¡Bendito el que viene en nombre del Señor!
Hoy comenzamos las celebraciones de la Gran Semana Cristiana. Recordamos la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén entre cantos de júbilo, con palmas como las que hoy recogeremos. Fue una multitud, según nos narra el Evangelio, que no sabía el camino doloroso que Jesús recorría. Una multitud presente en el ruido y el bullicio del Domingo de Ramos, pero ausente en los días de la Pasión y en el gozo de la Resurrección. En este día y durante esta semana, se entrecruzan historias de alegría y sufrimiento, de errores y aciertos que forman parte de nuestro vivir cotidiano como discípulos, como nos recordaba el Papa Francisco.
Las genuinas manifestaciones de júbilo y alabanza del pueblo que experimentó la misericordia, la alegría, la libertad y la dignificación por parte del Amor encarnado, incomodan a quienes, por lo bajo, se sienten dueños de la verdad, de una fe pura, los faltos de memoria, los que sólo confían en ellos mismos. Esta es la actitud que, lentamente, hace que comiencen a generarse gritos ensordecedores de violencia, de muerte; son aquellos que quieren callar la solidaridad, la justicia, la paz. No queremos que la historia se repita.
Es por ello que, con sobria reverencia y haciendo siempre memoria de la presencia del Señor en nuestras vidas, en este Domingo de Ramos, iniciamos el camino junto a Jesús, acompañándolo el Jueves Santo celebrando con los discípulos la Pascua, enseñándoles que la grandeza yace en la humildad del servicio en el Lavatorio de los Pies y en la realización de la promesa de que su Presencia divina, misterio vivo y tangible del amor eterno, estará con ellos cada vez que hagan esto en conmemoración mía a través de la institución de la Eucaristía.
También nos adentramos junto al Señor en el dolor que produjo la tristeza de la traición, su posterior desenlace y el abandono y cobardía, en los momentos más cruciales, de quienes estuvieron tan cerca de Él. En silencio, muy de cerca, junto a María y las fieles mujeres, transitaremos con al Amigo, el amargo camino hacia el Gólgota siempre con los ojos fijos pues, como nos dice Francisco, en la cruz de Cristo, [para] dejarnos interpelar por su último grito. Cristo murió gritando su amor por cada uno de nosotros; por jóvenes y mayores, santos y pecadores, amor a los de su tiempo y a los de nuestro tiempo.
Después de estos 40 días de caminar cuaresmal que hoy llegan a su conclusión, pidamos con humildad ser como el grano de trigo que cae y muere, allí, junto a Jesús, para que su Cruz de amor, fecunda y liberadora, sea nuestro sustento cuando nuestra fe decaiga, nuestro consuelo cuando estemos desesperanzados, y nuestro sostén en la caridad fraterna. Recordemos, las palabras del Santo Padre que nos llama a no olvidar que en su cruz hemos sido salvados para que nadie apague la alegría del evangelio; para que nadie, en la situación que se encuentre, quede lejos de la mirada misericordiosa del Padre.
Equipo de Liturgia
Comunidad Católica Latina en Bangkok
Procesión de Ramos
(*) Jesús, yendo hacia Jerusalén montado en un asno, nos muestra que su camino es de amor, compasión, misericordia, humildad y servicio. Escuchamos a la multitud darle la bienvenida con entusiasmo, gritando ‘Hosanna’, queriendo convertir a Jesús en el rey que los salvará de Roma.
✠ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 21, 1-11
¡Bendito el que viene en nombre del Señor!

Cuando se acercaron a Jerusalén y llegaron a Betfagé, al monte de los Olivos, Jesús envió a dos discípulos, diciéndoles: «Vayan al pueblo que está enfrente, e inmediatamente encontrarán un asna atada, junto con su cría. Desátenla y tráiganmelos. Y si alguien les dice algo, respondan: El Señor los necesita y los va a devolver en seguida». Esto sucedió para que se cumpliera lo anunciado por el Profeta:
Digan a la hija de Sión:
Mira que tu rey viene hacia ti,
humilde y montado sobre un asna,
sobre la cría de un animal de carga.
