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Lecturas del Domingo II del Tiempo de Pascua (Ciclo ‘B’, 2024) ~ «Domingo de la Divina Misericordia»

‘¡Señor mío y Dios mío!’

En este Segundo Domingo de Pascua, las lecturas nos invitan a creer y confiar en la misericordia de Dios.
Según las costumbres del mundo, la misericordia realmente no tiene sentido, pero esta es la fe misma de la que Pablo habla como aquello que “vence al mundo”: el perdón engendra perdón, la misericordia engendra misericordia, el amor engendra amor (Segunda Lectura).
Nuestra necesidad y gozo de tales gracias se hace eco en el Salmo, donde podemos unirnos al salmista para decir: ‘Dad gracias al Señor, porque él es bueno; ¡Porque para siempre es su misericordia!
Los Hechos de los Apóstoles (Primera Lectura) muestran que la misericordia del Señor resucitado continúa derramándose a través del ministerio de sus apóstoles, mientras que en el Evangelio vemos al mismo Jesús siendo el modelo de misericordia para sus amigos temerosos y dudosos.
En esta semana, oremos para que, aunque no merezcamos por completo tal don de la gracia, la misericordia divina de Dios tenga su efecto en nosotros, liberándonos y abriéndonos a amar cada vez más profundamente. (*)

James Tissot ~ The Appearance of Christ at the Cenacle

Hermana, hermano, ¿quieres una prueba de que Dios ha tocado tu vida? Comprueba si te inclinas ante las heridas de los demás. Hoy es el día para preguntarnos: “Yo, que tantas veces recibí la paz de Dios, que tantas veces recibí su perdón y su misericordia, ¿soy misericordioso con los demás? Yo, que tantas veces me he alimentado con el Cuerpo de Jesús, ¿qué hago para dar de comer al pobre?”. No permanezcamos indiferentes. No vivamos una fe a medias, que recibe pero no da, que acoge el don pero no se hace don. Hemos sido misericordiados, seamos misericordiosos.

papa francisco
Santa misa de la divina misericordia
11 de abril 2021

Lectura de los Hechos de los Apóstoles 4, 32-35 
Un sólo corazón y una sola alma

La multitud de los creyentes tenía un solo corazón y una sola alma. Nadie consideraba sus bienes como propios, sino que todo era común entre ellos.
Los Apóstoles daban testimonio con mucho poder de la resurrección del Señor Jesús y gozaban de gran estima.
Ninguno padecía necesidad, porque todos los que poseían tierras o casas las vendían y ponían el dinero a disposición de los Apóstoles, para que se distribuyera a cada uno según sus necesidades.

Palabra del Señor

Salmo Responsorial– 117, 2-4.16-18.22-24 
R: ¡Den gracias al Señor, porque es bueno, porque es eterno su amor!

Que lo diga el pueblo de Israel:
¡es eterno su amor!
Que lo diga la familia de Aarón:
¡es eterno su amor!
Que lo digan los que temen al Señor:
¡es eterno su amor! R

«La mano del Señor es sublime,
la mano del Señor hace proezas».
No, no moriré:
viviré para publicar lo que hizo el Señor.
El Señor me castigó duramente,
pero no me entregó a la muerte. R

La piedra que desecharon los constructores
es ahora la piedra angular.
Esto ha sido hecho por el Señor
y es admirable a nuestros ojos.
Este es el día que hizo el Señor:
alegrémonos y regocijémonos en él. R

Lectura de la primera carta de San Juan 5, 1-6 
El que ha nacido de Dios vence al mundo

Queridos hermanos:
El que cree que Jesús es el Cristo
ha nacido de Dios;
y el que ama al Padre
ama también al que ha nacido de Él.
La señal de que amamos a los hijos de Dios
es que amamos a Dios
y cumplimos sus mandamientos.
El amor a Dios consiste en cumplir sus mandamientos,
y sus mandamientos no son una carga,
porque el que ha nacido de Dios, vence al mundo.
Y la victoria que triunfa sobre el mundo es nuestra fe.
¿Quién es el que vence al mundo,
sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?
Jesucristo vino por el agua y por la sangre;
no solamente con el agua,
sino con el agua y con la sangre.
Y el Espíritu da testimonio
porque el Espíritu es la verdad.

