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Lecturas de la Solemnidad de Todos los Santos (2023)

¡Miren cómo nos amó el Padre!

Este Domingo, 5 de noviembre, la Iglesia en Tailandia celebra la solemnidad de Todos los Santos. Hoy conmemoramos también a los fieles difuntos, a todos los nos que han precedido en este mundo y quienes viven felices hoy en la Casa del Padre, en brazos de Jesús resucitado y de María Santísima.
¡Bienaventurados! ¡Felices! ¡Dichosos! Son algunos de los sinónimos con los que comienza el Evangelio de hoy.
Si bien el Concilio Vaticano II, en varias ocasiones, recuerda que “los fieles de cualquier condición y estado son llamados por Dios, cada uno por su camino, a la perfección de la santidad por la cual el mismo Padre es perfecto”, la idea, la aspiración a la santidad es algo que abruma y asusta, pareciera algo inalcanzable para cualquiera de nosotros meros mortales.   Pero el Santo Padre Francisco en su exhortación apostólica “Gaudete et Exsultate”, sobre el llamado a la Santidad en el mundo actual”, con su característica franqueza nos alienta diciendo: “No tengas miedo de la santidad. No te quitará fuerzas, vida o alegría. Todo lo contrario, porque llegarás a ser lo que el Padre pensó cuando te creó y serás fiel a tu propio ser”. [GE 32]
Y prosigue: Me gusta ver la santidad en el pueblo de Dios paciente: a los padres que crían con tanto amor a sus hijos, en esos hombres y mujeres que trabajan para llevar el pan a su casa, en los enfermos, en las religiosas ancianas que siguen sonriendo. En esta constancia para seguir adelante día a día, veo la santidad de la Iglesia militante. Esa es muchas veces la santidad «de la puerta de al lado», de aquellos que viven cerca de nosotros y son un reflejo de la presencia de Dios, o, para usar otra expresión, «la clase media de la santidad». [GE 7].
Todos, queridos hermanos y sin excepción,  estamos llamados a la santidad, como nos recuerda San Pablo (1Co 1, 2), a vivir vidas en el amor de Cristo, a compartir en la alegría del servicio, a ofrecer los dones que el Señor nos regaló en la construcción de Su Reino, para ser semillas de paz, para luchar por la justicia, para ser corazones abiertos y solidaridarios.
Las Bienaventuranzas son las «hojas del ruta del cristiano»; el vivirlas y seguirlas con entrega y radicalidad son la invitación permanente a una especial y profunda relación con nuestro misericordioso Padre Celestial cuyo amor es eterno e inconmensurable: es Él quien nos llama “hijos” como nos recuerda la carta de san Juan (1Jn 3).  La gracia de la vivencia filial del Amor se traduce en una experiencia plena y profunda de las bienaventuranzas que se proyecta hacia el hermano y se definen como una verdadera constitución del propio ser cristiano.
Jesús nos enseña hoy a través de esta bitácora de viaje que podemos encontrar la santidad tanto en la profundidad de la experiencia humana de la pérdida, la pobreza y la persecución, como en las expresiones de compasión en respuesta a estos sufrimientos. La vida de los santos y de muchos otros ha sido transformada por su profunda verdad. Es en el abandono, en la docilidad al llamado del Señor, en el asumir la “pobre” humanidad, lo que permite al corazón del ser humano, los hijos bienamados, a dejarse habitar por el espíritu del mensaje divino revelado en las Bienaventuranzas.

Las otras lecturas de la liturgia de este día ofrecen distintas dimensiones de la fiesta que hoy celebramos. La primera lectura nos da una visión del reino celestial. Nos recuerda a la comunidad de santos que nos han precedido, esas personas inspiradoras que encarnaron su amor por Cristo a través de sus palabras y obras.
El Salmo celebra una visión del mundo vibrante con la realidad de la presencia de Dios en la creación y su pueblo. Somos bendecidos cuando podemos ver al Señor en toda la creación.
En la segunda lectura de la carta de San Juan, se nos anima a pensar en el amor que se nos ha prodigado al ser llamados hijos de Dios. Esta es una verdad sobre la que debemos hacer una pausa y reflexionar para dejar que realmente transforme la forma en que nos vemos a nosotros mismos y a los demás.
Que el Espíritu Santo infunda en nuestros corazones el ardiente deseo de seguir el ejemplo de tantos hombres y mujeres, de los santos y santas de Dios, para que, por su intercesión, caminemos siempre con la esperanza de alcanzar, también nosotros, la santidad.
¡María Santísima, reina de los santos, danos tu fuerza para que tu Fiat sea nuestro sí transformador y liberador de cada día y que, de tu mano, continuemos nuestro peregrinar en este mundo en la huellas de tu Hijo, Jesús!

