Este es mi Hijo muy querido, escúchenlo
La confianza en el Señor es el tema que vincula todas las lecturas de esta semana. A medida que continuamos nuestro viaje de Cuaresma, recordamos el alcance del amor y la generosidad del Señor, si escuchamos su voz y ponemos nuestra confianza en él. En la Primera Lectura vemos la profundidad de la confianza de Abraham en Dios cuando se le pide que sacrifique a su amado hijo. La fidelidad de Abraham es recompensada con más bendiciones de las que jamás hubiera imaginado.
El salmista da gracias y alaba al Señor que lo ha liberado, recordándonos que confió en Dios incluso cuando estaba muy afligido. Como él, podemos regocijarnos al caminar en la presencia del Señor.
En la Segunda Lectura, haciéndose eco de la historia de Abraham e Isaac, san Pablo nos desafía a recordar la inmensidad del amor de Dios por el mundo al entregar a su Hijo. Con Jesús parado a la diestra de Dios suplicando por nosotros, podemos tener confianza en poner toda nuestra confianza en él.
En el Evangelio, Jesús pide a Pedro, Santiago y Juan que confíen en él y no hablen de la maravilla de lo que han presenciado en la cima de la montaña.
Esta semana oramos por la gracia de confiar y escuchar cada vez más atentamente la voz del Señor, para que nosotros también podamos caminar en su presencia. (*)

Pero, ¿cómo poder seguir a un Maestro y Mesías cuya vivencia terrenal terminaría de ese modo? Así pensaban ellos. Y la respuesta llega precisamente de la transfiguración. ¿Qué es la transfiguración de Jesús? Es una aparición pascual anticipada.
papa francisco
ángelus, 25 de febrero 2018
Lectura del libro del Génesis 22, 1-2. 9-13. 15-18
El sacrificio de Abraham, nuestro padre en la fe
Dios puso a prueba a Abraham.
«¡Abraham!», le dijo.
Él respondió: «Aquí estoy».
Entonces Dios le siguió diciendo: «Toma a tu hijo único, el que tanto amas, a Isaac; ve a la región de Moria, y ofrécelo en holocausto sobre la montaña que yo te indicaré».
Cuando llegaron al lugar que Dios le había indicado, Abraham erigió un altar, dispuso la leña, ató a su hijo Isaac, y lo puso sobre el altar encima de la leña. Luego extendió su mano y tomó el cuchillo para inmolar a su hijo. Pero el Ángel del Señor lo llamó desde el cielo: «¡Abraham, Abraham!».
«Aquí estoy», respondió él.
Y el Ángel le dijo: «No pongas tu mano sobre el muchacho ni le hagas ningún daño. Ahora sé que temes a Dios, porque no me has negado ni siquiera a tu hijo único».
Al levantar la vista, Abraham vio un carnero que tenía los cuernos enredados en una zarza. Entonces fue a tomar el carnero, y lo ofreció en holocausto en lugar de su hijo.
Luego el Ángel del Señor llamó por segunda vez a Abraham desde el cielo, y le dijo: «Juro por mí mismo oráculo del Señor : porque has obrado de esa manera y no me has negado a tu hijo único, yo te colmaré de bendiciones y multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo y como la arena que está a la orilla del mar. Tus descendientes conquistarán las ciudades de sus enemigos, y por tu descendencia se bendecirán todas las naciones de la tierra, ya que has obedecido mi voz».
Palabra del Señor
Salmo Responsorial 115, 10. 15-19
R: Caminaré en presencia del Señor
Tenía confianza, incluso cuando dije:
«¡Qué grande es mi desgracia!».
¡Qué penosa es para el Señor
la muerte de sus amigos! R
Yo, Señor, soy tu servidor, lo mismo que mi madre:
por eso rompiste mis cadenas.
Te ofreceré un sacrificio de alabanza,
e invocaré el nombre del Señor. R
Cumpliré mis votos al Señor,
en presencia de todo su pueblo,
en los atrios de la Casa del Señor,
en medio de ti, Jerusalén. R
Lectura de la carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Roma 8, 31b-34
Dios no perdonó a su propio Hijo
Hermanos:
Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros? El que no escatimó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿no nos concederá con él toda clase de favores?
¿Quién podrá acusar a los elegidos de Dios? «Dios es el que justifica. ¿Quién se atreverá a condenarlos?» ¿Será acaso Jesucristo, el que murió, más aún, el que resucitó, y está a la derecha de Dios e intercede por nosotros?
Palabra del Señor
Aclamación Mt 17, 5
Desde la nube resplandeciente se oyó la voz del Padre:
«Éste es mi Hijo amado; escúchenlo»
✠ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 9, 2-10
Éste es mi Hijo muy querido
Gloria a Tí, Señor
Jesús tomó a Pedro, Santiago y Juan, y los llevó a ellos solos a un monte elevado. Allí se transfiguró en presencia de ellos. Sus vestiduras se volvieron resplandecientes, tan blancas como nadie en el mundo podría blanquearlas. Y se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús.
Pedro dijo a Jesús: «Maestro, ¡qué bien estamos aquí! Hagamos tres carpas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías». Pedro no sabía qué decir, porque estaban llenos de temor. Entonces una nube los cubrió con su sombra, y salió de ella una voz: «Este es mi Hijo muy querido, escúchenlo».
De pronto miraron a su alrededor y no vieron a nadie, sino a Jesús solo con ellos.
Mientras bajaban del monte, Jesús les prohibió contar lo que habían visto, hasta que el Hijo del hombre resucitará de entre los muertos. Ellos cumplieron esta orden, pero se preguntaban qué significaría «resucitar de entre los muertos».
Palabra del Señor
Gloria a Tí, Señor Jesús
Como cada Domingo, nos unimos en oración y meditamos la Palabra de Vida escuchando la reflexión de RezandoVoy.org, un proyecto de los Jesuitas de España: https://www.rezandovoy.org/reproductor/2024-02-25
~ Creciendo en la Fe ~
Notas sobre las lecturas de esta semana
Segunda Lectura ~ Rm 8, 31

