén, trayendo enfermos o poseídos por espíritus impuros, y todos quedaban curados.
Palabra del Señor
Salmo Responsorial 117, 2-4. 22. 27a
R: ¡Den gracias al Señor porque es bueno, porque es eterno su amor!
Que lo diga el pueblo de Israel:
¡es eterno su amor!
Que lo diga la familia de Aarón:
¡es eterno su amor!
Que lo digan los que temen al Señor:
¡es eterno su amor! R
La piedra que desecharon los constructores
es ahora la piedra angular.
Esto ha sido hecho por el Señor
y es admirable a nuestros ojos.
Este es el día que hizo el Señor:
alegrémonos y regocijémonos en Él. R
Sálvanos, Señor, asegúranos la prosperidad.
¡Bendito el que viene en nombre del Señor!
Nosotros los bendecimos desde la Casa del Señor:
el Señor es Dios, y Él nos ilumina. R
Lectura del libro del Apocalipsis 1, 9-11a. 12-13. 17-19
Estuve muerto, pero ahora vivo para siempre
Yo, Juan, hermano de ustedes, con quienes comparto las tribulaciones, el Reino y la espera perseverante en Jesús, estaba exiliado en la isla de Patmos, a causa de la Palabra de Dios y del testimonio de Jesús. El Día del Señor fui arrebatado por el Espíritu y oí detrás de mí una voz fuerte como una trompeta, que decía: «Escribe en un libro lo que ahora vas a ver, y mándalo a las siete iglesias: a Efeso, a Esmirna, a Pérgamo, a Tiatira, a Sardes, a Filadelfia y a Laodicea.»
Me di vuelta para ver de quién era esa voz que me hablaba, y vi siete candelabros de oro, y en medio de ellos, a alguien semejante a un Hijo de hombre, revestido de una larga túnica que estaba ceñida a su pecho con una faja de oro. Su cabeza y sus cabellos tenían la blancura de la lana y de la nieve; sus ojos parecían llamas de fuego; sus pies, bronce fundido en el crisol; y su voz era como el estruendo de grandes cataratas. En su mano derecha tenía siete estrellas; de su boca salía una espada de doble filo; y su rostro era como el sol cuando brilla con toda su fuerza.
Al ver esto, caí a sus pies, como muerto, pero él, tocándome con su mano derecha, me dijo: «No temas: yo soy el Primero y el Último, el Viviente. Estuve muerto, pero ahora vivo para siempre y tengo la llave de la Muerte y del Abismo. Escribe lo que has visto, lo que sucede ahora y lo que sucederá en el futuro.»
Palabra del Señor
Aleluya Jn 20, 29
«Ahora crees, Tomás, porque me has visto.
¡Felices los que creen sin haber visto!», dice el Señor
✠ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 20, 19-31
Ocho días más tarde, apareció Jesús
Gloria a Ti, Señor
Al atardecer de ese mismo día, el primero de la semana, estando cerradas las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, por temor a los judíos, llegó Jesús y poniéndose en medio de ellos, les dijo: «¡La paz esté con ustedes!»
Mientras decía esto, les mostró sus manos y su costado. Los discípulos se llenaron de alegría cuando vieron al Señor.
Jesús les dijo de nuevo: «¡La paz esté con ustedes!
Como el Padre me envió a mí,
yo también los envío a ustedes.»
Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió:
«Reciban el Espíritu Santo.
Los pecados serán perdonados
a los que ustedes se los perdonen,
y serán retenidos
a los que ustedes se los retengan.»
Tomás, uno de los Doce, de sobrenombre el Mellizo, no estaba con ellos cuando llegó Jesús. Los otros discípulos le dijeron: «¡Hemos visto al Señor!»
Él les respondió: «Si no veo la marca de los clavos en sus manos, si no pongo el dedo en el lugar de los clavos y la mano en su costado, no lo creeré.»
Ocho días más tarde, estaban de nuevo los discípulos reunidos en la casa, y estaba con ellos Tomás. Entonces apareció Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio de ellos y les dijo: «¡La paz esté con ustedes!»
Luego dijo a Tomás: «Trae aquí tu dedo: aquí están mis manos. Acerca tu mano: Métela en mi costado. En adelante no seas incrédulo, sino hombre de fe.»
Tomás respondió: «¡Señor mío y Dios mío!»
Jesús le dijo:
«Ahora crees, porque me has visto.
¡Felices los que creen sin haber visto!»
Jesús realizó además muchos otros signos en presencia de sus discípulos, que no se encuentran relatados en este Libro. Estos han sido escritos para que ustedes crean que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y creyendo, tengan Vida en su Nombre.
