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Lecturas para la Semana Santa con meditaciones del Papa Francisco (Ciclo ‘B’, 2024)

En el diario vivir estamos siempre confrontando encrucijadas, las alternativas nos abruman. Podemos elegir la entrega o el interés propio, el amor o el odio, vivir en verdad o en la mentira… podemos elegir, la vida o la muerte. Esta semana entramos en una suerte de recta final de un camino que no solo comenzó hace 40 días, sino el que elegimos transitar al entregarle nuestra vida a Jesús. Este es el camino de la conversión, del darse por entero, el camino de la Cruz. Este es el camino abierto por el Señor, del que da su vida por sus amigos, el ama hasta el final; amando y perdonando aun a aquellos que se durmieron y lo dejaron solo, los que lo traicionaron, los que eligieron huir en vez de estar firmes acompañando el destino amargo del Amigo.

Seis días antes de Pascua —estamos a las puertas de la Pasión— María hace este gesto de contemplación: Marta servía —como en el otro pasaje— y María abre la puerta a la contemplación. Y Judas piensa en el dinero y piensa en los pobres, pero “no porque le preocuparan los pobres, sino porque era ladrón y, como tenía la bolsa, se llevaba lo que echaban en ella” (Jn 12,6). Esta historia del administrador infiel es siempre actual, siempre los hay, incluso a alto nivel: pensemos en algunas organizaciones caritativas o humanitarias que tienen tantos empleados, tantos, que tienen una estructura muy rica en personas y al final el cuarenta por ciento llega a los pobres, porque el sesenta por ciento es para pagar el sueldo a tanta gente. Es una forma de quitarles el dinero a los pobres. Pero la respuesta es Jesús. Y aquí quiero detenerme: “Porque pobres siempre tendrán con ustedes” (Jn 12,8). Es una verdad: “pobres siempre tendrán con ustedes”. Los pobres existen. Hay muchos: están los pobres que vemos, pero esta es la parte más pequeña; la gran cantidad de pobres son los que no vemos: los pobres escondidos. Y no los vemos porque entramos en esta cultura de la indiferencia que es negacionista y negamos: “No, no hay muchos, no se ven; bueno, está ese caso, pero…”, siempre disminuyendo la realidad de los pobres. Pero hay muchos, muchos.
….Aunque no entremos en esta cultura de la indiferencia, existe la costumbre de ver a los pobres como adornos de una ciudad: sí, están ahí, como estatuas; sí, están ahí, se pueden ver; sí, esa viejecita mendigando, ese otro… Pero como si fuera algo normal. Es parte de la decoración de la ciudad tener gente pobre. Pero la gran mayoría son pobres víctimas de las políticas económicas, de las políticas financieras. Algunas estadísticas recientes lo resumen de esta manera: hay mucho dinero en manos de unos pocos y mucha pobreza en muchos. Y esta es la pobreza de tantas personas que son víctimas de la injusticia estructural de la economía mundial.
….Es la injusticia de la organización económica o financiera la que los lleva allí. Y hay muchos, muchos, y nos encontraremos con ellos en el juicio. La primera pregunta que nos hará Jesús es: “¿Cómo te ha ido con los pobres? ¿Les has dado de comer? Cuando estaba en prisión, ¿lo has visitado? En el hospital, ¿lo fuiste a ver? ¿Ayudaste a la viuda, al huérfano? Porque yo estaba allí”. Y por eso seremos juzgados. No seremos juzgados por el lujo o los viajes que hayamos hecho o la importancia social que hayamos tenido. Seremos juzgados por nuestra relación con los pobres. Pero si yo, hoy, ignoro a los pobres, los dejo de lado, creo que no existen, el Señor me ignorará el día del juicio. Cuando Jesús dice: “Porque pobres siempre tendrán con ustedes”, quiere decir: “Yo siempre estaré con ustedes en los pobres. Estaré presente ahí”. Y esto no es ser comunista, es el centro del Evangelio: seremos juzgados por esto.

papa francisco
homilía, lunes santo
6 de abril 2020

Lectura del libro de Isaías 42, 1-7
Él no levantará la voz ni la hará resonar por las calles

Así habla el Señor:
Este es mi Servidor, a quien Yo sostengo,
mi elegido, en quien se complace mi alma.
Yo he puesto mi espíritu sobre él
para que lleve el derecho a las naciones.
El no gritará, no levantará la voz
ni la hará resonar por las calles.
No romperá la caña quebrada
ni apagará la mecha que arde débilmente.
Expondrá el derecho con fidelidad;
no desfallecerá ni se desalentará
hasta implantar el derecho en la tierra,
y las costas lejanas esperarán su Ley.
Así habla Dios, el Señor,
el que creó el cielo y lo desplegó,
el que extendió la tierra y lo que ella produce,
el que da el aliento al pueblo que la habita
y el espíritu a los que caminan por ella.
Yo, el Señor, te llamé en la justicia,
te sostuve de la mano, te formé
y te destiné a ser la alianza del pueblo,
la luz de las naciones,
para abrir los ojos de los ciegos,
para hacer salir de la prisión a los cautivos
y de la cárcel a los que habitan en las tinieblas.

