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Lecturas del Domingo II del Tiempo Ordinario (Ciclo ‘B’, 2024)

‘Vengan y lo verán’

Las lecturas de hoy concluyen el tiempo de Navidad y comienzan el nuevo tiempo litúrgico llamado Ordinario o Durante el Año. En la Primera Lectura escuchamos el dramático llamado del Señor a Samuel, y cómo Samuel no logra escucharlo ni discernirlo adecuadamente al principio. El joven Samuel bien podría haber crecido orando con palabras como las del Salmo de hoy. Podemos imaginarlo fácilmente, en el Templo, ofreciendo una oración de compromiso para seguir la voluntad del Señor.
En la Segunda Lectura, San Pablo, escribiendo a la Iglesia de Corinto, recuerda al pueblo que sus cuerpos son templos del Espíritu Santo. Todo lo que tienen y todo lo que son es un regalo, un regalo adquirido a muy alto precio.
El Evangelio continúa la historia del bautismo de Jesús. Juan, el Bautista, habiendo reconocido a Jesús como el Cordero de Dios, dirige a dos de sus propios seguidores hacia Jesús. Los textos de las Escrituras de la liturgia de hoy describen historias de llamado y respuesta.
Durante la próxima semana, reflexionemos sobre el llamado de Dios en nuestras propias vidas y reflexionemos tanto sobre el nivel de nuestra atención como sobre la profundidad de nuestra respuesta. (*)

Hermanos y hermanas, frente a la llamada del Señor, que puede llegar a nosotros de mil maneras, también a través de personas, de acontecimientos, tanto alegres como tristes, nuestra actitud a veces puede ser de rechazo —“No…Tengo miedo…—, rechazo porque nos parece que contrasta con nuestras aspiraciones y también de miedo, porque la consideramos demasiado exigente e incómoda. “Oh, no, no lo conseguiré, mejor que no, mejor una vida más tranquila… Dios allí y yo aquí”. Pero la llamada de Dios es amor, tenemos que intentar encontrar el amor que hay detrás de cada llamada, y a ella se responde solo con amor. Este es el lenguaje: la respuesta a una llamada que viene del amor es solo el amor. Al principio hay un encuentro, precisamente, el encuentro con Jesús, que nos habla del Padre, nos da a conocer su amor. Y entonces, espontáneamente, brota también en nosotros el deseo de comunicarlo a las personas que amamos: “He encontrado el Amor”, “he encontrado al Mesías”, “he encontrado a Dios”, “he encontrado a Jesús” “he encontrado el sentido de mi vida”. En una palabra: “He encontrado a Dios”.

papa francisco
ángelus, 17 de enero 2021

Lectura del primer libro de Samuel 3, 3b-10. 19
Habla, Señor, porque tu servidor escucha

Samuel estaba acostado en el Templo del Señor, donde se encontraba el Arca de Dios.El Señor llamó a Samuel, y él respondió: “«Aquí estoy”». Samuel fue corriendo adonde estaba Elí y le dijo: “«Aquí estoy, porque me has llamado”». Pero Elí le dijo: “«Yo no te llamé; vuelve a acostarte”». Y él se fue a acostar. 
El Señor llamó a Samuel una vez más. Él se levantó, fue adonde estaba Elí y le dijo: “«Aquí estoy, porque me has llamado”». Elí le respondió: “«Yo no te llamé, hijo mío; vuelve a acostarte”».  Samuel aún no conocía al Señor, y la palabra del Señor todavía no le había sido revelada.  El Señor llamó a Samuel por tercera vez. Él se levantó, fue adonde estaba Elí y le dijo: “«Aquí estoy, porque me has llamado”». Entonces Elí comprendió que era el Señor el que llamaba al joven,  y dijo a Samuel: “«Ve a acostarte, y si alguien te llama, tú dirás: Habla, Señor, porque tu servidor escucha”». Y Samuel fue a acostarse en su sitio.  
Entonces vino el Señor, se detuvo, y llamó como las otras veces: “«¡Samuel, Samuel!”». Él respondió: “«Habla, porque tu servidor escucha»”.
Samuel creció; el Señor estaba con él, y no dejó que cayera por tierra ninguna de sus palabras.

