Introducción al Evangelio de san Marcos
Cada año, el tiempo de Adviento marca el comienzo de un nuevo ciclo, y un nuevo año en el ciclo litúrgico de tres años. Este año (2023-24) es el ciclo B, cuando leemos el Evangelio según san Marcos en la mayoría de los Domingos. (Ocasionalmente, Marcos es reemplazado por extractos de san Juan.) Marcos, Mateo y Lucas se conocen como evangelios sinópticos (del griego, “viendo juntos”), y comparten más o menos la misma teología y visión de Jesús. En los años A y C leemos Mateo y Lucas respectivamente.

Fecha
Después de la muerte y resurrección de Jesús, relatos de su vida y enseñanzas se transmitían oralmente a los nuevos conversos, ya sea en arameo (el idioma de Jesús), o en griego (el idioma dominante de la época). Poco a poco, estos relatos orales comenzaron a escribirse. La colección de escritos que ahora conocemos como el Evangelio de Marcos fue escrito, probablemente en Roma, alrededor del 65 al 70 d.C.
Autoría
Durante muchos años se pensó que el Evangelio de san Mateo era el más antiguo pero, ahora, es ampliamente acepatado que san Marcos no sólo es anterior, sino también una fuente principal tanto para Mateo como para Lucas. Según la tradición, Marcos fue un compañero de viaje de Pablo, primo de Bernabé y posiblemente discípulo de Pedro. Sin embargo, debido a que sus fuentes parecen derivar tanto de fuentes orales como material escrito, generalmente se acepta que Marcos hizo más que solo transcribir lo que Pedro le dijo. Un hombre llamado Marcos ciertamente era un seguidor de Pablo y de Pedro, aunque no podemos estar seguros que es este mismo Marcos el que escribió el texto ahora reconocido como el evangelio que lleva su nombre.
Estructura
Marcos no intenta darnos una vida cronológica de Jesús. Su Evangelio puede dividirse en dos mitades: la primera centrada alrededor de Galilea y el norte Palestina; el segundo describe el viaje de Jesús hacia Jerusalén y su momentos finales. Más de la mitad del texto de Marcos trata de la Pasión de Cristo.
Objetivo
El objetivo principal de Marcos es dar a sus lectores una comprensión de quién es Jesús. Su ministerio revela poco a poco su identidad: su condición de Mesías, Hijo de Dios, e Hijo del Hombre sufriente. Marcos muestra a Jesús actuando y predicando con autoridad. Su sufrimiento y su muerte están siempre ligados a su Resurrección, y Marcos se asegura que sus lectores comprendan que el camino a la gloria y a la vida eterna implica sufrimiento. Los cristianos que vivieron a finales del primer siglo sufrieron mucha persecución y se habrían sentido consolados por este texto. Ellos podrían ver inmediatamente la relevancia de la vida de Jesús con respecto a sus propias vidas.
Símbolo de san Marcos: el león alado
Los artistas e iconógrafos suelen representar a san Marcos con un león alado, sugerido por la descripción que hace Marcos de Juan el Bautista «gritando en el desierto» (Marcos 1, 3), que recuerda a un león rugiente. El león también aparece en una visión del profeta Ezequiel (Ezequiel 1, 10), donde las cuatro criaturas aladas fueron más tarde tomadas para representar a los cuatro evangelistas.
(*) fuente: https://stbeunosoutreach.wordpress.com/
Un evangelio por mucho tiempo desconocido… y hoy de sorprendente actualidad
Hasta finales del s. XIX apenas se prestó atención al evangelio de Marcos. La tradición de la Iglesia lo había relegado a un segundo plano en comparación con los demás sinópticos, ya sea por su estilo parco: pobre de vocabulario, monótono y repetitivo; o porque apenas ofrecía nada nuevo que no se encontrase mejor elaborado en Mateo o Lucas. O quizás, porque la misma Iglesia aún no estaba preparada para captar en toda su grandeza descarnada su mensaje inconformista.
Todo comenzó a cambiar cuando a finales del s. XIX, y sobre todo durante el s. XX, la crítica histórica lo descubrió como el primer evangelio escrito del Nuevo Testamento y que sirvió incluso de inspiración para la redacción de los evangelios de Mateo y de Lucas. El interés ha ido en aumento hasta nuestros días, al irse desvelando poco a poco lo que pretendía: confrontar a sus oyentes y lectores con el sorprendente misterio de la identidad de Jesús de Nazaret, misterio que sigue fascinando al hombre y a la mujer de hoy, tanto como hace 2.000 años.
¿Quién es el seguidor de Jesús para Marcos?
Paralelamente al desconcertante misterio de la identidad de Jesús, Marcos desarrolla en su evangelio la no menos desconcertante condición del discípulo; parece como si el primer plano de su narración lo ocupara dicha relación, que se desarrolla como una catequesis progresiva. Siempre están juntos, pues para eso los eligió: «para que convivieran con
él» (3,14). Todo lo hace en presencia de ellos. Estos discípulos, desde la perspectiva del evangelista, simbolizan a los destinatarios, de aquel entonces y de ahora, a quienes dirige su evangelio. Es esta relación la que estructura el plan de su obra.
En la primera parte (1,1–8,30), Jesús va implacablemente desmantelando todas las ideas preconcebidas que tenían de Dios y del
Mesías prometido. El trabajo es arduo. No entienden sus parábolas (4,13); tienen miedo ante su poder (4,41); tampoco entienden sus milagros (6,52; 7,37). Parece como si todas sus instrucciones cayeran en saco roto (8,17-21).
La sanación del ciego de Betsaida (8,22-26) da comienzo a la sanación de la ceguera de sus propios discípulos, dramatizada en la
confesión de Pedro (8,27-30). Ambas escenas ocupan el quicio del evangelio. A partir de entonces, la catequesis de Jesús se centra en la condición sufriente del Mesías, una cruz que debe cargar el discípulo que quiera seguirle (8,34). Les anuncia tres veces su próxima pasión, muerte y resurrección. Ellos siguen sin comprender, pero el camino está ya despejado para que sea su misma muerte silenciosa en la cruz la que desvele definitivamente el misterio de su identidad.
Así llega Marcos al punto culminante de su relato, en la confesión de un centurión: «realmente este hombre era hijo de Dios»
(15,39). Esta confesión es como la respuesta a la voz del Padre al principio de su evangelio: «Tú eres mi Hijo querido, mi predilecto» (1,11). El centurión representa a Roma, el poder pagano de aquel entonces, que por la cruz llegará a la fe. Pero también representa a todos los hombres y mujeres de todos los tiempos a quienes el Mesías, Jesucristo, sale a su encuentro y les invita a descubrirlo y a reconocerlo como Hijo de Dios y Salvador del mundo en situaciones de cruz, de muerte y de desesperanza. Para ellos y ellas escribió Marcos su evangelio. (1)
fuente: (1) Schökel, Luis Alonso. La Biblia de Nuestro Pueblo, IX edición. Ediciones Mensajero.

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