Palabra del Señor

Salmo Responsorial 26, 1-3. 13-14
R: El Señor es mi luz y mi salvación

El Señor es mi luz y mi salvación,
¿a quién temeré?
El Señor es el baluarte de mi vida,
¿ante quién temblaré? R

Cuando se alzaron contra mí los malvados
para devorar mi carne,
fueron ellos, mis adversarios y enemigos,
los que tropezaron y cayeron. R

Aunque acampe contra mí un ejército,
mi corazón no temerá;
aunque estalle una guerra contra mí,
no perderé la confianza. R

Yo creo que contemplaré la bondad del Señor
en la tierra de los vivientes.
Espera en el Señor y sé fuerte;
ten valor y espera en el Señor. R

Aclamación
¡Salve, Rey nuestro!
Sólo Tú te has compadecido de nuestros errores.

✠ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 12, 11
Déjala. Ella tenía reservado este perfume para el día de mi sepultura

Gloria a Tí, Señor

Seis días antes de la Pascua, Jesús volvió a Betania, donde estaba Lázaro, al que había resucitado. Allí le prepararon una cena: Marta servía y Lázaro era uno de los comensales.
María, tomando una libra de perfume de nardo puro, de mucho precio, ungió con él los pies de Jesús y los secó con sus cabellos. La casa se impregnó con la fragancia del perfume.
Judas Iscariote, uno de sus discípulos, el que lo iba a entregar, dijo: «¿Por qué no se vendió este perfume en trescientos denarios para dárselos a los pobres?». Dijo esto, no porque se interesaba por los pobres, sino porque era ladrón y, como estaba encargado de la bolsa común, robaba lo que se ponía en ella.
Jesús le respondió: «Déjala. Ella tenía reservado este perfume para el día de mi sepultura. A los pobres los tienen siempre con ustedes, pero a mí no me tendrán siempre».
Entre tanto, una gran multitud de judíos se enteró de que Jesús estaba allí, y fueron, no sólo por Jesús, sino también para ver a Lázaro, al que había resucitado. Entonces los sumos sacerdotes resolvieron matar también a Lázaro, porque muchos judíos se apartaban de ellos y creían en Jesús a causa de él.

Palabra del Señor

Gloria a Tí, Señor Jesús

Reflexión de Rezando Voy.org, un proyecto de los Jesuitas de España, para este Lunes Santo: https://www.rezandovoy.org/reproductor/2024-03-25

