
En este Domingo II del Tiempo gozoso de Pascua, recordamos muy especialmente a nuestro querido Santo Padre, el papa Francisco, quien partió al encuentro del Resucitado el pasado lunes del Ángel.[i] Hoy nos sentimos un poco como en el Sábado Santo, tristes por la ausencia terrenal de Francisco. Pero no debemos olvidarnos que los cristianos somos, fundamentalmente, un pueblo de Domingo de Pascua, alegres por la promesa que no defrauda (Rm 5, 5), la promesa de Dios, la promesa de la vida eterna. Como nos recuerda el salmo (29), el Señor transformará nuestras tristezas en alegría; por ello, nuestros corazones están llenos de un profundo agradecimiento por los dones que el Santo Padre Francisco confirió a la Iglesia a través de su ministerio petrino y por su testimonio de vida.
Desde el momento en que salió al balcón para encontrarse con una plaza de San Pedro llena de fieles expectantes, sabíamos que este papado iba a ser muy, pero muy distinto. Los símbolos estaban más que a la vista. Aquel 13 de marzo de 2013, el cardenal Jorge Mario Bergoglio se presentó al mundo vestido con una simple sotana blanca y con la misma cruz pectoral del Buen Pastor que usara en sus tiempos de arzobispo de Buenos Aires. El nombre elegido: Francisco, en honor a San Francisco de Asís, el Poverello. Su opción de residencia también dejaría en claro donde estaban sus prioridades, eligiendo la modesta Casa Santa Marta, donde celebraría misas diarias para quienes allí desempeñan labores y, en muchas ocasiones, bajaría a la cafetería a compartir y comer con ellos, dejando de lado el lujo y la distancia de la persona de a pie que implicaba habitar el palacio vaticano. Su humildad, su apertura y sencillez serían de las más importantes características de su papado.
En este Domingo de Divina Misericordia, vale recordar que el Papa en sus 12 años de pontificado, hizo hincapié de manera especial en la misericordia del Señor; no podemos olvidar cuando nos dijo que el nombre de Dios es misericordia[ii]. Su humildad, su servicio, su pastoralidad, su amor por la humanidad, lo convirtieron en el cura párroco del mundo. Francisco fue el Papa de la cercanía, de la presencia, aún para aquellos que no eran cristianos, fue el Papa del pueblo. La Iglesia se convirtió en el hospital de campaña[iii], donde todos nosotros pecadores, cosa que el reconocía de sí mismo a menudo, estamos invitados a sentirnos misericordiados[iv], a experimentar el perdón y la infinita misericordia de Dios. La gracia es para todos, a la mesa del amor, todos estamos llamados a compartirla, la misericordia es para todos … y todos interpelados a proclamar la alegría de la misericordia, del hijo que vuelve a casa y se encuentra con los brazos el Padre abiertos de par en par, llenos de amor y de ternura. Todos, todos, todos.
Su voz profética en temas como la inmigración y el cambio climático, nos interpelaron a salir de la autorreferencialidad[v], para que con ternura y empatía nos animáramos a tocar las llagas[vi] de tantos hermanos que sufren en este mundo. El Santo Padre, a través de su testimonio, nos invitó a construir puentes[vii] y, en su inimitable estilo misionero, exhortó una y otra vez a la Iglesia a ir hacia las periferias no sólo geográficas, sino también existenciales[viii]. Nos impulsó a participar en y a trabajar activamente por una cultura del encuentro[ix], atomar conciencia de que somos hermanos, y que juntos trabajamos para sanar las heridas de la guerra, de la pobreza, de la marginalización, de la opresión, de la indolencia ante los desastres climáticos. En síntesis, ante la globalización de la indiferencia[x], el Papa Francisco nos animó a despertar del letargo, de la sordera inconsciente y de mirar hacia al costado ante el dolor del otro, invitándonos a ser parte de la revolución de la ternura[xi], a llevar la alegría y la esperanza del Evangelio, a dar voz a los sin voz, a ser las manos y los pies de Cristo en todos los rincones de la tierra.
