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Via Crucis 2024 (con reflexiones del Papa Francisco y Henri Nouwen)

Hermanos y hermanas, hagamos nuestra la oración de Jesús:
pidamos al Padre que quite el velo de nuestros ojos para que en estos días,
mirando al Crucificado, aceptemos que Dios es amor

Papa Francisco
Audiencia General, 17 de abril 2019
(Víspera del Triduo Pascual)

Muchos hermanos viven a diario la cruz: la cruz de vidas trastocadas por la guerra, por la violencia, la enfermedad… otros, padecen la cruz del abandono, la cruz de la pobreza y la marginalidad… familias que lloran la pérdida de sus seres amados, que sufren migraciones forzadas, que son perseguidas, que son víctimas de traficantes; hay millones de niños huérfanos, con hambre… millones de ancianos solos, con tristeza. Hay tanto dolor… ¡son tantas las cruces!
Contemplando la Cruz de Jesús, compartimos su dolor y el de nuestros hermanos que sufren a diario en el mundo… su dolor, es nuestro dolor; su angustia, su desesperación, se hace carne en nosotros. Contemplar la Cruz de Jesús, “tocar sus llagas”, como nos invita el Papa Francisco, es hacerse carne de ese dolor, tomar conciencia de la desolación, de la violencia que millones de nuestros hermanos soportan cada día. “Tocar las llagas de Jesús” es consolar al que cae, es enjugar las lágrimas de los que lloran, es ayudar a cargar la cruz de los que sufren.
Junto a María, unidos en oración ante la Cruz de Jesús, pedimos que el Señor abra nuestros corazones para comprometernos a vivir gestos concretos de amor a cada paso. El Amor de Aquél que «se humilló a sí mismo, hecho obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz» (Flp 2,8), nos invita a gastar la vida convirtiéndonos en testigos de esperanza, aliento, liberación y consuelo.
Que, con la mirada fija en el Crucificado, nos animemos a ser solidarios con las cruces que padecen nuestros hermanos. Y que, la Cruz de Cristo, prueba suprema de la misericordia y del amor de Dios (1), nos conceda, a cada uno, la fortaleza, la fe, el amor y la esperanza para vencer las aguas oscuras de la muerte (2).

  1. Papa Francisco, Ángelus, 15 de marzo 2015
  2. Papa Francisco, Mensaje de Cuaresma 2022

Primera Estación
Jesús es sentenciado a muerte

V/ Te adoramos, Cristo, y te bendecimos.
R/ Porque con tu santa cruz redimiste al mundo

Pilato tomó de nuevo la palabra y les preguntó:
«¿Qué hago con el que llaman rey de los judíos?».
Ellos gritaron de nuevo: «Crucifícalo».
Y Pilato, queriendo complacer a la gente, les soltó a Barrabás;
y a Jesús, después de azotarlo, lo entregó para que lo crucificaran.

(Mc 15, 12 – 13, 5)

La Cruz de Jesús es la Palabra con la que Dios ha respondido al mal del mundo. A veces nos parece que Dios no responde al mal, que permanece en silencio. En realidad Dios ha hablado, ha respondido, y su respuesta es la Cruz de Cristo: una palabra que es amor, misericordia, perdón. Y también juicio: Dios nos juzga amándonos. Recordemos esto: Dios nos juzga amándonos. Si acojo su amor estoy salvado, si lo rechazo me condeno, no por él, sino por mí mismo, porque Dios no condena, Él sólo ama y salva”.
(…) “La palabra de la Cruz es también la respuesta de los cristianos al mal que sigue actuando en nosotros y a nuestro alrededor.
Los cristianos deben responder al mal con el bien, tomando sobre sí la Cruz, como Jesús. (a)

Padre Nuestro

Segunda Estación
Jesús es cargado con la cruz

V/ Te adoramos, Cristo, y te bendecimos.
R/ Porque con tu santa cruz redimiste al mundo

Se lo llevaron; y Jesús salió cargando Él mismo con la cruz.
(Jn 19, 16b)

