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Lecturas del Domingo XXX del Tiempo Ordinario (Ciclo ‘C’, 2025)

La súplica humilde
atraviesa las nubes

Al acercarnos al final del año litúrgico, recordamos que el camino de Dios es de humildad, igualdad y perseverancia en la búsqueda del amor.
La Primera Lectura enfatiza la atención del Señor a las necesidades de los pobres y marginados. Dios nos llama a ser perseverantes en la oración e inflexibles en nuestra búsqueda de la justicia.
Este tema continúa en el Salmo, que nos recuerda que el Señor siempre escucha nuestras oraciones de dolor y angustia, y responde a las peticiones que buscan hacer el bien en el mundo.
La carta a Timoteo reflexiona sobre el propio ministerio del escritor como una lección para otros seguidores de Cristo (Segunda Lectura). Nos anima a mantenernos firmes ante el sufrimiento, la crítica y el rechazo, y a permanecer firmes en lo que es correcto y amoroso a los ojos del Señor.
Jesús (Evangelio) ofrece una ilustración aleccionadora de la diferencia entre lo que en la sociedad consideramos noble, justo y honorable, y los valores del Señor. Dios siempre ve más allá del estatus y las expresiones superficiales de fe, y nos recuerda que todos somos pecadores amados.
Como Peregrinos de la Esperanza en este año jubilar, renovamos nuestro compromiso de compartir la compasión y el cuidado de Dios por todos. Luchamos por la paz y la justicia en este mundo reflexionando sobre nuestro propio comportamiento. Recordamos que no podemos lograrlo solos, sino que debemos buscar constantemente la guía y la fortaleza amorosas del Señor. (*)

Lectura del libro del Eclesiástico 35, 12-14. 16-18
La súplica del humilde atraviesa las nubes

El Señor es juez
y no hace distinción de personas:
no se muestra parcial contra el pobre
y escucha la súplica del oprimido;
no desoye la plegaria del huérfano, ni a la viuda,
cuando expone su queja.
El que rinde el culto que agrada al Señor,
es aceptado, y su plegaria llega hasta las nubes.
La súplica del humilde atraviesa las nubes
y mientras no llega a su destino, él no se consuela:
no desiste hasta que el Altísimo interviene,
para juzgar a los justos y hacerles justicia.

Palabra del Señor

Salmo Responsorial– 33, 2-3. 17-19. 23
R: El pobre invocó al Señor, y Él lo escuchó

Bendeciré al Señor en todo tiempo,
su alabanza estará siempre en mis labios.
Mi alma se gloría en el señor:
que lo oigan los humildes y se alegren. R

El Señor rechaza a los que hacen el mal
para borrar su recuerdo de la tierra.
Cuando ellos claman, el Señor los escucha
y los libra de todas sus angustias. R

El Señor está cerca del que sufre
y salva a los que están abatidos.
El Señor rescata a sus servidores,
y los que se refugian en él no serán castigados. R

Lectura de la segunda carta del Apóstol san Pablo a Timoteo 4, 6-8. 16 -18
Está preparada para mí la corona de justicia

Querido hijo:
Yo ya estoy a punto de ser derramado como una libación, y el momento de mi partida se aproxima: he peleado hasta el fin el buen combate, concluí mi carrera, conservé la fe. Y ya está preparada para mí la corona de justicia, que el Señor, como justo Juez, me dará en ese Día, y no solamente a mí, sino a todos los que hayan aguardado con amor su Manifestación.
Cuando hice mi primera defensa, nadie me acompañó, sino que todos me abandonaron. ¡Ojalá que no les sea tenido en cuenta! Pero el Señor estuvo a mi lado, dándome fuerzas, para que el mensaje fuera proclamado por mi intermedio y llegara a oídos de todos los paganos. Así fui librado de la boca del león.
El Señor me librará de todo mal y me preservará hasta que entre en su Reino celestial. ¡A Él sea la gloria por los siglos de los siglos! Amén.

Palabra del Señor

Aleluya 2Cor 5, 19
Dios estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo,
confiándonos la palabra de reconciliación.

✠ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 18, 9-14
El publicano volvió a su casa justificado, pero no el fariseo

Gloria a Ti, Señor

Refiriéndose a algunos que se tenían por justos y despreciaban a los demás, dijo también esta parábola:
«Dos hombres subieron al Templo para orar; uno era fariseo y el otro, publicano. El fariseo, de pie, oraba así: «Dios mío, te doy gracias porque no soy como los demás hombres, que son ladrones, injustos y adúlteros; ni tampoco como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago la décima parte de todas mis entradas.»
En cambio el publicano, manteniéndose a distancia, no se animaba siquiera a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: «¡Dios mío, ten piedad de mí, que soy un pecador!»
Les aseguro que este último volvió a sus casa justificado, pero no el primero. Porque todo el que se ensalza será humillado y el que se humilla será ensalzado.»