Los discípulos fueron e hicieron lo que Jesús les había mandado; trajeron el asna y su cría, pusieron sus mantos sobre ellos y Jesús se montó. Entonces la mayor parte de la gente comenzó a extender sus mantos sobre el camino, y otros cortaban ramas de los árboles y lo cubrían con ellas. La multitud que iba delante de Jesús y la que lo seguía gritaba:
«¡Hosana al Hijo de David!
¡Bendito el que viene en nombre del Señor!
¡Hosana en las alturas!».
Cuando entró en Jerusalén, toda la ciudad se conmovió, y preguntaban: «¿Quién es este?». Y la gente respondía: «Es Jesús, el profeta de Nazaret en Galilea».
Lecturas de la Misa
(*) En su tercer canto del Siervo Sufriente, el profeta indica que aun en los momentos mas descarnados y violentos, el siervo no olvida ni reniega de su condición de discípulo pues confía plenamente en el Señor.
Lectura del libro de Isaías 50, 4-7
No retiré mi rostro cuando me ultrajaban, pero sé muy bien que no seré defraudado
El mismo Señor me ha dado
una lengua de discípulo,
para que yo sepa reconfortar al fatigado
con una palabra de aliento.
Cada mañana, Él despierta mi oído
para que yo escuche como un discípulo.
El Señor abrió mi oído
y yo no me resistí ni me volví atrás.
Ofrecí mi espalda a los que me golpeaban
y mis mejillas, a los que me arrancaban la barba;
no retiré mi rostro
cuando me ultrajaban y escupían.
Pero el Señor viene en mi ayuda:
por eso, no quedé confundido;
por eso, endurecí mi rostro como el pedernal,
y sé muy bien que no seré defraudado.
Palabra del Señor
(*) En la cruz, Jesús reza la respuesta del salmo: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?»
Salmo Responsorial 21, 8-9. 17-18a. 19-20. 23-24
R: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
Los que me ven, se burlan de mí,
hacen una mueca y mueven la cabeza, diciendo:
«Confió en el Señor, que Él lo libre;
que lo salve, si lo quiere tanto.» R
Me rodea una jauría de perros,
me asalta una banda de malhechores;
taladran mis manos y mis pies.
Yo puedo contar todos mis huesos. R
Se reparten entre sí mi ropa
y sortean mi túnica.
Pero tú, Señor, no te quedes lejos;
tú que eres mi fuerza, ven pronto a socorrerme. R
Yo anunciaré tu Nombre a mis hermanos,
te alabaré en medio de la asamblea:
«Alábenlo, los que temen al Señor;
glorifíquenlo, descendientes de Jacob;
témanlo, descendientes de Israel.». R
(*) San Pablo destaca la humildad de Jesús, que se despojó de la gloria que le correspondía como Hijo de Dios. Él se entrega totalmente en amor, viniendo entre nosotros como el Siervo Sufriente descrito por Isaías en la Primera Lectura. Jesús antepone a los demás a sí mismo en lugar de buscar poder u honor.
Lectura de la carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Filipos 2, 6-11
Se anondó a si mismo. Por eso, Dios lo exaltó.
Jesucristo, que era de condición divina,
no consideró esta igualdad con Dios
como algo que debía guardar celosamente:
al contrario, se anonadó a sí mismo,
tomando la condición de servidor
y haciéndose semejante a los hombres.
Y presentándose con aspecto humano,
se humilló hasta aceptar por obediencia la muerte
y muerte de cruz.
Por eso, Dios lo exaltó
y le dio el Nombre que está sobre todo nombre,
para que al nombre de Jesús,
se doble toda rodilla en el cielo,
en la tierra y en los abismos,
y toda lengua proclame para gloria de Dios Padre:
«Jesucristo es el Señor.»
Palabra del Señor

Aclamación antes del Evangelio Flp 2, 8-9
Cristo se humilló por nosotros
hasta aceptar la muerte,
y muerte de cruz.
Por eso, Dios lo exaltó
y le dio el Nombre que está sobre todo nombre.
(*) Aquí vemos a las mismas multitudes volverse contra Jesús y pedir su arresto. Es burlado, golpeado, condenado, crucificado y puesto en una tumba. Jesús es traicionado por uno de sus propios discípulos, negado por otro y abandonado por la mayoría.
Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 14, 1 – 15, 47
Gloria a Ti, Señor
Buscaban la manera de arrestar a Jesús
con astucia, para darle muerte
C. Faltaban dos días para la fiesta de la Pascua y de los panes Ácimos. Los sumos scerdotes y los escriban buscaban la manera de arrestar a Jesús con astucia, para darle muerte. Porque decían:
S. «No lo hagamos durante la fiesta, para que no se produzca un tumulto en el pueblo»
Ungió mi cuerpo anticipadamente para la sepultura
C. Mientras Jesús estaba en Betania, comiendo en casa de Simón el leproso, llegó una mujer con un frasco lleno de valioso perfume de nardo puro, y rompiendo el frasco, derramó el perfume sobre la cabeza de Jesús. Entonces algunos de los que estaban allí se indignaron y comentaban entre sí:
S. «¿Para qué este derroche de perfume? Se hubiera podido vender por más de trescientos denarios para repartir el dinero entre los pobres».
C. Y le criticaban. Pero Jesús dijo:
✠ «Déjenla, ¿por qué la molestan? Ha hecho una buena obra conmigo. A los pobres los tienen siempre con ustedes y pueden hacerles el bien cuando quieran , pero a mí no me tendrán siempre. Ella hizo lo que podía; ungió mi cuerpo anticipadamente para la sepultura. Les aseguro que allí donde se proclame la Buena Noticia, en todo el mundo, se contará también en su memoria lo que ella hizo».
Prometieron a Judas Iscariote darle dinero
C. Judas Iscariote, uno de los Doce, fue a ver a los sumos sacerdotes para entregarles a Jesús. Al oírlo, ellos se alegraron y prometieron darle dinero. Y Judas buscaba una ocasión propicia para entregarlo.
¿Dónde está mi sala, en la que voy a comer el
cordero pascual con mis discípulos?
C. El primer día de la fiesta de los panes Ácimos, cuando se inmolaba la víctima pascual, los discípulos dijeron a Jesús:
S. «¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la comida pascual?».
C. Él envió a dos de sus discípulos, diciéndoles:
✠ «Vayan a la ciudad: allí se encontrarán con un hombre que lleva un cántaro de agua. Síganlo, y díganle al dueño de la casa donde entre: El Maestro dice: “¿Dónde está mi sala, en la que voy a comer el cordero pascual con mis discípulos?” Él les mostrará en el piso alto una pieza grande, arreglada con almohadones y ya dispuesta; prepárennos allí lo necesario».
C. Los discípulos partieron y, al llegar a la ciudad, encontraron todo como Jesús les había dicho y prepararon la Pascua
Uno de ustedes me entregará, uno que come conmigo
C. Al atardecer, Jesús llegó con los Doce. Y mientras estaban comiendo, dijo:
✠ «Les aseguro que uno de ustedes me entregará, uno que come conmigo»
S. «¿Seré yo?»
C. Les respondió:
✠ «Es uno de los Doce, uno que se sirve de la misma fuente que Yo. El Hijo del hombre se va, como está escrito de Él, pero ¡ay que aquél por quien el Hijo del hombre será entregado: más le vale no haber nacido!»
Ésto es mi cuerpo. Ésta es mi Sangre, la Sangre de la Alianza
C. Mientras comían, Jesús tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo:
✠ «Tomen, esto es mi Cuerpo»
C. Después tomó la copa, dio gracias y se la entregó, y todos bebieron de ella. Y les dijo:
✠ «Ésta es mi Sangre, la Sangre de la Alianza, que se derrama por muchos, Les aseguro que no beberé más del fruto de la vid hasta el día que beba el vino nuevo en el Reino de Dios»
Antes que cante el gallo por segunda vez,
me habrás negado tres veces
C. Después del canto de los Salmos, salieron hacia el monte de los Olivos. Y Jesús les dijo:
✠ «Todos ustedes se van a escandalizar, porque dice la Escritura: “Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas”. Pero después que Yo resucite, iré antes que ustedes a Galilea».