La profecía de Isaías que hemos escuchado es una profecía sobre el Mesías, sobre el Redentor, pero también una profecía sobre el pueblo de Israel, sobre el pueblo de Dios: podemos decir que puede ser una profecía sobre cada uno de nosotros. En esencia, la profecía enfatiza que el Señor ha elegido a su servidor desde el vientre materno: lo dice dos veces. Su siervo fue elegido desde el principio, desde el nacimiento o antes del nacimiento. El pueblo de Dios fue elegido antes de nacer: también cada uno de nosotros. Ninguno de nosotros cayó en el mundo por casualidad, por caso. Cada uno tiene un destino, un destino libre, el destino de la elección de Dios. Yo nazco con el destino de ser hijo de Dios, de ser siervo de Dios, con la tarea de servir, de construir, de edificar. Y esto, desde el seno materno.
El siervo de Yahvé, Jesús, sirvió hasta la muerte: parecía una derrota, pero era la manera de servir. Y esto subraya la manera de servir que debemos tener en nuestras vidas. Servir es darse a sí mismo, darse a los demás. Servir no es pretender para cada uno de nosotros otro beneficio que no sea el de servir. Servir es la gloria, y la gloria de Cristo es servir hasta el punto de aniquilarse hasta la muerte, la muerte en la cruz. Jesús es el servidor de Israel. El pueblo de Dios es siervo, y cuando el pueblo de Dios se aleja de esta actitud de servicio es un pueblo apóstata: se aleja de la vocación que Dios le ha dado. Y cuando cada uno de nosotros se aleja de esta vocación de servicio, se aleja del amor de Dios, y construye su vida sobre otros amores, muchas veces idólatras.
El Señor nos ha elegido desde el vientre materno. En la vida hay caídas: cada uno de nosotros es un pecador y puede caer, y ha caído. Sólo la Virgen y Jesús… todos los demás hemos caído, somos pecadores. Pero lo que importa es la actitud ante el Dios que me eligió, que me ungió como siervo; es la actitud de un pecador que es capaz de pedir perdón, como Pedro, que jura que «no, nunca te negaré, Señor, nunca, nunca, nunca», pero luego, cuando el gallo canta, llora. Se arrepiente. Este es el camino del servidor: cuando resbala, cuando cae, pide perdón.
En cambio, cuando el siervo no puede comprender que ha caído, cuando la pasión lo toma de tal manera que lo lleva a la idolatría, abre su corazón a satanás, entra en la noche: eso es lo que le pasó a Judas.
Pensemos hoy en Jesús, el siervo, fiel en el servicio. Su vocación es servir hasta la muerte, y la muerte en la Cruz. Pensemos en cada uno de nosotros, parte del pueblo de Dios: somos servidores, nuestra vocación es servir, no aprovechar nuestro lugar en la Iglesia. Servir. Siempre en servicio.
Pidamos la gracia de perseverar en el servicio. A veces con resbalones, caídas, pero la gracia de al menos llorar como Pedro lloró.

papa francisco
homilía, martes santo
7 de abril 2020

Lectura del libro de Isaías 49, 1-6
Yo te destino a ser la luz de las naciones para que llegue mi salvación hasta los confines de la tierra

¡Escúchenme, costas lejanas,
presten atención, pueblos remotos!
El Señor me llamó desde el seno materno,
desde el vientre de mi madre pronunció mi nombre.
El hizo de mi boca una espada afilada,
me ocultó a la sombra de su mano;
hizo de mí una flecha punzante,
me escondió en su aljaba.
El me dijo: «Tú eres mi Servidor, Israel,
por ti yo me glorificaré».
Pero yo dije: «En vano me fatigué,
para nada, inútilmente, he gastado mi fuerza».
Sin embargo, mi derecho está junto al Señor
y mi retribución, junto a mi Dios.
Y ahora, ha hablado el Señor,
el que me formó desde el seno materno
para que yo sea su Servidor,
para hacer que Jacob vuelva a él y se le reúna Israel.
Yo soy valioso a los ojos del Señor
y mi Dios ha sido mi fortaleza.
El dice: «Es demasiado poco que seas mi Servidor
para restaurar a las tribus de Jacob
y hacer volver a los sobrevivientes de Israel;
yo te destino a ser la luz de las naciones,
para que llegue mi salvación hasta los confines de la tierra».

Palabra del Señor

Salmo Responsorial 70, 1-4a. 5-6ab. 15. 17
R: Mi boca anunciará tu salvación, Señor

Yo me refugio en ti, Señor,
¡que nunca tenga que avergonzarme!
Por tu justicia, líbrame y rescátame,
inclina tu oído hacia mí, y sálvame. R

Sé para mí una roca protectora,
Tú que decidiste venir siempre en mi ayuda,
porque tú eres mi Roca y mi fortaleza.
¡Líbrame, Dios mío, de las manos del impío! R

Porque tú, Señor, eres mi esperanza
y mi seguridad desde mi juventud.
En ti me apoyé desde las entrañas de mi madre;
desde el seno materno fuiste mi protector. R

Mi boca anunciará incesantemente
tus actos de justicia y salvación,
aunque ni siquiera soy capaz de enumerarlos.
Dios mío, tú me enseñaste desde mi juventud,
y hasta hoy he narrado tus maravillas. R

Aclamación
¡Salve, Rey nuestro, obediente al Padre!
Fuiste llevado a la crucifixión,
como un manso cordero al matadero.