Mientras yo agonizo sobre el dolor de aquellos que están lejos, pero no logro llevar el dolor que es exclusivamente mío, me puedo convertir en activista, incluso un defensor de la humanidad, pero no un seguidor radical de Jesús. De alguna manera mi vínculo con los hermanos que sufren opresión se hace real a través de mi voluntad de sufrir mi soledad. Es una carga que trato de evitar a veces, preocupándome por los otros. Pero Jesús llevó su cruz por mi hermano y por mi. Pertenecemos juntos. Debemos tomar cada uno nuestra propia cruz y seguirle, y así descubrir que somos verdaderamente hermanos que aprendemos de Él que es manso y humilde de corazón. Sólo de esta manera puede nacer una nueva humanidad. (b)

Padre Nuestro

Tercera Estación
Jesús cae por primera vez

V/ Te adoramos, Cristo, y te bendecimos.
R/ Porque con tu santa cruz redimiste al mundo

Judas, «el triste»

Lo siento de veras, Judas. Creo que cometes un error terrible. ¿De verdad crees que lo de Jesús es un engaño? ¿De verdad te sientes tan defraudado? ¿No ves que su propuesta de cambiar las cosas tiene mucha más hondura y es más subversiva que la violencia o el odio?
Posiblemente esperaba un “Mesías” al uso. Libertador, guerrero, fuerte… con la fuerza de las armas. Pero cuando quisieron hacerle rey no se dejó. Cuando las masas le seguían no las convirtió en muchedumbres enfervorizadas… Judas es, posiblemente, otra víctima de esta historia. Víctima de sus propias expectativas. Víctima de su ceguera. De su incapacidad para descubrir el nuevo rostro de Dios anunciado en Jesús. De una vaga confianza en las instituciones judías, y de una extraña fe en la violencia como camino.

El llamado Judas, uno de los Doce, iba el primero,
y se acercó a Jesús para darle un beso.

(Lc 22, 47)

¿Qué nos dice Judas hoy? ¿Cómo soluciono los conflictos? ¿Cómo afronto los desengaños? ¿Cómo asumir la realidad que no me convence sin querer destruirla? (c)

Padre Nuestro

Cuarta Estación
Jesús encuentra a su afligida madre

V/ Te adoramos, Cristo, y te bendecimos.
R/ Porque con tu santa cruz redimiste al mundo

Simeón los bendijo y dijo a María, su madre:
«Éste ha sido puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; y será como un signo
de contradicción, y a ti misma una espada te traspasará el alma, para que se pongan de
manifiesto los pensamientos de muchos corazones». Su madre conservaba cuidadosamente
todo esto en su corazón
.
(Lc 2, 34-35. 51b)

No estamos solos. Somos muchos, somos un pueblo, y la mirada de la Virgen nos ayuda a mirarnos entre nosotros de otra manera: aprendemos a ser más hermanos porque nos mira la Madre, a tener esa mirada que busca rescatar, acompañar, proteger… La mirada de la Virgen nos enseña a mirar a los que miramos menos y que más necesitan: los más desamparados, los que están solos, los enfermos, los que no tienen con qué vivir, los chicos de la calle, los que no conocen a Jesús, los que no conocen la ternura de la Virgen”. (…) “En María, muchos encuentran la fuerza de Dios para sobrellevar los sufrimientos y cansancios de la vida” (Evangelii Gaudium, 286). (a)

Padre Nuestro

Quinta Estación
Simón ayuda a Jesús a llevar la cruz

V/ Te adoramos, Cristo, y te bendecimos.
R/ Porque con tu santa cruz redimiste al mundo

A la salida encontraron a un hombre de Cirene, llamado Simón,
y lo forzaron a cargar con la cruz.
(Mt 27, 32)

Jesús nos necesita para cumplir su misión. Él necesita gente para llevar la cruz con él y para él. Jesús vino a nosotros para mostrarnos el camino a la casa del Padre. El camino de Jesús es el camino de la impotencia, de la dependencia, de la pasión. Simón de Cirene descubrió una nueva comunión. Todo aquel a quien permito que toque mi debilidad y me ayude a ser fiel a mi viaje a la casa de Dios se dará cuenta de que él o ella tienen un don que ofrecer, uno que puede haber permanecido oculto durante mucho tiempo. El recibir ayuda, apoyo, orientación, afecto y cuidado, puede ser un llamado mayor, aun mas que la de dar todas estas cosas pues en recibir revelo el regalo a quienes los están ofreciendo y, podemos así, comenzar una nueva vida juntos. Es celebrar la humanidad compartida preparando un nuevo hogar. Ese es el llamado de Jesús a todas las personas, una llamada que a menudo, viene a nosotros a través de los pobres. (b)