Palabra del Señor

Aleluya Jn 20, 29
«Ahora crees, Tomás, porque me has visto.
¡Felices los que creen sin haber visto!» , dice el Señor

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según San Juan 20, 19-31
Ocho días más tarde, apareció Jesús

Gloria a Tí, Señor

Al atardecer de ese mismo día, el primero de la semana, estando cerradas las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, por temor a los judíos, llegó Jesús y poniéndose en medio de ellos, les dijo: «¡La paz esté con ustedes!».
Mientras decía esto, les mostró sus manos y su costado. Los discípulos se llenaron de alegría cuando vieron al Señor. Jesús les dijo de nuevo:
«¡La paz esté con ustedes!
Como el Padre me envió a mí,
yo también los envío a ustedes».
Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió:
«Reciban el Espíritu Santo.
Los pecados serán perdonados
a los que ustedes se los perdonen,
y serán retenidos a los que ustedes se los retengan».
Tomás, uno de los Doce, de sobrenombre el Mellizo, no estaba con ellos cuando llegó Jesús. Los otros discípulos le dijeron: «¡Hemos visto al Señor!».
Él les respondió: «Si no veo la marca de los clavos en sus manos, si no pongo el dedo en el lugar de los clavos y la mano en su costado, no lo creeré».
Ocho días más tarde, estaban de nuevo los discípulos reunidos en la casa, y estaba con ellos Tomás. Entonces apareció Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio de ellos y les dijo: «¡La paz esté con ustedes!».
Luego dijo a Tomás: «Trae aquí tu dedo: aquí están mis manos. Acerca tu mano: métela en mi costado. En adelante no seas incrédulo, sino hombre de fe».
Tomás respondió: «¡Señor mío y Dios mío!».
Jesús le dijo:
«Ahora crees, porque me has visto.
¡Felices los que creen sin haber visto!»
Jesús realizó además muchos otros signos en presencia de sus discípulos, que no se encuentran relatados en este Libro. Estos han sido escritos para que ustedes crean que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y creyendo, tengan Vida en su Nombre.

Palabra del Señor

Gloria a Tí, Señor Jesús

~ Creciendo en la Fe ~
Notas sobre las lecturas de esta semana

El domingo después de Pascua es celebrado como la Fiesta de la Divina Misericordia por la Iglesia Católica Romana y algunas otras iglesias desde el año 2000. En este día estamos llamados a reflexionar más personalmente sobre la vida, muerte y resurrección de Jesús y las bendiciones que recibimos. La atención se centra en la compasión de Dios, recordándonos que el Señor resucitado ofrece amor que perdona, reconcilia y abre el propio corazón al amor.

Segunda Lectura ~ 1Jn 5, 1-6

Hoy, y durante los restantes domingos de Pascua, leemos desde la primera de las tres epístolas de Juan. Sin embargo, ésta no es una carta cualquiera, entre otras cosas porque carece de saludos iniciales y finales: algunos sugieren que quizás sea mejor verla como un sermón. o exhortación. Aunque, probablemente, no haya sido escrita por el autor del Evangelio de San Juan, comparte muchas similitudes con el Evangelio, particularmente en la forma en la que destaca la centralidad del amor.
La epístola comienza con una introducción que describe la realidad histórica del mensaje cristiano, y pasa a abordar la cuestión del pecado, los mandamientos, los falsos maestros, viviendo como hijos de Dios, los dos espíritus, el amor inspirador de Dios y la cuestión de fe. La conclusión va seguida de un epílogo.

Quien crea que Jesús es el Cristo…
El texto de hoy proviene del capítulo final. Destaca la importancia de la humanidad de Jesús (“la sangre”) en lugar de poner todo el énfasis en la divinidad. Para Juan, eso no haría justicia a la realidad de lo que Dios ha hecho por nosotros en Cristo. Si tenemos fe en que Jesús es el Hijo de Dios (engendrado o nacido de Dios), nosotros también somos hijos de Dios. Juan repite la importancia de este acto de fe (vv. 5-6), aquí refiriéndose a la humanidad de Jesús como «la sangre», en alusión a su muerte en la cruz.

Jesucristo que vino con agua y sangre…
Cuando Juan escribió su epístola, algunos aparentemente negaban la verdadera humanidad de Jesús. Aceptaron su bautismo (El vino con agua) pero negaron que realmente muriera en la cruz, sufriendo como cualquier hombre (Él vino con sangre). Sostuvieron que él sólo «parecía» humano. En su Evangelio, Juan destaca la importancia de la sangre y el agua saliendo del costado de Jesús en la Cruz (Juan 19, 34-35).

El Espíritu es un testigo más… El Espíritu es verdad
La presencia del Espíritu Santo, el don de su resurrección, juntos con el “agua y la sangre” – el bautismo y la muerte de Jesús – da testimonio de Dios.

Evangelio ~ Jn 20, 19-31

La intención de Juan
En el capítulo 20, Juan se ocupa de las diferentes maneras en que los personajes involucrados llegan a creer en el Señor resucitado. Después de su incredulidad inicial (ver la semana pasada: Juan 20, 1–9), María sólo reconoce a Jesús como el Señor resucitado cuando lo ve y lo oye pronunciar su nombre (20, 16-18). Fue sólo “el otro discípulo” quien, según Juan, creyó inmediatamente al entrar y ver la tumba vacía.