✠ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 13, 21-33. 36-38
Uno de ustedes me entregará… No cantará el gallo antes que me hayas negado tres veces

Gloria a Tí, Señor

Lavatorio de pies, P. Andrés F. Jaramillo Gutierrez, mxy

Jesús, estando en la mesa con sus discípulos, se estremeció y manifestó claramente: «Les aseguro que uno de ustedes me entregará».
Los discípulos se miraban unos a otros, no sabiendo a quién se refería.
Uno de ellos –el discípulo al que Jesús amaba– estaba reclinado muy cerca de Jesús. Simón Pedro le hizo una seña y le dijo: «Pregúntale a quién se refiere». El se reclinó sobre Jesús y le preguntó: «Señor, ¿quién es?».
Jesús le respondió: «Es aquel al que daré el bocado que voy a mojar en el plato».
Y mojando un bocado, se lo dio a Judas, hijo de Simón Iscariote. En cuanto recibió el bocado, Satanás entró en él. Jesús le dijo entonces: «Realiza pronto lo que tienes que hacer».
Pero ninguno de los comensales comprendió por qué le decía esto. Como Judas estaba encargado de la bolsa común, algunos pensaban que Jesús quería decirle: «Compra lo que hace falta para la fiesta», o bien que le mandaba dar algo a los pobres. Y en seguida, después de recibir el bocado, Judas salió. Ya era de noche.
Después que Judas salió, Jesús dijo:
«Ahora el Hijo del hombre ha sido glorificado y Dios ha sido glorificado en él. Si Dios ha sido glorificado en él, también lo glorificará en sí mismo, y lo hará muy pronto. Hijos míos, ya no estaré mucho tiempo con ustedes. Ustedes me buscarán, pero yo les digo ahora lo mismo que dije a los judíos: «A donde yo voy, ustedes no pueden venir».
Simón Pedro le dijo: «Señor, ¿a dónde vas?». Jesús le respondió: «Adonde yo voy, tú no puedes seguirme ahora, pero más adelante me seguirás».
Pedro le preguntó: «¿Por qué no puedo seguirte ahora? Yo daré mi vida por ti».
Jesús le respondió: «¿Darás tu vida por mí? Te aseguro que no cantará el gallo antes que me hayas negado tres veces».

Palabra del Señor

Gloria a Tí, Señor Jesús

Reflexión de Rezando Voy.org, un proyecto de los Jesuitas de España, para este Martes Santo: https://www.rezandovoy.org/reproductor/2024-03-26

El Miércoles Santo también se llama “miércoles de la traición”, el día en que se subraya en la Iglesia la traición de Judas. Judas vende al Maestro.
….Cuando pensamos en el hecho de vender a la gente, nos viene a la mente el comercio hecho con los esclavos de África para llevarlos a América —una cosa antigua— luego el comercio, por ejemplo, de las jóvenes yazidíes vendidas al Daesh: pero es una cosa lejana, es una cosa… También hoy en día se vende gente. Todos los días. Hay Judas que venden a sus hermanos y hermanas: explotándolos en el trabajo, no pagando lo justo, no reconociendo los deberes…
….No sabemos cómo fue la vida de Judas. Un muchacho normal, tal vez, e incluso con inquietudes, porque el Señor lo llamó a ser discípulo. Él nunca logró serlo: no tenía boca de discípulo ni corazón de discípulo, como hemos leído en la primera Lectura. Era débil en el discipulado, pero Jesús lo amaba… Luego el Evangelio nos hace comprender que le gustaba el dinero: en casa de Lázaro, cuando María ungió los pies de Jesús con aquel perfume tan caro, hizo una reflexión y Juan subraya: “Pero no lo dice porque amaba a los pobres: porque era ladrón” (cf. Jn 12,6). El amor por el dinero lo había llevado fuera de las reglas: a robar, y de robar a traicionar hay un paso, pequeñito. Quien ama demasiado el dinero traiciona para tener más, siempre: es una regla, es un hecho comprobado. El Judas muchacho, quizás bueno, con buenas intenciones, termina siendo un traidor hasta el punto de ir al mercado a vender: “Fue donde los sumos sacerdotes y les dijo: «¿Qué me darán si se los entrego?»” (cf. Mt 26,14). En mi opinión, este hombre estaba fuera de sí.
….Una cosa que me llama la atención es que Jesús nunca le dice “traidor”; dice que será traicionado, pero no le dice a él “traidor”. Nunca dice: “Vete, traidor”. ¡Nunca! Es más, le llama: “Amigo”, y lo besa. El misterio de Judas: ¿cómo es el misterio de Judas? No sé… Sí, me consuela contemplar aquel capitel de Vézelay: ¿cómo terminó Judas? No lo sé. Jesús amenaza con fuerza, aquí; amenaza con fuerza: “¡Ay de aquel por quien el Hijo del hombre es entregado! ¡Más le habría valido a ese hombre no haber nacido!” (cf. Mt 26,24). ¿Pero eso significa que Judas está en el infierno? No lo sé. Yo miro el capitel. Y escucho la palabra de Jesús: “Amigo”.
….Pensemos en tantos Judas institucionalizados en este mundo, que explotan a la gente. Y también pensemos en el pequeño Judas que cada uno de nosotros tiene dentro de sí a la hora de elegir: entre lealtad o interés. Cada uno de nosotros tiene la capacidad de traicionar, de vender, de elegir por el propio interés. Cada uno de nosotros tiene la posibilidad de dejarse atraer por el amor al dinero o a los bienes o al bienestar futuro. “Judas, ¿dónde estás?”. Pero la pregunta la hago a cada uno de nosotros: “Tú, Judas, el pequeño Judas que tengo dentro: ¿dónde estás?”.