Padre Nuestro

Sexta Estación
La Verónica limpia el rostro de Jesús

V/ Te adoramos, Cristo, y te bendecimos.
R/ Porque con tu santa cruz redimiste al mundo

Verónica, María Magdalena, y tantas otras mujeres que acompañaron a Jesús hasta el final.
María Magdalena, “la fiel»

Vaya, Magdalena… la del corazón roto. La que no se esconde al final, digan lo que digan los judíos o los romanos. La que, viendo a Jesús roto, te rompes un poco tú. Porque le quieres, porque con él has vivido el perdón, la dignidad profunda y te has sentido parte del círculo de quienes han compartido su vida, sus días de camino y sus proyectos de Reino.
Sobre María Magdalena se habla mucho. En ella se “unifican” tantas Marías de los evangelios: que lloran a los pies de Jesús, que son perdonadas por su pecado, que le siguen sin fisuras. Hay quien quiere ver en ella a una mujer enamorada, ¿y quién no, de alguien como Jesús? Es la que también ha sentido cada golpe como propio, y ante la cruz se ha visto morir un poco. Es la que, en la hora más oscura, del fracaso y el dolor, sigue dispuesta a dar la cara y a defender aquello en lo que ha creído. Y tal vez por eso, es la primera que va a descubrir al Jesús vivo.

El primer día de la semana va María Magdalena de madrugada
al sepulcro cuando todavía estaba oscuro…
(Jn 20,1)

¿A qué o a quién soy yo “fiel” en mi vida?¿Dónde se pueden vislumbrar destellos del Dios vivo?¿De alguna manera el evangelio es para mí fuente de dolores y de alegrías? (c)

Padre Nuestro

Séptima Estación
Jesús cae por segunda vez

V/ Te adoramos, Cristo, y te bendecimos.
R/ Porque con tu santa cruz redimiste al mundo

Al verme se burlan de mí, hacen muecas, menean la cabeza. Pero tú, Señor, no te
quedes lejos, que el peligro está cerca y nadie me socorre.

(Sal 22, 8.12)

Las dificultades y las tribulaciones forman parte del camino para llegar a la gloria de Dios, como para Jesús, que ha sido glorificado en la Cruz: las encontraremos siempre en la vida. No nos desanimemos: tenemos la fuerza del Espíritu para vencer nuestras tribulaciones.(…) No hay dificultades, tribulaciones, incomprensiones que nos hagan temer si permanecemos unidos a Dios como los sarmientos están unidos a la vid, si no perdemos la amistad con Él, si le hacemos cada vez más espacio en nuestra vida. (a)

Padre Nuestro

Octava Estación
Las mujeres de Jerusalén lloran por Jesús

V/ Te adoramos, Cristo, y te bendecimos.
R/ Porque con tu santa cruz redimiste al mundo

Le seguía una gran multitud del pueblo y de
mujeres llorando y lamentándose por él.
(Lc 23, 27)

Si queremos llorar por Jesús tenemos que llorar por la humanidad sufriente que Jesús vino a sanar. Si estamos verdaderamente tristes por el sufrimiento y el dolor que Él padecía, tenemos que incluir en nuestra tristeza a todos los hombres, mujeres y niños que sufren en nuestro mundo. Si clamamos por la muerte del Santo Inocente de Nazaret, nuestras lágrimas deben ser capaces de llegar a los millones de inocentes que han sufrido a lo largo de la historia. Nuestras lágrimas revelan la humana y dolorosa condición de quebrantamiento; las que nos conectan profundamente con la inevitabilidad del sufrimiento humano; las mismas que mansamente ofrecen el contexto de la acción compasiva. Las lágrimas derramadas por millones de personas que lloran a sus muertos en todo el mundo, pueden enriquecer nuestro suelo con los frutos de la compasión, el perdón, la amabilidad y la acción sanadora. Nosotros, también, debemos llorar y así llegar a ser cada vez más personas humildes. (b)

Padre Nuestro

Novena Estación
Jesús cae por tercera vez

V/ Te adoramos, Cristo, y te bendecimos.
R/ Porque con tu santa cruz redimiste al mundo

Vengan a mí todos los que están cansados y abrumados, que yo los aliviaré.
Carguen con mi yugo y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón;
encontrarán descanso, pues mi yugo es llevadero y mi carga ligera.
(Mt 11, 28-29)