La fuerza del testimonio de los santos está en vivir las bienaventuranzas y el protocolo del
juicio final. Son pocas palabras, sencillas, pero prácticas y válidas para todos, porque el
cristianismo es principalmente para ser practicado, y si es también objeto de reflexión, eso solo es
válido cuando nos ayuda a vivir el Evangelio en la vida cotidiana. Recomiendo vivamente releer
con frecuencia estos grandes textos bíblicos, recordarlos, orar con ellos, intentar hacerlos carne.
Nos harán bien, nos harán genuinamente felices.

Papa Francisco
Exhortación Apostólica Gaudete et Exsultate
(2018)

Las lecturas de la solemnidad las puedes encontrar en nuestro sitio web: https://comunidadcatolicabkk.org/2020/10/31/lecturas-de-la-solemnidad-de-todos-los-santos-a/

La reflexión de RezandoVoy.org, un proyecto de los Jesuitas de España, la podras escuchar aquí: https://www.rezandovoy.org/reproductor/2023-11-01

~ Creciendo en la Fe ~
Notas sobre la solemnidad y las lecturas de hoy

La Solemnidad de Todos los Santos

La solemnidad de hoy comenzó en el siglo V como una fiesta para todos los mártires conocidos y desconocidos, aunque su enfoque se extendió luego a todos los santos. Muchos cristianos aprovechan la oportunidad en este día para recordar a personas de fe inspiradora y testimonio vivificante, incluidos sus seres queridos, que creen que están en el cielo entre los santos «desconocidos». Así que las lecturas de hoy enfatizan la presencia de hombres y mujeres santos en la Iglesia, viéndolos como ejemplos de servicio fiel y lleno de gozo que debemos emular. En palabras del Papa Juan Pablo II, la fiesta de hoy «nos invita a volver la mirada hacia la inmensa multitud de los que ya han llegado a la tierra bendita, y nos señala el camino que nos conducirá a ese destino». (Día de Todos los Santos, 2003)

Segunda lectura ~ 1Juan 3, 1-3

El autor de esta epístola sigue interpretando el Evangelio de San Juan a su comunidad. Se enfoca en el amor que Dios tiene por todos nosotros. Es como resultado de este amor que podemos ser llamados hijos de Dios.
Para los cristianos, una de las consecuencias de ser hijos de Dios es que tendemos a ser contrarios
cultural en nuestros valores: «el mundo se niega a reconocernos».
Existe una tensión entre el presente y el futuro; SOMOS hijos de Dios, pero el autor acepta con gran honestidad que el futuro no está claro: «Lo que seremos en el futuro aún no ha sido revelado».
Esta falta de certeza sobre el futuro también la expresa Pablo en su primera carta a los Corintios: “Ahora estamos viendo un tenue reflejo en un espejo; pero entonces veremos cara a cara ”(1 Cor. 13, 12).
Un tema principal de la religión griega de esa época fue que hubo una experiencia transformadora para los humanos cuando estaban en presencia de una divinidad: las personas se convirtieron en lo que estaban mirando. El autor de la carta de San Juan utiliza este argumento, que habrá sido familiar para su audiencia: cuando veamos a Dios seremos como él.
Este es sin duda un incentivo para llevar una vida pura, y es un vínculo con el Evangelio de hoy: «Felices los de corazón limpio: ellos verán a Dios».

Evangelio ~ Mt 5, 1-12

El Sermón de la Montaña
Es el primero de los cinco discursos que forman parte central del Evangelio de Mateo. El comienzo del Sermón, que conocemos como «Las Bienaventuranzas», resume los valores del Reino. Mateo aquí modifica la primera, cuarta y novena bienaventuranzas incluidas en el «Sermón» de Lucas, aunque se cree que el resto es de su propia composición.


Jesús se sienta a enseñar
Este es un detalle significativo. Cuando un rabino judío estaba enseñando oficialmente, este se sentaba. De la misma manera, cuando Mateo usa la palabra «enseñó», usa un tiempo pasado, que en griego significa que la enseñanza de Jesús fue repetida y habitual. El Sermón de la Montaña no fue un sermón, sino la esencia de todo lo que Jesús enseñó a lo largo de su ministerio.


Las bienaventuranzas
«Beatitud» proviene del latín beatus, que significa bendecido o feliz. La palabra usada por el mismo Mateo proviene del griego makarios, que describe especialmente a los dioses, por lo que hay un gozo divino en las personas a las que describe. Esta cualidad es algo que ya tienen, en lugar de algo que esperan lograr en el futuro. Jesús está diciendo que hay un gran gozo en vivir los valores del Reino, aunque estos son valores que el mundo encuentra difícil de aceptar y comprender.
Mateo estaba escribiendo para una audiencia judeo-cristiana, y aquellos en su comunidad vivían de acuerdo con los edictos y reglas de la Ley Judía. Las Bienaventuranzas apuntan a la conciencia de la necesidad espiritual, la humildad, la vida pacífica y moral, y la compasión como claves para la felicidad. Sobre todo, las Bienaventuranzas de Mateo ven el testimonio cristiano como el núcleo de una vida feliz.

fuente: https://stbeunosoutreach.wordpress.com/

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