La pandemia trajo incertidumbre y desolación a millones de hermanos. El anhelo de sanar las heridas del aislamiento y la soledad que tantos sufrieron durante ese período, tuvo una respuesta en Fratelli Tutti, donde el Papa nos dio pistas para caminar juntos como familia humana, como proponía San Francisco de Asís al plantearle a sus hermanos y hermanas que era el llevar una forma de vida con sabor a Evangelio. (FT, 1). El Santo Padre nos interpeló, a partir de la parábola del Buen Samaritano a buscar la verdad, a abrirnos al hermano en una invitación a ser prójimo, a extender nuestras manos, abrir nuestros corazones tendiendo puentes de amor fraterno y de amistad social: a soñar y a construir sueños juntos. [xii]
Hoy, Francisco nos sigue llamando ser apóstoles de la misericordia[xiii], signos creíbles de la resurrección. Hoy, más que nunca, es el momento de escuchar su llamado a la sinodalidad[xiv], a ser una Iglesia en camino, Peregrinos de esperanza[xv], en comunión, de la mano de Jesús Resucitado y al amparo de la Virgen María. Que hoy y siempre, resuenen en nuestros corazones haciendo nuestras sus palabras en lo que sería su última Vigilia Pascua, ¡Hagámosle espacio a la luz del Resucitado! Y nos convertiremos en constructores de esperanza para el mundo![xvi]
Comunidad Católica Latina en Bangkok
[i] “¿Por qué se le llama así? Me parece que es acertado ese nombre: lunes del ángel. Conviene dejar un poco de espacio a este ángel, que dijo desde lo más profundo del sepulcro: Ha resucitado.”
San Juan Pablo II, en el rezo del Regina Coeli el lunes 4 de abril 1994, explica el origen teológico de este día expresando que un ángel les dice a las mujeres que no teman, que Jesús, a Quién ellas buscan, no se encuentra allí en el sepulcro pues ha resucitado (ver Evangelio de san Mateo (Mt 28, 5-7)
[ii] Bergoglio, Jorge Mario. Papa Francisco. El Nombre de Dios es Misericordia. Una conversación con Andrea Tornielli (2016)
[iii] Papa Francisco. Discurso a los participantes de un encuentro organizado por el Consejo Pontifico para la Promoción de la Nueva Evangelización. Viernes 19 de septiembre 2014
[iv] Bergoglio, Jorge Mario. Papa Francisco. El Nombre de Dios es Misericordia. Una conversación con Andrea Tornielli (2016)
[v] Papa Francisco. Ángelus, 30 de septiembre 2018
[vi] Papa Francisco. Misas matutinas en la capilla del Domus Sanctae Marthae. 3 de julio 2013
[vii] Papa Francisco. Misa celebrada en Ciudad Juárez. 17 de febrero 2016
[viii] Mensaje del Santo Padre Francisco al Meeting por la Amistad entre los Pueblos. Rímini, 24-30 de Agosto 2014
[ix] Papa Francisco. Misas matutinas en la capilla del Domus Sanctae Marthae. 13 de septiembre 2016
[x] Papa Francisco. Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium. (Clausura del Año de la Fe. Solemnidad de Cristo Rey, 24 de noviembre 2013). 54
[xi] Papa Francisco. Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium. (Clausura del Año de la Fe. Solemnidad de Cristo Rey, 24 de noviembre 2013). 88
[xii] Papa Francisco. Carta Encíclica Fratelli Tutti, sobre la fraternidad y la Amistad social. (Víspera de la fiesta del Poverello, 3 de octubre 2020)
[xiii] Papa Francisco. Homilía. Misa por el Jubileo de la Divina Misericordia. 3 de abril 2016
[xiv] Papa Francisco. Homilía. Misa para la Apertura del Sínodo de los Obispos. 10 de octubre 2021
[xv] Bula de Convocatoria del Jubileo Ordinario del Año 2025
[xvi] Papa Francisco. Homilía. Vigilia Pascual en la Noche Santa. 19 de abril 2025

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