Puedes presentar al Señor tus cansancios y fatigas, como los de las personas que el Señor te ha puesto en tu camino. Puedes dejar que el Señor abrace tu fragilidad, tu barro, para transformarlo en fuerza evangelizadora y en fuente de fortaleza. Así lo experimentó el apóstol Pablo: Estamos atribulados por todas partes, pero no abatidos; perplejos, pero no desesperados; perseguidos, pero no abandonados; derribados, pero no aniquilados. Siempre y a todas partes, llevamos en nuestro cuerpo los sufrimientos de la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo. (2 Cor 4,8-10) (a)

Padre Nuestro

Décima Estación
Jesús es despojado de sus vestiduras

V/ Te adoramos, Cristo, y te bendecimos.
R/ Porque con tu santa cruz redimiste al mundo

Después de crucificarlo, se repartieron a suerte su ropa…
(Mt 27, 35a)

Jesús fue despojado de todo poder y dignidad, expuesto al mundo en estado de total vulnerabilidad. He aquí que se nos reveló el misterio más grande de todos los tiempos: Dios escogió revelarnos la gloria divina en estado de total humillación. Cuando toda la belleza se ha ido, toda elocuencia ha sido silenciada, todo esplendor ha sido removido, y toda admiración retirada, es en momentos así los que Dios ha escogido para manifestar Su incondicional amor por nosotros. Jesús fue despojado de tal manera que nos atrevamos a abrazar nuestra propia pobreza y la pobreza de nuestra humanidad.  Al mirarnos pobres a nosotros mismos y la pobreza de todos los seres humanos, llegamos a descubrir la inmensa compasión que Dios nos muestra. Y es allí cuando aprendemos cómo dar y perdonar, cómo cuidar y sanar, la forma de ofrecer ayuda y crear una comunidad de amor. En la solidaridad de la pobreza, encontramos la manera de crecer más cerca uno del otro con la alegría de poder reclamar nuestra común humanidad. (b)

Padre Nuestro

Undécima Estación
Jesús es clavado en la cruz

V/ Te adoramos, Cristo, y te bendecimos.
R/ Porque con tu santa cruz redimiste al mundo

Juan, amigo.

Vaya semana te espera. Subir a Jerusalén en un contexto hostil. Temiendo perder a Jesús, pero no queriendo dejarlo atrás. Recostarás tu cabeza en el regazo de tu amigo en la cena. Te dormirás en el huerto. Le verás prendido y, como todos, huirás. Luego volverás, y aguantarás, en pie, ante la cruz, perplejo, dolido… Y después, ¿qué? Juan no es perfecto. Como ninguno de nosotros. Pero ama. Y porque ama, busca. Es amigo, y como tal quiere al otro, aunque no siempre sepa hacer lo correcto. Es amigo, aunque no héroe. Capaz de dormirse sin percibir el dolor que acongoja a Jesús, sí, pero también capaz de desafiar el miedo, a los soldados y a lo que sea para no dejarle morir sólo, en un madero, sin ver un rostro conocido. Juan esta semana se va a ver enfrentado con el fracaso, el dolor y la pérdida.

Junto a la cruz estaba su madre…
y junto a ella el discípulo a quien amaba
(Jn 19, 25-26)

¿No es mejor amar, aunque a veces duela, que encapsularse? ¿No conviene estar un poco a la intemperie, un poco abierto a otros? ¿No? ¿Qué retos me plantea a mí la amistad, o el amor, o la gente de mi vida?  (c)

Padre Nuestro

Duodécima Estación
Jesús muere en la cruz

V/ Te adoramos, Cristo, y te bendecimos.
R/ Porque con tu santa cruz redimiste al mundo

Desde el mediodía hasta la media tarde, toda aquella tierra permaneció en tinieblas.
A media tarde, Jesús gritó diciendo:
—Elí, Elí, lamá sabaktani,
(que quiere decir: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?)
Y Jesús, dando otro fuerte grito exhaló el espíritu.