Palabra del Señor
Gloria a Ti, Señor Jesús
Con el gozo pascual en el corazón, los invitamos a unirnos en oración y a meditar juntos la reflexión preparada por nuestros amigos de RezandoVoy.org, un proyecto de los Jesuitas de España: https://rezandovoy.org/reproductor/2025-04-27
~ Creciendo en la Fe ~
Notas sobre las lecturas de esta semana
Desde el año 2000 (Año Jubilar), la Iglesia Católica Romana, y algunas otras iglesias, celebran la Fiesta de la Divina Misericordia, el domingo después de Pascua. En este día, estamos llamados a reflexionar más personalmente sobre la vida, muerte y resurrección de Jesús y las bendiciones que hemos recibido. El enfoque está en la compasión de Dios, recordándonos que el Señor resucitado nos ofrece un amor que perdona, reconcilia y abre nuestros corazones al amor.
Primera Lectura ~ Hc 5, 12-16
Entre los domingos de Pascua y Pentecostés, leemos los Hechos de los Apóstoles. Este libro es una continuación del Evangelio de Lucas. La mayoría de los teólogos estiman su fecha de escritura entre el 80 y el 85 d. C. El mismo relata los inicios de la Iglesia cristiana primitiva, bajo la guía del Espíritu Santo y en la creencia en la Resurrección.
Entre los relatos de milagros, Lucas nos ofrece «Resúmenes»: breves bosquejos de la vida de la Iglesia primitiva que llenan el vacío entre episodios aislados. El texto de hoy es el tercer «Resumen» del libro. Los resúmenes tienden a generalizar e idealizar la situación de la Iglesia primitiva.
El lugar de encuentro de los fieles es el Pórtico de Salomón, probablemente el patio exterior oriental del Templo.
El pasaje muestra lo que hicieron los primeros cristianos para evangelizar a su comunidad. Ellos ejercían un ministerio de sanación, curando cuerpo y mente (a los enfermos y a los afligidos por espíritus inmundos). Al ser sanados, podían regresar con sus familias, y así el número de los que creían en el Señor aumentó considerablemente. En esto siguen los pasos de Jesús (Marcos 1, 32-34). No hay nada mágico en la sombra de Pedro que cae sobre los enfermos; refleja la fe del pueblo en el Señor vivo y cumple la misma función que el fleco del manto de Jesús cuando curó a los enfermos en Genesaret (Marcos 6, 55-56).
Evangelio ~ Jn 20, 19-31
Las puertas estaban cerradas por miedo a los judíos.
Los discípulos probablemente se reunieron en el aposento alto donde habían comido la Última Cena con el Señor. Sabiendo que, como seguidores de Jesús los judíos les serían hostiles, temían también ser arrestados y ejecutados.
‘La paz esté con ustedes’
Jesús da este saludo muy normal en Medio Oriente en esta instancia y ocho días después, mientras muestra a sus discípulos las heridas de la crucifixión. Este saludo familiar transmite más que la paz y puede traducirse como ‘Que Dios te dé todo bien’.

‘Como me envió el Padre, así los envío yo‘
Con estas palabras, Jesús encargó a los discípulos a que continuaran su ministerio. Al volver Jesús al Padre, necesita que la Iglesia lleve su mensaje a la gente. La Iglesia es el “Cuerpo de Cristo” (Efesios 1, 23; 1 Corintios 12, 12) La Iglesia, a su vez, no puede funcionar sin Jesús, que es el poder y la autoridad detrás del mensaje que debe llevar al mundo. Así como Jesús salió al mundo en amor y obediencia al Padre, también lo deben hacer sus discípulos – la Iglesia – llevando el mensaje de la Buena Noticia en perfecto amor y obediencia a Dios.
Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: “Reciban el Espíritu Santo”.
Los discípulos reciben el Espíritu Santo en esta aparición de Jesús Resucitado. La descripción de san Juan de las acciones de Jesús recuerdan la historia de la creación, como Dios sopló vida en las narices del hombre que había formado (Génesis 2, 7), y de Ezequiel en el valle de los huesos secos cuando escucha a Dios decir ‘Ven… Oh aliento, y sopla sobre estos muertos; déjalos vivir’. (Ezequiel 37, 9)
‘Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan’.
Algunos eruditos piensan que esto puede ser una referencia al bautismo de arrepentimiento que Juan el Bautista dispensó, un signo tradicional de limpieza. Otros piensan que estas palabras perfilan el deber de la Iglesia de anunciar el perdón de Dios a los que se arrepienten.
‘A menos que vea los agujeros en sus manos… no lo creeré.
Tomás, que dudaba de la resurrección de Jesús, está con los discípulos cuando Jesús se les aparece por segunda vez. Jesús ahora le ofrece a Tomás la prueba que necesita para creer lo que los otros discípulos le han dicho.
¡’Señor mío y Dios mío’!
Tomás representa a aquellos que son totalmente honestos en su duda o incredulidad. En este relato, no se nos dice si realmente tocó las heridas de Jesús o no, sino sólo que ahora puede hacer su declaración de fe de manera radical.
fuente: https://stbeunosoutreach.wordpress.com/



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