Palabra del Señor

Salmo Responsorial 39, 2. 4ab. 7-10
R: Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad

Esperé confiadamente en el Señor: 
Él se inclinó hacia mí y escuchó mi clamor.
Puso en mi boca un canto nuevo, 
un himno a nuestro Dios. R

Tú no quisiste víctima ni oblación; 
pero me diste un oído atento; 
no pediste holocaustos ni sacrificios, 
entonces dije: «“Aquí estoy». R

«En el libro de la Ley está escrito 
lo que tengo que hacer: 
yo amo, Dios mío, tu voluntad, 
y tu ley está en mi corazón”». R

Proclamé gozosamente tu justicia 
en la gran asamblea; 
no, no mantuve cerrados mis labios, 
Tú lo sabes, Señor. R

Lectura de la primera carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto 6, 13c-15a. 17-20
Los cuerpos de ustedes son miembros de Cristo

Hermanos:
El cuerpo no es para la fornicación, sino para el Señor, y el Señor es para el cuerpo. Y Dios que resucitó al Señor, nos resucitará también a nosotros con su poder. 
¿No saben acaso que sus cuerpos son miembros de Cristo?
El que se une al Señor se hace un solo espíritu con Él.
Eviten la fornicación. Cualquier otro pecado cometido por el hombre es exterior a su cuerpo, pero el que fornica peca contra su propio cuerpo.  
¿O no saben que sus cuerpos son templo del Espíritu Santo, que habita en ustedes y que han recibido de Dios?
Por lo tanto, ustedes no se pertenecen,  sino que han sido comprados, ¡y a qué precio!
Glorifiquen entonces a Dios en sus cuerpos.

Palabra del Señor

Aleluya Jn 1, 41. 17b
Hemos encontrado al Mesías, es decir al Cristo;
por Él nos han llegado la gracia y la verdad.

✠ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 1, 35-42
Vieron dónde vivía y se quedaron con Él

Gloria a Tí, Señor

Estaba Juan Bautista con dos de sus discípulos y, mirando a Jesús que pasaba, dijo: «Este es el Cordero de Dios». 
Los dos discípulos, al oírlo hablar así, siguieron a Jesús.  Él se dio vuelta y, viendo que lo seguían, les preguntó: «¿Qué quieren?».
Ellos le respondieron: «Rabbí –que traducido significa Maestro– ¿dónde vives?». 
«Vengan y lo verán», les dijo.
Fueron, vieron donde vivía y se quedaron con él ese día. Era alrededor de las cuatro de la tarde. 
Uno de los dos que oyeron las palabras de Juan y siguieron a Jesús era Andrés, el hermano de Simón Pedro.  Al primero que encontró fue a su propio hermano Simón, y le dijo: «Hemos encontrado al Mesías», que traducido significa Cristo.  
Entonces lo llevó a donde estaba Jesús. Jesús lo miró y le dijo: «Tú eres Simón, el hijo de Juan: tú te llamarás Cefas», que traducido significa Pedro.

Palabra del Señor

Gloria a Tí, Señor Jesús

Te invitamos, como cada semana, a orar con la reflexión de RezandoVoy.org, un proyecto de los Jesuitas de España, para este Domingo: https://www.rezandovoy.org/reproductor/2024-01-14

~ Creciendo en la Fe ~
Notas sobre las lecturas de esta semana

Salmo 39 (40)