(Mt 27, 45-46. 50)

Así es la actitud del corazón de Cristo. El abandono en las manos de Dios, sin pretender controlar los resultados de la crisis y de la tormenta. Abandono fuerte, pero no ingenuo… Abandono que implica confianza en la paternidad de Dios, pero que no exime del sufrimiento de la agonía: porque este abandono no tiene respuesta inmediata, incluso él mismo es acrisolado por el silencio de Dios que puede llevar a la tentación de desconfianza… es grito desgarrador en el culmen de la prueba: Padre, ¿por qué me has
abandonado?
.
En la cruz hay que perderlo todo para ganarlo todo. Allí se da la venta de todo para comprar la piedra preciosa o el campo con el
tesoro escondido. Perderlo todo: el que pierda su vida por mí, la encontrará… Nadie nos obliga, se nos invita. La invitación es al “todo o nada». (a)

Padre Nuestro

Decimotercera Estación
Jesús es bajado de la cruz

V/ Te adoramos, Cristo, y te bendecimos.
R/ Porque con tu santa cruz redimiste al mundo

“Había un hombre llamado José, natural de Arimatea…
Acudió a Pilatos y le pidió el cadáver de Jesús.
Lo descolgó, lo envolvió en una sábana…”
(Lc 23, 50, 52, 53a)

Nunca hay amor sin sufrimiento, compromiso sin dolor, no habrá participación sin pérdida, nunca el darse implicará el no conocer la desolación…o un “Si” a la vida sin morir muchas veces. Cada vez que tratamos de evitar la tristeza, nos volvemos incapaces de amar. Cada vez que elijamos amar, habrán muchas lágrimas. Cuando se hizo silencio en torno a la Cruz y todo terminó, el dolor de María alcanzó todos los confines de la tierra. Pero todos los que llegan a conocer esa tristeza en sus propios corazones reconocen que es el manto del amor de Dios y llegan a apreciarlo como un misterio oculto de la vida. (b)

Padre Nuestro

Decimocuarta Estación
Jesús es colocado en el sepulcro

V/ Te adoramos, Cristo, y te bendecimos.
R/ Porque con tu santa cruz redimiste al mundo

José de Arimatea se llevó el cuerpo de Jesús y lo envolvió en una sábana limpia; después
lo puso en un sepulcro nuevo excavado en la roca, rodó la piedra sobre la entrada y se
marchó. Quedaron allí María Magdalena y la otra María, sentadas frente al sepulcro.

(Mt 27, 56-61)

La esperanza ahonda el alma y la pacifica, pues, al abrir el corazón, confiados en la promesa hecha, en la palabra dada, los hombres se liberan de las suspicacias y pesimismos de su razón inmediata e incluso del peso de ciertas evidencias.
(…) Si no recuerdas la promesa, si no tienes memoria de lo que el mismo Jesús te dijo, no vas a tener esperanza y vas a ser prisionero o prisionera de la coyuntura, del susto del momento, de la conveniencia del momento, del temor, de la incredulidad…
¡Recuerda la promesa y mantén la esperanza! (a)

Padre Nuestro

fuentes:
+ (a) Bergoglio, Jorge Mario. La Lógica del Amor: Via Crucis con el Papa Francisco
+ (b) Nouwen, Henri. Walk with Jesus: The Stations of the Cross
+ (c) Personajes de la Pasión tomado de: pastoralsj.org

Oración del Papa Francisco
al finalizar el Via Crucis 2023

14 Gracias’

Señor Jesús, Palabra eterna del Padre, por nosotros te has hecho silencio.
Y en el silencio que nos guía hacia tu sepulcro hay aún una palabra que
queremos decirte pensando en el itinerario del vía crucis que recorrimos contigo: gracias.
Gracias, Señor Jesús, por la mansedumbre que confunde a la prepotencia.
Gracias, por la valentía con la que has abrazado la cruz.
Gracias, por la paz que brota de tus heridas.
Gracias, por habernos dado a tu santa Madre como Madre nuestra.
Gracias, por el amor que mostraste ante la traición.
Gracias, por haber cambiado las lágrimas en una sonrisa.
Gracias, por haber amado a todos sin excluir a nadie.
Gracias, por la esperanza que infundes en la hora de la prueba.
Gracias, por la misericordia que sana las miserias.
Gracias, por haberte despojado de todo para enriquecernos.
Gracias, por haber transformado la cruz en árbol de vida.
Gracias, por el perdón que has ofrecido a tus verdugos.
Gracias, por haber vencido a la muerte.
Gracias, Señor Jesús, por la luz que has encendido en nuestras noches y,
reconciliando toda división, nos ha hecho a todos hermanos,
hijos del mismo Padre que está en los cielos.

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