Palabra del Señor

Gloria a Ti, Señor Jesús

~ Creciendo en la fe ~
Notas sobre las lecturas de este Domingo

Segunda lectura ~ 2Tim 4, 6-8. 16-18

Durante las últimas tres semanas, hemos leído y rezado la Segunda Carta de Pablo a Timoteo, llegando hoy al final de la misma. Pablo está en prisión, enfrentando la muerte, y estos versos son, en gran medida, sus palabras de despedida en las que reflexiona sobre su vida como discípulo de Cristo. No ha sido fácil, y a menudo encontró sufrimiento, o se sintió abandonado por sus amigos. Nadie vino a su primera audiencia para defenderlo o apoyarlo; tampoco trajeron comida ni otro consuelo mientras estaba en prisión (y en una época en la que no había sistema penitenciario, el suministro de las necesidades básicas de los cautivos se efectuaba por medio de amigos y familia).
Al reflexionar sobre su ministerio, el escritor usa el tiempo perfecto, mejor usado para indicar una acción completada: ha luchado, ha corrido, ha mantenido la fe. También se utilizan una serie de imágenes para describir la situación de Pablo:

~ La vida derramada como una libación: esta es una imagen de sacrificio. Líquido – vino, aceite, o en este caso sangre, se derramaba durante un rito de sacrificio.
~ Concluí mi carrera: curiosamente esta imagen no se enfoca en ganar sino en correr, y así proporciona un modelo para el discipulado.
~ La corona de justicia: una imagen perteneciente a una competencia atlética donde se entrega una corona de hojas de laurel a quien llegue a la meta. Pablo aquí se pone a sí mismo como un ejemplo para Timoteo, pero tiene claro que sea lo que sea que ha hecho, no podría haberse logrado sin el apoyo de el Señor: “El Señor estuvo a mi lado y me dio poder”.

El escritor tiene absoluta confianza en el apoyo del Señor contra viento y marea, citando una línea del Salmo 21 (22), v. 21: Fui rescatado de la boca del león.

Evangelio ~ Lc 18, 9-14

Dos hombres subieron al Templo para orar:
un fariseo y un publicano

Este pasaje continúa la enseñanza de la semana pasada sobre la oración. Es la última de las parábolas y que sólo se encuentran en el Evangelio de Lucas. Éste, de todos los evangelistas, es el que más muestra a Jesús como una persona de oración, y es aquí especialmente donde vemos a Jesús orando en los momentos más importantes de su vida. Poco asombra, entonces, que los discípulos, inspirados por su ejemplo, le pidan a Jesús: “Señor, enséñanos a orar” (Lc 11, 1). Habiendo descrito inicialmente a su audiencia como gente que se enorgullecían de esus propias virtudes y despreciaban a todos los demás, Jesús continúa hablando de dos tipos de personas y su forma de orar. Sus oyentes se reconocerían fácilmente en los ejemplos dados.

El fariseo: ‘No soy como el resto de la humanidad’
Los fariseos eran buenas personas que, como implica su nombre en hebreo, gustaban de mantenerse apartados de la sociedad (del hebreo: pārûsh, que significa ‘apartado’). En la parábola, el fariseo es un judío estricto que sigue la ley de Dios en todos sus detalles. Pero es farisaico y se considera mejor que el resto de la humanidad. Este fariseo particular no sólo guarda la Ley Mosaica sino que la excede. La ley prescribe sólo un día de ayuno al año, en el Día de la Expiación, y sólo era necesario diezmar sobre el beneficio obtenido de los productos agrícolas, no en todo. Sin embargo, este hombre usa su oración para alabarse a sí mismo y condenar a su vecino.

El publicano: ‘Dios, ten piedad de mí, un pecador’
Por el contrario, el recaudador de impuestos es consciente de que su forma de vida no es todo lo que debería ser y reconoce su pecaminosidad ante Dios. Los recaudadores de impuestos, en ese momento, eran marginados sociales, conocidos como ladrones para Roma, y ​​el publicano se acerca a su oración con humildad, expresada en su lenguaje corporal. Comienza su oración con el verso de apertura del salmo 51 (52), que el rey David compuso después de su adulterio. El recaudador de impuestos pide perdón y no condena a nadie. Jesús habría asombrado a su audiencia al representar al fariseo como el villano, y al recaudador de impuestos como el héroe.

‘Este hombre, les digo, volvió a su casa en paz con Dios’
El recaudador de impuestos es el que ha entendido la enseñanza de Jesús sobre la oración (Lucas 11, 1)

fuente: https://stbeunosoutreach.wordpress.com/

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