Pablo escribe a la iglesia en Roma, que incluía tanto a judíos como a gentiles. La carta probablemente data del 57 al 58 d.C.: antes que cualquiera de los textos evangélicos. Pablo estaba entonces en Corinto, acercándose al final de su tercer viaje misionero por el Mediterráneo Oriental.
La carta es inusual porque fue escrita a una iglesia que Pablo no había aún visitado. (Llegó a Roma sólo en el año 60 d. C. y luego pasó dos años bajo arresto domiciliario). Roma, por supuesto, era la ciudad más importante del imperio romano y sus cristianos tenían contactos con muchos de los pueblos periféricos del imperio.
A lo largo de los siglos, la carta de Pablo a los Romanos ha sido considerada como uno de las más influyentes. En los tres años del Leccionario dominical, se leen hasta 28 extractos de la misma con el capítulo 8 el citado con mayor frecuencia que cualquier otro. En este capítulo, Pablo habla de cómo toda la creación es renovada. Dios nos ama y su Espíritu triunfará sobre todas dificultades.
El pasaje de hoy llega al final de una sección donde Pablo analiza diferentes aspectos de la vida cristiana y la razones para que los cristianos tengan esperanza. Su lenguaje refleja el de los tribunales: Dios es nuestro juez, pero él está en nuestro lado. La serie de preguntas retóricas (a las que no se requiere o espera respuesta ) son del tipo que un fiscal haría para lograr un efecto dramático. Preguntas similares también aparecen en Isaías (50, 8-9).
La referencia de Pablo a que Dios no sólo entregó a su único Hijo tiene un paralelo obvio con el relato del sacrificio de Isaac en la Primera Lectura de esta semana (Génesis 2, 1–2, 9–13, 15–18). Si Dios está dispuesto a entregar a su Hijo por nosotros ¿nos puede negar algo?
Evangelio ~ Mc 9, 2-10
Este episodio comienza la segunda mitad del Evangelio de Marcos. La Transfiguración toma lugar aproximadamente una semana después de que Jesús les hablara a los discípulos sobre su Pasión y muerte (Marcos 8, 27–9, 1): una de las referencias temporales más precisas del Evangelio. El lugar de la Transfiguración ha sido tradicionalmente identificado con el Monte Tabor en Galilea, y el día en que se celebra se conoce como el Taborion por las Iglesias Orientales. Sin embargo, es mucho más probable que este evento haya tenido lugar en el monte Hermón, una montaña más alta en la región de Cesarea Filipos, donde Jesús había estado viajando con sus discípulos (Marcos 8, 27). En los Evangelios una montaña es, a menudo, el escenario de la revelación y de acontecimientos clave en la vida de Jesús (Marcos 3, 13; 13, 3; 14, 26).
Pedro, Santiago y Juan
Jesús llevó a la montaña sólo a sus discípulos más cercanos, los que más tarde desempeñarán papeles importantes en la Iglesia primitiva (Hechos 3–4; 12, 2).
Sus vestiduras se volvieron resplandecientes
A menudo, en las Escrituras, la ropa blanca significa la santidad que sólo puede venir de Dios (Daniel 7, 9, Marcos 16, 5); de manera similar se dice que al final de los tiempos ‘los virtuosos brillarán como el sol’ (Mateo 13, 43). La transfiguración de Jesús es vista como una predicción de la resurrección de la humanidad.
Elías se les apareció con Moisés
Jesús está acompañado por Elías, “el primero y el más grande de los profetas”, quien ascendió al cielo en un torbellino (2 Reyes 2, 11). Allí también está Moisés, «el legislador supremo» de Israel cuya muerte se registra en Deuteronomio 34, 5-6. La tradición judía sostiene que él también fue llevado al cielo. Ambos hombres encontraron a Dios en el Monte Sinaí, y juntos representan la totalidad del Antiguo Testamento, la Ley y los Profetas.
‘Hagamos tres carpas’
Aunque tiene miedo, Pedro quiere capturar este momento de “teofanía” (una palabra que significa aparición divina). Su deseo de montar carpas puede haber sido impulsado por la fiesta de otoño llamada de los Tabernáculos (Sucot en hebreo): una época en la que los judíos acamparon para celebrar la cosecha y conmemorar sus cuarenta años en el desierto (Levítico 23, 39-43).
Entonces una nube los cubrió con su sombra
En el pensamiento judío la presencia de Dios se asocia habitualmente con una nube.
Hijo del hombre resucitará de entre los muertos
Sólo entonces se darían cuenta de lo que significaba para Jesús ser «el Mesías», y contar a otros lo que habían presenciado en la cima de la montaña. (*)
(*) fuente: https://stbeunosoutreach.wordpress.com/


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