papa francisco
homilía, miércoles santo
8 de abril 2020

Lectura del libro de Isaías 50, 4-9a
No retiré mi rostro cuando me ultrajaban

El mismo Señor me ha dado
una lengua de discípulo,
para que yo sepa reconfortar al fatigado
con una palabra de aliento.
Cada mañana, él despierta mi oído
para que yo escuche como un discípulo.
El Señor abrió mi oído
y yo no me resistí ni me volví atrás.
Ofrecí mi espalda a los que golpeaban
y mis mejillas, a los que me arrancaban la barba;
no retiré mi rostro
cuando me ultrajaban y escupían.
Pero el Señor viene en mi ayuda:
por eso, no quedé confundido;
por eso, endurecí mi rostro como el pedernal,
y sé muy bien que no seré defraudado.
Está cerca el que me hace justicia:
¿quién me va a procesar?
¡Comparezcamos todos juntos!
¿Quién será mi adversario en el juicio?
¡Que se acerque hasta mí!
Sí, el Señor viene en mi ayuda:
¿quién me va a condenar?

Palabra del Señor

Salmo Responsorial 68, 8-10. 21-22. 31. 33-34
R: ¡Señor, Dios mío, por tu gran amor, respóndeme!

Por ti he soportado afrentas
y la vergüenza cubrió mi rostro;
me convertí en un extraño para mis hermanos,
fui un extranjero para los hijos de mi madre:
porque el celo de tu Casa me devora,
y caen sobre mí los ultrajes de los que te agravian. R

La vergüenza me destroza el corazón,
y no tengo remedio.
Espero compasión y no la encuentro,
en vano busco un consuelo:
pusieron veneno en mi comida,
y cuando tuve sed me dieron vinagre. R

Así alabaré con cantos el nombre de Dios,
y proclamaré su grandeza dando gracias;
que lo vean los humildes y se alegren,
que vivan los que buscan a Dios:
porque el Señor escucha a los pobres
y no desprecia a sus cautivos. R

Aclamación
¡Salve, Rey nuestro, obediente al Padre!
Fuiste llevado a la crucifixión,
como un manso cordero a la matanza.

✠ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 26, 14-25
El Hijo del hombre, se va, como está escrito de Él, pero, ¡ay de aquél por quien será entregado!

Gloria a Tí, Señor

Uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue a ver a los sumos sacerdotes y les dijo: «¿Cuánto me darán si se lo entrego?». Y resolvieron darle treinta monedas de plata.
Desde ese momento, Judas buscaba una ocasión favorable para entregarlo.
El primer día de los Acimos, los discípulos fueron a preguntar a Jesús: «¿Dónde quieres que te preparemos la comida pascual?».
El respondió: «Vayan a la ciudad, a la casa de tal persona, y díganle: «El Maestro dice: Se acerca mi hora, voy a celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos».
Ellos hicieron como Jesús les había ordenado y prepararon la Pascua.
Al atardecer, estaba a la mesa con los Doce y, mientras comían, Jesús les dijo: «Les aseguro que uno de ustedes me entregará».
Profundamente apenados, ellos empezaron a preguntarle uno por uno: «¿Seré yo, Señor?».
El respondió: «El que acaba de servirse de la misma fuente que yo, ese me va a entregar. El Hijo del hombre se va, como está escrito de él, pero ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre será entregado: más le valdría no haber nacido!».
Judas, el que lo iba a entregar, le preguntó: «¿Seré yo, Maestro?». «Tú lo has dicho», le respondió Jesús.

Palabra del Señor

Gloria a Tí, Señor Jesús

Reflexión de Rezando Voy.org, un proyecto de los Jesuitas de España, para este Miércoles Santo: https://www.rezandovoy.org/reproductor/2024-03-27

V/ Te adoramos, Cristo, y te bendecimos
R/ Porque con tu santa cruz redimiste al mundo

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