C. Pedro le dijo:
S. «Aunque todos se escandalicen, yo no me escandalizaré».
C. Jesús le respondió:
✠ «Te aseguro que hoy, esta misma noche, antes que cante el gallo por segunda vez, me habrás negado tres veces».
C. Pero él insistía:
S. «Aunque tenga que morir contigo, jamás te negaré».
C. Y todos decían lo mismo.
Comenzeo a sentir temor y a angustiarse
C. Llegaron a una propiedad llamada Getsemaní, y Jesús dijo a sus discípulos:
✠ «Quédense aquí, mientras Yo voy a orar»
C. Después llevó con Él a Pedro, Santiago y Juan, y comenzó a sentir temor y a angustiarse. Entonces les dijo:
✠ «Mi alma siente una tristeza de muerte. Quédense aquí velando»
C. Y adelantándose un poco, se postró en tierra y rogaba que, de ser posible, no tuviera que pasar por esa hora. Y decía:
✠ «Abbá – Padre – todo te es posible: aleja de mí este cáliz, pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya».
C. Después volvió y encontró a sus discípulos dormidos. Y Jesús dijo a Pedro:
✠ «Simón, ¿duermes? ¿No has podido quedarte despierto ni siquiera una hora? Permanezcan despiertos y oren para no caer en la tentación, porque el espíritu está dispuesto, pero la carne es débil».
C. Luego se alejó nuevamente y oró, repitiendo las mismas palabras.
Al regresar, los encontró otra vez dormidos, porque sus ojos se cerraban de sueño, y no sabían qué responderle. Volvió por tercera vez y les dijo:
✠ «Ahora pueden dormir y descansar. Esto se acabó. Ha llegado la hora en que el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los pecadores. ¡Levántense! ¡Vamos! Ya se acerca el que me va a entregar»
Deténgalo y llévenlo bien custodiado
C. Jesús estaba hablando todavía, cuando se presentó Judas, uno de los Doce, acompañado de un grupo con espadas y palos, enviado por los sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos. El traidor les había dado esta señal:
S. «Es aquel a quien voy a besar. Deténganlo y llévenlo bien custodiado».
C. Apenas llegó, se le acercó y le dijo:
S. «Maestro».
C. Y lo besó. Los otros se abalanzaron sobre Él y lo arrestaron. Uno de los que estaban allí sacó la espada e hirió al servidor del Sumo Sacerdote, cortándole la oreja. Jesús les dijo:
✠ «Como si fuera un bandido, han salido a arrestarme con espadas y palos. Todos los días estaba entre ustedes enseñando en el Templo y no me arrestaron. Pero esto sucede para que se cumplan las Escrituras».
C. Entonces todos lo abandonaron y huyeron. Lo seguía un joven, envuelto solamente con una sábana, y lo sujetaron; pero él, dejando la sábana, se escapó desnudo.
¿Eres el Mesías, el Hijo de Dios bendito?
C. Llevaron a Jesús ante el Sumo Sacerdote, y allí se reunieron todos los sumos sacerdotes, los ancianos y los escribas. Pedro lo había seguido de lejos hasta el interior del palacio del Sumo Sacerdote y estaba sentado con los servidores, calentándose junto al fuego. Los sumos sacerdotes y todo el Sanedrín buscaban un testimonio contra Jesús, para poder condenarlo a muerte, pero no lo encontraban. Porque se presentaron muchos con falsas acusaciones contra Él, pero sus testimonios no concordaban. Algunos declaraban falsamente contra Jesús:
S. «Nosotros lo hemos oído decir: “Yo destruiré este Templo hecho por la mano del hombre, y en tres días volveré a construir otro que no será hecho por la mano del hombre”»
C. Pero tampoco en esto concordaban sus declaraciones. El Sumo Sacerdote, poniéndose de pie ante la asamblea, interrogó a Jesús:
S. «¿No respondes nada a lo que estos atestiguan contra ti?»
C. Él permanecía en silencio y no respondía nada. El Sumo Sacerdote lo interrogó nuevamente:
S. «¿Eres el Mesías, el Hijo de Dios bendito?»
C. Jesús respondió:
✠ «Sí, yo lo soy: y ustedes verán “al Hijo del hombre sentarse a la derecha del Todopoderoso y venir entre las nubes del cielo”».