Algunos piensan que este salmo de acción de gracias pudieron haber sido, originalmente, dos textos que se unieron posteriormente. Hoy leemos parte de la primera mitad del salmo (versículos 1, 3, 6-9).
El texto es efectivamente un informe sobre las oraciones ofrecidas por el salmista (y probablemente otros en su nombre) sobre un problema no identificado. Luego, el salmista comparte lo que sucedió como resultado de sus pacientes súplicas.
Aunque a menudo se considera que la espera es algo que reflexionamos en el Adviento, encontramos aquí el mismo tema, más desarrollado y vinculado a la confianza y acción de gracias. El “cántico nuevo” de la primera estrofa es este salmo mismo. La verdadera acción de gracias conducirá naturalmente a contar a otros la experiencia propia. El salmista hace esto haciendo uso de sus sentidos para que el lenguaje sea facilmente comprendido: labios y boca, oído, corazón, y también en la entrega total: “Aquí estoy”. Esta frase nos recuerdan la respuesta que Samuel dio a Dios en la Primera Lectura de esta semana (1 Sm 3, 3–10, 19), y las mismas palabras son también usadas en la carta a los Hebreos, donde el autor las atribuye a Jesús (Hb 10,5). Los tradicionales ‘sacrificios’, ofrendas mencionadas por el salmista son entonces como nada comparadas con el don de uno mismo, como Jesús se muestra en la cruz.
La gente solía pensar en ese tiempo que Dios llevaba un libro de registros de cada una de las acciones de la persona, de ahí el “rollo del libro”. Encontramos una idea similar en el Salmo 138 (139), 16: ‘Habías escudriñado cada una de mis acciones, todas fueron registrado en su libro”.
En estos pocos versos podemos apreciar el deleite de aquel cuyas oraciones reciben respuesta. El salmista se entregará haciendo la voluntad del Señor y hablando a los demás de su bondad y fidelidad.

Evangelio ~ Jn 1, 35-42

Este pasaje se centra en el llamado de los primeros discípulos, Andrés y un amigo. El relato de San Juan es muy diferente al de los demás evangelistas. (Mateo 4, 1 8–22, Marcos 1, 16–20 y Lucas 5, 1–11): sólo Juan nos dice que los primeros discípulos fueron originalmente seguidores de Juan el Bautista.

‘¡Éste es el Cordero de Dios!’
Este título dado a Jesús parece tener diferentes posibles orígenes. La imagen del cordero se usó en el cántico del siervo sufriente de Isaías (53, 7, 12) y también en el libro del Apocalipsis (5, 6 y 7, 17), donde el cordero está vinculado a sacrificio y al Mesías. La otra referencia explícita es la del Cordero pascual (Éxodo 12, 21-23). Juan describe a Jesús muriendo en ese momento cuando se sacrificaron los corderos pascuales (18, 28; 19, 31) y describe su muerte usando términos asociados con imágenes de Pesaj (19, 29, 36). Como muy a menudo sucede en este Evangelio, podemos ver múltiples capas de interpretación.

La hora décima
En aquella época se contaban las horas desde la salida del sol, por lo que podemos suponer que eran las cuatro de la tarde.

Uno de estos dos… era Andrés
No sabemos quién era la otra persona. Algunos estudiosos sugieren que podría haber sido el mismo Juan. En la ley judía se requerían dos testigos para verificar un evento (ver más abajo).

Andrés, hermano de Simón Pedro
Andrés quizás no sea uno de los apóstoles más conocidos, sin embargo, a lo largo de todo el Evangelio lo encontramos trayendo gente a Jesús: su hermano (1, 40), un niño con cinco panes y dos peces (6, 8) y algunos griegos (12, 20). El evangelio de Juan es, en su totalidad, un libro de signos: es decir, cosas, acontecimientos o personas que señalan a alguien más. Para ayudar a otros a ver a Jesús, suele ser necesario un testimonio. Aquí el testigo es Andrés, mientras que en versos posteriores, Felipe lleva a Natanael a Jesús, cumpliendo el mismo rol. (1, 45)

‘Te te llamarás Cefas, que traducido significa Pedro’
Es práctica de Juan traducir palabras hebreas o arameas (“Rabino”, que significa ‘Maestro’, o aquí ‘Cefas’ roca). Darle a alguien un nuevo nombre es una tarea que implica una señal poderosa. Indica un cambio profundo; una nueva forma de vida. En el Evangelio de Juan no se menciona la promesa a Pedro del primado en la nueva Iglesia (Mateo 16, 18). Este cambio de nombre, sin embargo, está relacionado con el reconocimiento de Jesús como el Mesías. (*)

(*) fuente: https://stbeunosoutreach.wordpress.com/

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