Del miedo a la alegría
Esta semana continuamos con el relato de Juan sobre las apariciones después de la Resurrección, pasando de la tumba vacía al cenáculo donde ‘somos testigos’ de dos escenas que tienen lugar con ocho días de diferencia.
El primer evento resalta el dramático cambio en el humor de los discípulos. Estaban aterrorizados de que los responsables de la muerte de Jesús podrían arrestarlos y matarlos también. Pero ahora, [ellos] ‘estaban llenos de alegría cuando vieron al Señor…” Este es el cumplimiento de las palabras que Jesús les dirigió antes de su crucifixión (ver Juan 16, 22) ‘…ustedes ahora están tristes, pero los veré otra vez, y sus corazones estarán llenos de alegría…’. También para ellos la creencia surge a través de la visión.

De la duda a la creencia
El segundo evento ocurre ocho días después cuando Jesús regresa al cenáculo e invita a Tomás a tocar sus heridas. Tomás había dudado de que sus amigos habían visto al Señor, pero Jesús le está dando la prueba que necesita para creer que en verdad ha resucitado. Le insta a ‘no dudar más, sino a creer’. No se nos dice si Tomás aceptó la invitación de Jesús de tocarlo, pero ahora puede hacer su profesión de fe: ‘¡Señor mío y Dios mío!’

Una nota para el lector
Juan concluye su relato de estas apariciones hablándonos directamente. Los acontecimientos que ha elegido registrar son aquellos que cree que mejor nos llevarán a crecer en la fe en la persona de Jesús como el Mesías, el Hijo de Dios. El revisa las diferentes reacciones de los discípulos en beneficio de la gente de su tiempo, sus compañeros cristianos del primer siglo. Los teólogos creen que Juan pretendía que estos versículos (30-31) concluyeran su Evangelio, y que el Capítulo 21 es una adición posterior. (*)

(*) fuente: https://stbeunosoutreach.wordpress.com/

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Esta fiesta fue instituida en 1985, primero en la archidiócesis de Cracovia por su obispo, el cardenal Franciszek Macharski, y después en algunas otras diócesis de Polonia. Diez años más tarde, en 1995, el papa Juan Pablo II la extendió a toda Polonia, a petición expresa del episcopado polaco. El 30 de abril de 2000, segundo domingo de Pascua y día de la canonización de santa Faustina en Roma, el papa Juan Pablo II la instituyó para la Iglesia universal.

¿Quién instituyó esta fiesta?

El Señor Jesús en persona se apareció a sor Faustina, una monja polaca de principios del siglo XX, y le dijo: «Deseo que el primer domingo después de Pascua sea la fiesta de la Misericordia» (Pequeño diario de Sor Faustina, 299). También le explicó el significado de la fiesta: «Deseo que la fiesta de la Misericordia sea el recurso y el refugio de todas las almas, y especialmente de los pobres pecadores. En este día se abren las entrañas de mi misericordia, derramo todo un océano de gracias sobre las almas que se acercan a la fuente de mi misericordia; toda alma que se confiese y se comunique recibirá el perdón completo de sus culpas y la remisión de sus penas; en este día se abren todas las fuentes divinas por las que fluyen las gracias» (Pequeño diario, 699).

(La Fiesta de la Misericordia es una práctica preponderante de toda la Devoción a la Divina Misericordia, dadas las promesas especiales que contiene y el lugar que ocupa en la liturgia de la Iglesia. Jesús habló de ella a sor Faustina por primera vez en el convento de P’ock, en el mes de febrero de 1931, durante su primera aparición a propósito de la pintura del cuadro. Le dijo entonces: «Deseo que haya una fiesta de la Misericordia. Quiero que este cuadro, que pintarás con pincel, sea solemnemente bendecido el primer domingo después de Pascua; ese domingo debe ser la fiesta de la Misericordia» (Pequeño diario, 49). El Señor repitió la petición en años sucesivos, en otras revelaciones a sor Faustina, especificando no solo la fecha, sino también el motivo y el modo de celebrar la fiesta).

La Fiesta de la Misericordia, un «segundo bautismo»

En su análisis teológico del Pequeño diario de Faustina para su proceso de beatificación, el abad profesor Ignace Róycki explica que la gracia de la fiesta supera la gracia de la indulgencia plenaria. En efecto, «la gracia de la indulgencia plenaria consiste en la remisión solo de las penas temporales debidas por haber cometido pecados, pero nunca remite las faltas mismas». De los siete sacramentos de la Iglesia católica, solo el bautismo ofrece la remisión de los pecados. Al prometer «el perdón completo de los pecados» a quienes se hayan confesado y comulgado en esta fiesta, Cristo «lo elevó al rango de un ‘segundo bautismo’», afirma el padre Róycki.

¿Cómo prepararse para la Fiesta de la Divina Misericordia?

Mediante una novena que consiste en rezar el rosario a la Divina Misericordia durante nueve días consecutivos, a partir del Viernes Santo. Jesús insistió: «Di, hija mía, que la fiesta de la Misericordia ha brotado de mi corazón para consuelo del mundo entero» (Pequeño diario, 1517).

Para leer el artículo completo, puedes hacerlo a través del siguiente enlace: https://es.la-croix.com/fiestas-religiosas/cual-es-el-origen-de-la-fiesta-de-la-divina-misericordia

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