C. Entonces el Sumo Sacerdote rasgó sus vestiduras y exclamó:
S. «¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? Ustedes acaban de oír la blasfemia. ¿Qué les parece?»
C. Y todos sentenciaron que merecía la muerte. Después algunos comenzaron a escupirlo y, tapándole el rostro, lo golpeaban, mientras le decían:
S. «¡Profetiza!»
C. Y también los servidores le daban bofetadas.
Se puso a maldecir y a jurar que no conocía a
ese hombre del que estaban hablando
C. Mientras Pedro estaba abajo, en el patio, llegó una de las sirvientas del Sumo Sacerdote y, al ver a Pedro junto al fuego, lo miró fijamente y le dijo:
S. «Tú también estabas con Jesús, el Nazareno»
C. El lo negó, diciendo:
S. «No sé nada; no entiendo de qué estás hablando».
C. Luego salió al vestíbulo y en ese momento cantó el gallo. La sirvienta al verlo, volvió a decir a los presentes:
S. «Éste es uno de ellos»
C. Pero él lo negó nuevamente. Un poco más tarde, los que estaban allí dijeron a Pedro:
S. «Seguro que eres uno de ellos, porque tú también eres galileo»
C. Entonces él se puso a maldecir y a jurar que no conocía a ese hombre del que estaban hablando. En seguida cantó el gallo por segunda vez. Pedro recordó las palabras que Jesús le había dicho: “Antes que cante el gallo por segunda vez, tú me habrás negado tres veces”. Y se puso a llorar.
¿Quieren que les ponga en libertad al rey de los judíos?
C. En cuanto amaneció, los sumos sacerdotes se reunieron en Consejo con los ancianos, los escribas y todo el Sanedrín. Y después de atar a Jesús, lo llevaron y lo entregaron a Pilato. Éste lo interrogó:
S. «¿Eres Tú eres el rey de los judíos?»
C. Jesús le respondió:
✠ «Tú lo dices».
C. Los sumos sacerdotes multiplicaban las acusaciones contra Él. Pilato lo interrogó nuevamente:
S. «¿No respondes nada? ¡Mira de todo lo que te acusan!»
C. Pero Jesús ya no respondió a nada más, y esto dejó muy admirado a Pilato. En cada Fiesta, Pilato ponía en libertad a un preso, a elección del pueblo.
Había en la cárcel uno llamado Barrabás, arrestado con otros revoltosos que habían cometido un homicidio durante la sedición. La multitud subió y comenzó a pedir el indulto acostumbrado. Pilato les dijo:
S. «¿Quieren que les ponga en libertad al rey de los judíos?»
C. Él sabía, en efecto, que los sumos sacerdotes lo habían entregado por envidia. Pero los sumos sacerdotes incitaron a la multitud a pedir la libertad de Barrabás. Pilato continuó diciendo:
S. «¿Qué quieren que haga, entonces, con el que ustedes llaman rey de los judíos?»
C. Ellos gritaron de nuevo:
S. «¡Crucifícalo!»
C. Pilatos les dijo:
S. «¿Qué mal ha hecho?»
C. Pero ellos gritaban cada vez más fuerte:
S. «¡Crucifícalo!»
C. Pilato, para contentar a la multitud, les puso en libertad a Barrabás; y a Jesús, después de haberlo hecho azotar, lo entregó para que fuera crucificado.
Hicieron una corona de espinas y se la colocaron
C. Los soldados lo llevaron dentro del palacio, al pretorio, y convocaron a toda la guardia. Lo vistieron con un manto de púrpura, hicieron una corona de espinas y se la colocaron. Y comenzaron a saludarlo:
S. «¡Salud, rey de los judíos!»
C. Y le golpeaban la cabeza con una caña, le escupían y, doblando la rodilla, le rendían homenaje. Después de haberse burlado de Él, le quitaron el manto de púrpura y le pusieron de nuevo sus vestiduras. Luego lo hicieron salir para crucificarlo.
Condujeron a Jesús a un lugar llamado Gólgota y lo crucificaron
C. Como pasaba por allí Simón de Cirene, padre de Alejandro y de Rufo, que regresaba del campo, lo obligaron a llevar la cruz de Jesús. Y condujeron a Jesús a un lugar llamado Gólgota, que significa: “lugar del Cráneo”. Le ofrecieron vino mezclado con mirra, pero Él no lo tomó. Después lo crucificaron. Los soldados se repartieron sus vestiduras, sorteándolas para ver qué le tocaba a cada uno. Ya mediaba la mañana cuando lo crucificaron. La inscripción que indicaba la causa de su condena decía: “El rey de los judíos”. Con Él crucificaron a dos ladrones, uno a su derecha y el otro a su izquierda.
Ha salvado a otros y no puede salvarse a sí mismo
C. Los que pasaban lo insultaban, movían la cabeza y decían:
S. «¡Eh, tú, que destruyes el Templo y en tres días lo vuelves a edificar, sálvate a ti mismo y baja de la cruz!»
C. De la misma manera, los sumos sacerdotes y los escribas se burlaban y decían entre sí:
S. «¡Ha salvado a otros y no puede salvarse a sí mismo! Es el Mesías, el rey de Israel, ¡que baje ahora de la cruz, para que veamos y creamos!»
C. También lo insultaban los que habían sido crucificados con Él.
Jesús dando un grito, expiró
C. Al mediodía, se oscureció toda la tierra hasta las tres de la tarde; y a esa hora, Jesús exclamó en alta voz
✠ Elí, Elí, lemá sabactani.»
C. Que significa:
✠ «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?»
C. Algunos de los que se encontraban allí, al oírlo, dijeron:
S. «Está llamando a Elías.»
C. Uno corrió a mojar una esponja en vinagre y, poniéndola en la punta de una caña le dio de beber, diciendo:
S. «Vamos a ver si Elías viene a bajarlo»
C. Entonces Jesús, dando un gran grito, expiró.
(Aquí todos se arrodillan, y se hace un breve silencio de adoración)
C. El velo del Templo se rasgó en dos, de arriba abajo.
Al verlo expirar así, el centurión que estaba frente a Él, exclamó:
S. «¡Verdaderamente, este hombre era Hijo de Dios!»
C. Había también allí algunas mujeres que miraban de lejos. Entre ellas estaban María Magdalena, María, la madre de Santiago el menor y de José, y Salomé, que seguían a Jesús y lo habían servido cuando estaba en Galilea; y muchas otras que habían subido con Él a Jerusalén.
José hizo rodar una piedra a la entrada del sepulcro
C. Era día de Preparación, es decir, víspera de sábado. Por eso, al atardecer, José de Arimatea -miembro notable del Sanedrín, que también esperaba el Reino de Dios- tuvo la audacia de presentarse ante Pilato para pedirle el cuerpo de Jesús. Pilato se asombró de que ya hubiera muerto; hizo llamar al centurión y le preguntó si hacía mucho que había muerto. Informado por el centurión, entregó el cadáver a José. Éste compró una sábana, bajó el cuerpo de Jesús, lo envolvió en ella y lo depositó en un sepulcro cavado en la roca. Después, hizo rodar una piedra a la entrada del sepulcro. María Magdalena y María, la madre de José, miraban dónde lo habían puesto.
Palabra del Señor
Gloria a Ti, Señor Jesús
Continuamos unidos en oración, compartiendo y meditando la reflexión de RezandoVoy.org, un proyecto de los Jesuitas de España para este Domingo de Ramos: https://www.rezandovoy.org/reproductor/2024-03-24
~ Creciendo en la Fe ~
Notas sobre las lecturas para el
Domingo de Ramos (Ciclo ‘B’)
Primera Lectura ~ Is 50, 4-7

Hasta el siglo XVIII, se pensaba que el Libro de Isaías era el trabajo de un solo autor, aunque ahora se acepta generalmente que hubo al menos dos escritores diferentes llamados Isaías. El autor del ‘Primer Isaías’ fue responsable de los capítulos 1–39 y del ‘Segundo Isaías’ de los capítulos 40–66. El segundo autor escribió su texto durante el exilio en Babilonia (586 – 539 aC) alrededor de 150 años después del Primer Isaías. Sobre la base de evidencia histórica, doctrinal y literaria, algunos estudiosos también sugieren que hubo un autor responsable del ‘Tercer Isaías’, tanto del Canto del Siervo Sufriente (ver más abajo) y los últimos diez capítulos del libro.
El pasaje que leemos esta semana forma parte del Tercer Cántico del Siervo sufriente. (Hay cuatro cantos en total: I: Isaías 42, 1–4; II; 49, 1 –6; III; 50, 4–7; y IV: 52, 13–53, 12 ) El tono de este Tercer Cántico es mucho más oscuro que los demás. Es el Siervo quien habla.
Isaías se dirige a personas que han estado exiliadas en Babilonia durante muchos años y se encuentran totalmente abatidos y cansados. Rodeados de símbolos de su propia derrota, ellos sienten desesperación de que alguna vez puedan hacerse cargo de su futuro. El papel principal del Siervo aquí es dar aliento y apoyo a los ‘cansados’. Él es un buen oyente. En una cultura donde el honor es lo más importante, algunas de las agresiones a las que está sujeto el Siervo se enumeran: golpear, tirar de la barba, insultos, escupitajos. Todos están orientados a producir vergüenza y humillación. Sin embargo, no se avergonzará ni se desanimará porque, como él dice: ‘El Señor viene en mi ayuda’.
Aunque no está claro a quién representa el Siervo, desde el principio los cristianos han visto en él a Cristo, y el sufrimiento que soportó durante su Pasión.
Evangelio ~ Mc 14, 1 – 15, 47
El largo relato de este domingo sobre la Pasión de Jesús es la culminación del evangelio de Marcos (el mismo cubre los capítulos 14 y 15: unos 119 versículos en total). El pasaje elegido para la reflexión de este año se inspira en el episodio del Huerto de Getsemaní (14, 32-41), que sigue a la Última Cena. Tiene una estructura de tres partes (utilizada a menudo por Marcos): Jesús alterna tres veces entre orar y ver cómo les está yendo a sus colaboradores más cercanos. Esta triple oración tendrá más tarde un eco en la triple negación de Pedro.
Getsemaní (que en arameo significa “prensa de aceite”) se encuentra al este de Jerusalén al pie del Monte de los Olivos. El jardín era un lugar que los discípulos visitaban con frecuencia.
Llevó con Él a Pedro, a Santiago y a Juan.
Los discípulos se dividen en dos grupos, con este «grupo más cercano» de tres está más cerca de Jesús.
De repente, le sobrevino a Jesús un temor y una gran angustia.
Marcos nos muestra a un Jesús profundamente humano, que aquí está abrumado por el horror y tristeza. Está muy solo mientras los discípulos duermen. El cielo mismo parece permanecer en silencio durante la primera y segunda parte de su oración.
‘Mi alma siente una tristeza de muerte’
Jesús se hace eco del salmista cuando expresa su tormento. Compara el ‘estribillo’ de los Salmos 41 (42) y 42 (43): ‘¿Por qué te abates, alma mía, ¿Y por qué te inquietas dentro de mí?
‘Abba, Padre’
‘Abba’, que en arameo significa padre, no es simplemente una palabra de niños sino que siempre conlleva afecto y devoción íntimos.
‘Aleja de mi este cáliz’
Tanto Santiago como Juan le habían insistido a Jesús, anteriormente, que estaban listos para beber del cáliz (Marcos 10, 38-39), pero cuando son puestos a prueba, se quedan dormidos.
No pudieron encontrar respuesta para él.
Esto recuerda cómo estos mismos tres discípulos quedaron estupefactos ante la Transfiguración (Marcos 9, 6), la última vez que estuvieron solos junto con Jesús.
‘Esto se acabó. Ha llegado la hora. … ¡Levantarse! ¡Vamos!’
En este tercer episodio, algo sucedió en la oración de Jesús. Él está ahora sereno y muy a cargo una vez más de su situación, incluso burlándose suavemente de los discípulos: ‘Ahora pueden seguir durmiendo y descansar’.
(*) fuente: https://stbeunosoutreach.wordpress.com/
V/ Te adoramos, Cristo, y te bendecimos.
R/ Porque con tu santa cruz redimiste al mundo

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